La Voz de Galicia

El grave peligro de asimilar España con Grecia

España

Manuel Campo Vidal

Rajoy estuvo en Atenas para apoyar a Samarás, y Pablo Iglesias y Cayo Lara, a Syriza

25 Jan 2015. Actualizado a las 05:00 h.

Echen cuentas: marzo, probables elecciones andaluzas; mayo, municipales y autonómicas en catorce comunidades; septiembre, catalanas, y noviembre, generales. Pues si faltaba enero para tener una elección casi cada dos meses, ahí está Grecia, a modo de primarias españolas. «Es una irresponsabilidad de Mariano Rajoy y de Pablo Iglesias meter a Grecia en la campaña española. Los inversores internacionales nos están relacionando demasiado y, con todo respeto, España no es Grecia», opina el líder socialista Pedro Sánchez.

Alguna razón tiene: Rajoy estuvo en Atenas para apoyar a Samarás, y Pablo Iglesias y Cayo Lara, a Syriza. En Davos, al ministro Luis de Guindos le han preguntado sobre todo por la inestabilidad política española y por Podemos. De Cataluña, nada, asunto amortizado. Los inversores temen que lo que pueda pasar en Grecia se contagie a España. Y los ciudadanos españoles tememos que, con un año de campaña electoral ininterrumpida, se malogre la recuperación económica.

Que la política no estropee la economía, decíamos en una crónica anterior. Y que las luchas intestinas en los partidos no acaben con la política, añadimos. En este país de rivalidades extremas, Mariano Rajoy está atrapado entre Aznar y Barcenas, y Pedro Sánchez, entre Susana Díaz y el zapaterismo. Por no hablar del lío que se traen en Izquierda Plural Madrid, donde la candidata a la comunidad, Tania Sánchez, está enfrentada a la dirección regional a cuenta de supuestas irregularidades económicas de su familia. Por si acaso, ha roto su noviazgo con Pablo Iglesias. Y, entretanto, a Monedero, el segundo de Podemos, cada día le sale una jugosa factura nueva de lo que cobró de Venezuela.

Lo de Aznar no tiene desperdicio. «Como Moisés abroncando a su pueblo» -ha escrito Lucía Méndez- reapareció para preguntarse «dónde está el PP» y «si el PP quiere ganar o no». En la puerta de los juzgados, Bárcenas, en plan justiciero, dispara contra el presidente del Gobierno asegurando que lo de la contabilidad B, de dinero negro, la conocía Rajoy desde 1990. Muy bien. ¿Y Aznar? ¿Y Álvarez-Cascos y Arenas, que también fueron secretarios generales? ¿Por qué Bárcenas encubre a estos tres personajes? Adivina adivinanza.

El encuentro de la discordia

Entretanto, en la acera de enfrente, Susana Díaz y el zapaterismo acosan a Pedro Sánchez, al que se diría que prefieren debilitado. «No me preocupa tanto internamente porque sé que las bases del partido están indignadas con lo que pasa, sino la repercusión en las expectativas electorales, porque todo empezó el día en que una encuesta nos daba como primera fuerza en intención de voto», se lamenta Sánchez. Solo faltó la cena en casa de Bono con Pablo Iglesias, a la que asistieron Zapatero y García-Page, el candidato de Castilla-La Mancha. Lo más grave no es el encuentro, sino que se lo ocultaran a Pedro Sánchez, a quien le piden a gritos ahora que cese fulminantemente a García-Page, miembro de su ejecutiva, por deslealtad manifiesta. Bono dice que él no filtró la noticia, pero sabe todo el mundo que es como una emisora de radio ambulante. Y Zapatero, de frivolidad acreditada, asegura que en la reunión le dio unas clases a Iglesias, que es lo que les gusta a los expresidentes, sobre el poder de los mercados y la fuerza real de la OTAN, asuntos de interés para el nuevo candidato.

Menos mal que Sánchez está apoyado por Felipe González, que es el presidente de referencia de los socialistas, y por las bases del partido, orgullosas de haber podido votar directamente y hace solo ocho meses a su secretario general. «Yo era zapaterista hasta que me decepcionó el otro día acosando a Pedro Sánchez», dice una militante asturiana indignada. Mensajes como este abundan en redes sociales y en los teléfonos de Ferraz.

Entre unos y otros acabarán llevándonos a Grecia.


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