La vida de Urdangarin en prisión: 466 días de ejercicio obsesivo, rezos, cartas y un huerto
España
Dicen los que le tratan que el exduque está mejor. Que desde el pasado verano, su ánimo, tras un año de bajón, ha empezado a remontar
18 Sep 2019. Actualizado a las 15:41 h.
Dicen los que le tratan que Iñaki Urdangarin está mejor. Que desde el pasado verano, su ánimo, tras un año de bajón, ha empezado a remontar. Los 466 días en la cárcel abulense de Brieva le han pasado factura. Su pelo está mucho más blanco y el exduque está extremadamente delgado.
Su delgadez -afirman fuentes penitenciarias- está muy relacionada con el ejercicio extenuante que practica todos los días. Se machaca en la bicicleta estática adaptada a su gran envergadura que consiguió que le autorizara el Juzgado de Vigilancia Penitenciaria número 1 de Valladolid después de que Instituciones Penitenciarias se la denegara el pasado otoño. Cuenta también con espalderas y acude al polideportivo.
Iñaki Urdangarin sigue siendo el único preso varón en esta cárcel de mujeres en la que ingresó el 18 de junio del 2018. Su módulo, pintado en blanco, burdeos y gris, tiene 450 metros. Consta de zona de estar, dos patios y una celda doble. En ese módulo -una suerte de jaula de oro, según los funcionarios más críticos- pasa, sin embargo, horas de soledad absoluta, solo rotas con conversaciones triviales con el selecto grupo de funcionarios que lo custodian y que tienen órdenes de no intimar demasiado. Ellos lo califican de «cortés en extremo». Más profundas -dicen esas fuentes- son sus conversaciones con el sacerdote que lo visita regularmente. Reza «más de una vez al día». Junto a la escritura casi compulsiva de cartas y el cuidado de un pequeño huerto (que en realidad son tiestos) son sus ocupaciones favoritas, aunque también lee mucho y ve películas.
Las llamadas a la familia
Los funcionarios afirman que solo le han visto sonreír en estos quince meses cuando llama a casa (puede hacerlo a 10 números a la semana) o recibe las visitas de su mujer, Cristina de Borbón, de sus hijos o de su madre o hermanos. Como cualquier otro, el cuñado del rey tiene derecho a dos visitas en el locutorio a la semana de 20 minutos, aunque puede unirlas en una de 40. Además, tiene derecho a un vis a vis al mes de entre una y tres horas y un encuentro sin mamparas cada mes. Y la familia, sobre todo las mujeres -dicen los funcionarios-, raramente fallan. Y es en esas visitas en las que Urdangarin goza del único privilegio. La familia acude en un horario diferente al resto de los visitantes. No guardan cola ni son cacheados ni tienen el horario limitado de las visitas a los fines de semana. Solo ellos tienen el «derecho» de entrar en vehículo privado al interior del recinto.