Y después de Isabel Carrasco, el páramo
España
13 May 2014. Actualizado a las 11:27 h.
Es fácil advertir la convulsión en un territorio de apenas medio millón de habitantes. Porque reúne todos los ingredientes para la desazón, la inquietud, el desconcierto, el temblor de manos: acribillada a tiros, en el concurridísimo paseo de una ciudad extremadamente tranquila, a media tarde. Y por venganza. Murió quien ha tenido los últimos 20 años a sus pies toda una provincia. Murió ayer sobre un puente del Bernesga, el mismo río junto al que había nacido 59 años antes en un pequeño pueblo. El León actual (para bien y para mal) no se entiende sin Isabel Carrasco. Una mujer menuda. Y menuda mujer. Temperamental, omnipresente, polémica, («la gente está encantada con el copago»), directa con su voz chillona, y llamativa en su afición a la moda. Temida. Manejaba una Diputación con 130 millones de presupuesto por la que pasan la inmensa mayoría de pequeñas y medianas obras de la provincia. Sus convocatorias para cubrir puestos provocaban mucho ruido y una enorme expectación en un lugar con escasas oportunidades laborales. Sus concesiones eran una máquina de dar y quitar favores. Llegó a la presidencia tras laminar a Javier García Prieto, del PP, su mismo partido, el que llegó a controlar de arriba a abajo. Barrió a los disidentes, puso y quitó alcaldes, marcó la agenda y se vio bajo los focos cuando se supo que ocupaba (y cobraba por ello) una docena de consejos, los más influyentes, de Caja España al aeropuerto. Su muerte violenta deja un agujero complicadísimo de cubrir tanto en el PP provincial como en la Diputación. No hay delfín alguno en este antiguo reino propicio ahora para la derecha, tras el declive del movimiento minero y agrario y del leonesismo. Tras Carrasco, el páramo.