La Voz de Galicia

Europa, inquieta por el lío español

España

Manuel Campo Vidal

Aunque la prensa europea sufre por la estabilidad de la monarquía española, atacada por independentistas y la extrema derecha, aquí casi nadie teme nada

14 Oct 2007. Actualizado a las 02:28 h.

| La prensa europea sufre por los despropósitos de la política española, en especial por la estabilidad de la monarquía. Curioso, porque aquí casi nadie teme por eso, aunque irrite la quema de fotos del Rey por independentistas catalanes o valencianos y los desacatos de la extrema derecha en la calle y en las emisoras de los señores obispos, donde se pidió la abdicación de don Juan Carlos. Pero ya ha advertido el eminente historiador Hilari Ragué, monje benedictino de Montserrat, que «muchos prelados españoles están en el neofranquismo».

En Francia, desde el conservador Le Figaro al izquierdista Liberation , pasando por L e Monde , publican artículos con huellas de preocupación por el devenir político español ante estos incidentes y la tensión artificial creada en Madrid.

Algunos embajadores señalaban en la recepción tras el desfile militar que no entendían el revuelo por el polémico vídeo de Mariano Rajoy del que tan orgullosos están en Génova.

Entretanto, en La Vanguardia , el profesor Francesc de Carreras, simpatizante ahora de Ciutadans, concluía así su artículo a propósito de esa movilización promovida por el PP: «¡Ojo que viene la patria. Todos a tierra!». Con razón o sin ella, hay que destacar que el Partido Popular ha logrado movilizar de nuevo a la ciudadanía, sobre todo en Madrid, lista para acudir en masa a las urnas, aprovechando muy bien el regalo de los independentistas.

A propósito de la bandera, se ha recuperado el clima de aquellas manifestaciones contra Zapatero a cuenta de De Juana Chaos y el terrorismo. Las encuestas lo reflejan: el empate técnico PSOE-PP puede resolverse a favor de Rajoy por más que el diario Abc lo obsequiara hace poco con un sondeo en el que el presidente popular aparece a la cola de los líderes preferidos, por detrás incluso de José Montilla, que ya es decir. Quizás la intencionalidad del sondeo era solo subrayar que Alberto Ruiz Gallardón figura en esos datos en segunda posición, detrás de Zapatero. Algo así, la realimentación del voto de derecha por provocaciones de alguna izquierda, sucedió durante el mandato de Aznar, que hizo un hombre a Carod Rovira, hasta entonces personaje secundario en la política catalana. De nuevo el arco voltaico, en versión electoral, da sus frutos. Véase si no la aprobación de la descafeinada Ley de la Memoria Histórica que en su texto final apenas se parece al proyecto remitido por el Gobierno: consenso general, a excepción del PP y Esquerra Republicana.

Pésima política comunicativa

Abundan los análisis que señalan la desastrosa política comunicativa del Gobierno como origen de los apuros electorales del PSOE. Primero fue Juan Luis Cebrián, vicepresidente de Prisa, para el que resulta incomprensible el empate técnico en las encuestas con una situación económica boyante, a pesar de los nubarrones, y la importante obra social de gobierno realizada.

También coincide en eso el profesor Julián Santamaría, el sociólogo con más aciertos demoscópicos. Es una impresión creciente. La verdad es que varios ministros perciben ese problema y alguno asegura haberlo comentado ampliamente con el presidente, pero no parece inmutarse.

Entretanto, la asistencia al desfile ha servido para medir adhesiones y actitudes. Estaban todos los presidentes autonómicos, salvo el de Murcia y el vasco. La presencia de José Montilla no pasó desapercibida. Jordi Pujol no asistió a desfile alguno quizás porque fue condenado a siete años de cárcel por un consejo de guerra. Maragall a veces, sobre todo cuando pretendía para Reus la fabricación de algunas partes del Eurocopter que Pepe Bono se agenció para Albacete. Montilla es garantía de normalidad. No faltó en Madrid en la fiesta de la Constitución y ahora en el desfile.

No se lo pierdan: Carod ha dicho que comprende su asistencia «porque Montilla no es independentista» y Artur Mas se ha opuesto, en un gesto más de radicalización que aleja a la coalición convergente del centro. Si Piqué no hubiera sido defenestrado, seguro que pescaría votos en esas aguas templadas por las que en su día navegó Pujol.


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