Pedro Sánchez, el hombre
España
Bisiesto y, por tanto, ya singular desde la cuna, el nuevo presidente del Gobierno es un hombre presumido y familiar. La prensa extranjera, embelesada, se dedica a medir su atractivo con el de Macron y Trudeau: «habemus» nuevo galán político internacional
04 Jun 2018. Actualizado a las 11:28 h.
Pedro Sánchez nació un 29 de febrero, augurio de su intermitencia, y también del halo de casualidad que le acompaña: solo uno de 1.461 bebés llega a este mundo en esta exótica fecha que aparece cada cuatro años en el calendario para luego, durante tres, mantenerse ausente. Seguro que les suena. El madrileño, dado por muerto en combate -no una ni dos veces-, se convirtió inesperadamente este viernes en el séptimo presidente de Gobierno de la democracia española. Sabemos de sus hazañas, de sus vaivenes y de sus resurrecciones, de la casi inverosímil conjunción planetaria que le ha llevado hasta la Moncloa, pero ¿qué sabemos de él? ¿quién es el hombre que hay detrás del político?
De Pedro Sánchez dice la prensa internacional, arrobada, que tiene porte de estrella de cine, que es guapo a rabiar -«Mr Handsome» (Señor Guapo) le llaman-, fotogénico a más no poder. Entusiasmados con un atractivo del que España, empachada ya de la almidonada camisa blanca, está más que vacunada, los medios extranjeros no tardaron ni un día en incluir al nuestro nuevo jefe del Ejecutivo en el selecto club de los mandatarios «macizos», que hasta ahora integraban solamente Macron y Trudeau. El agraciado dúo tiene nuevo compañero: un morenazo de buen porte del que los que nos observan desde fuera han dicho ya que es exactamente lo que un productor cinematográfico se imagina cuando piensa en un presidente de Gobierno español. Veamos el ideal.
Sánchez tiene 46 años, un hermano pequeño -David Azagra, director de orquesta- y dos hijas -Carlota y Ainhoa, de 11 y 13 años-, fruto de su matrimonio con Begoña Gómez, una bilbaína de 43 años con quien se casó en el año 2006. Nacido en una familia acomodada del barrio madrileño de Tetuán, se licenció en Ciencias Económicas y Empresariales en el elitista Real Centro Universitario María Cristina de El Escorial, formación que luego completó con dos másteres -uno en Política Económica por la Universidad Libre de Bruselas y otro en Liderazgo Público del IESE Business School- y un doctorado en Economía y Empresa por la Universidad Camilo José Cela de Madrid. En Bélgica estudió durante dos años, país en el que forjó su vocación política después de haberse afiliado al PSOE tras la victoria de Felipe González en las elecciones del 93.
Habla con fluidez tres idiomas: castellano, francés e inglés. Y pinta. Es un buen caricaturista. De sus viejos tuits, que le perseguirán durante toda su vida, nos ha quedado claro que, en cuanto a gustos musicales, prefiere el indie: los Planetas, Arcade Fire, Lori Meyers, The Strokes o Vetusta Morla.
Adivinamos también tras estos mensajes a un hombre familiar y tranquilo, pero poco hábil con las redes sociales.
La camisa blanca
Más apañado con su estilo, nada inocente, Pedro Sánchez puede anotarse el tanto de haber introducido en un socialismo amigo de las camisas de franela y las chaquetas de pana el código casual smart, informal pero elegante -que se note el descaro, la gomina en el pelo, los calcetines estridentes- y, con él, una bocanada de aire bien fresco: una camisa con un par de botones desabrochados y las mangas impecablemente remangadas, una cazadora de piel, una blazer pero con vaqueros. Le pierden aún, sin embargo, algunos detalles, paradero del atractivo, del carisma que reside en el gesto, en el equilibrio. El del PSOE luce regular los bajos del traje, olvida abrochar la americanas cuando se pone en pie, suele anudar mal las corbatas. Si algo le salva es su trabajada complexión atlética, sus movimientos ágiles. Y su sonrisa.
Se enamoró «perdidamente»
A Begoña la conoció en el 2003, cuando él tenía 31 años. Fue durante el cumpleaños de un amigo. «Soy muy determinado y no veas la tabarra que le di. Tuve que esforzarme mucho, porque me lo puso muy difícil», reconoció en una ocasión. Su primer encuentro, han confesado ambos, fue un «flechazo en toda regla», y tras tres años de relación se dieron en sí quiero en el 2006, durante una ceremonia civil oficiada por la socialista Trinidad Jiménez en el Ayuntamiento de Madrid.
Begoña es hoy -lo ha sido desde entonces- su principal y gran apoyo. Directora de consultoría en externalización comercial en Inmark Europa, compañía para la que trabaja desde hace diez años, a la esposa de Sánchez le interesa la vida pública y la política. Previsiblemente, no se mantendrá al margen ni en la sombra: en los momentos más importantes de su trayectoria, ha estado a su lado. Es optimista y crítica, hasta ahora no contemplaba abandonar su trabajo y siempre se ha esforzado por mantener en el anonimato, discretamente, a sus dos hijas, de las que solo ha trascendido que están matriculadas en un colegio público de Pozuelo y que una de ellas es una gran aficionada al baloncesto. Como su padre.
Sánchez hizo la mili en Cáceres, jugó en el baloncesto Estudiantes hasta los 21 años y en el césped se confiesa seguidor del Atlético de Madrid. De su paso por el programa de Bertín Osborne, cuya casa visitó en noviembre del 2015, sabemos también que, de joven, solía bailar breakdance en los alrededores de las torres Azca; que no sabe cocinar, pero que le gusta la comida asiática, especialmente la japonesa y la coreana; que no es un gran lector, pero que puestos a leer, se inclina más por biografías -como la de Nelson Mandela- que por novelas. Que ligaba mucho. Que -antes de conocer a Begoña- era «un bala». Que su primera novia fue italiana. Y que también le han dicho muchas veces que no.
En ese mismo programa, Pedro Sánchez deslizó, además, un curioso vaticinio: «Jubilaré a Rajoy y será Soraya la líder de la oposición». Ha tardado tres años en cumplir su primera predicción. A ver qué sucede con la segunda.