«Estamos totalmente hundidos»
España

Los 82 trabajadores de los almacenes SEPU denuncian su situación de «desamparo» tras el cierre
11 Oct 2002. Actualizado a las 07:00 h.
Están hundidos, indignados y con mucha rabia dentro del cuerpo. Los 82 trabajadores de los almacenes SEPU se plantaron ayer ante el local de la Gran Vía para denunciar la situación de «desemparo» y «pasividad» que sufren por parte de la empresa propietaria de las tiendas, que el 4 de octubre anunció su cierre por problemas económicos. Piden la comunicación del cese de actividad y la presentación de un expediente de regulación. Ni una cosa ni otra les va a servir de consuelo. Después de treinta años de intenso trabajo, se encuentran en la calle, sin trabajo y con cincuenta años, una edad difícil para encontrar un empleo. «Los comerciantes no quieren a gente de nuestra edad porque no tenemos la imagen que ofrecen los jóvenes, y la experiencia no sirve para nada», afirma Pilar, que ha pasado 26 años de su vida en estos almacenes. Ella, al igual que los otros 31 compañeros que trabajan en el local de Gran Vía, lo veía venir, pero no se lo creía. «Si aquí se ha vendido mucho. La mercancía no era de primera calidad ni de firmas pero teníamos mucha clientela. Ten en cuenta que estamos en el mejor sitio de Madrid. No lo entiendo». Su compañera Alicia, miembro del comité de empresa, lo tiene más claro. «Esto es fruto de una mala gestión provocada por la propia empresa». «Han querido llegar hasta donde han llegado», remacha. «Me buscaré la vida» Según cuenta, los trabajadores han estado tres años denunciando irregularidades ante la Inspección de Trabajo. «Traían poca mercancía y nos debían salarios». De nada les ha servido. Las 82 personas contratadas por SEPU (51 en Madrid) están «totalmente hundidas», dice Alicia, una de las más veteranas con 33 años de antigüedad. Ella no quiere ni oír hablar del futuro. «¿Que qué voy a hacer? Pues intentaré buscarme la vida, aunque ya sé que el mundo laboral está muy complicado y además ya tengo 51 años». Prefiere hablar del presente y el suyo sigue siendo ocupar su puesto de trabajo durante ocho horas hasta que le comuniquen su despido «porque aquí nadie nos ha dicho nada». La empresa les ha enviado una carta ofreciéndoles unas vacaciones remuneradas. Las han rechazado porque, según explica un portavoz del comité de empresa, «nuestros abogados nos han recomendado que sigamos aquí, todos juntos». Y en la Gran Vía siguen como el primer día de agosto de 1934, cuando el SEPU abrió sus puertas por primera vez. Y casi con la misma ilusión que en la década de los ochenta, en la época de la movida madrileña, cuando el negocio era considerado el reino del «kitsch» y el palacio de la bata guateada. Pedro Almodóvar confesó que para realizar su ópera prima «Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón» se inspiró en el estilo inconfundible de los almacenes SEPU. Son muchos los recuerdos acumulados en 68 años de historia del SEPU, y Maribel nos lo piensa olvidar, aunque confiesa haber sufrido «dos años de maltrato pisocológico». «Nos decían -explica- que todo iba bien y que incluso iban a abrir una peluquería y fíjate». Esta mujer ha hecho de todo en los almacenes: de telefonista, de contable y por último de dependienta. Por eso no está dispuesta a olvidar y a dejar que nadie les haga caso. Harán lo que sea, se entrevistarán con el ministro de Trabajo, se manifestarán «cada día si hace falta» e incluso montarán un campamento en la puerta, como hicieron los empleados de Sintel. Están desesperados.