La Voz de Galicia

El Rey advirtió el 23-F a Milans que o desistía o habría una guerra civil

España

R. c. madrid /  colpisa

El Congreso revela el acta de las explicaciones del ministro de Defensa

23 Feb 2011. Actualizado a las 09:43 h.

«Juro que ni abdicaré la corona ni abandonaré España. Quien se subleve estará dispuesto a provocar una guerra civil y será responsable de ello». Este fue el rotundo ultimátum que el Rey dio por télex en la madrugada del 24 de febrero de 1981 al capitán general Jaime Milans del Bosch para liquidar en Valencia el último bastión golpista que quedaba en España junto con el Congreso, secuestrado aún por el grupo de Antonio Tejero.

Don Juan Carlos reiteraba en el cable, enviado sobre las 2.30 horas, lo que ya le había dicho a Milans por teléfono hacía unas horas y lo que, hacía solo unos minutos, había expresado en su mensaje por televisión. La Corona se colocaba a favor del orden constitucional, por lo que advertía de que «cualquier golpe de Estado no podrá escudarse en el Rey, es contra el Rey».

El télex -recogido en la transcripción de la comparecencia secreta que el ministro de Defensa, Alberto Oliart, realizó el 17 de marzo de 1981 ante el pleno del Congreso, cuyas actas se conocieron ayer- ordenaba al capitán general retirar las tropas de la calle, levantar el estado de sitio en la región y ordenar a Tejero que liberase de inmediato el Congreso. Según la narración del actual presidente de RTVE, Milans obedeció las órdenes, pero no de inmediato. Se fue a la cama y dejó recado de que, si llamaba el teniente coronel de la Guardia Civil, le dijesen que todo había acabado.

Pocos y con una estrategia

La intervención de Oliart deja claro que la clave principal del fracaso del golpe, según el ministro, fue la actitud, «firme», «enérgica» del Rey, que paró en seco a quienes como Alfonso Armada o Milans trataron de engañar y arrastrar a las principales autoridades civiles y militares con el argumento de que el Rey estaba con los sublevados. El ministro justificó la no detección del golpe por los servicios de inteligencia porque los implicados, escarmentados por conspiraciones previas fracasadas, prefirieron organizar una estructura mínima y discreta. Fiaron toda su estrategia al efecto dominó que esperaban causar en el Ejército y demás fuerzas. Además, Tejero se negó a aceptar a Armada como presidente.


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