Menos glamur, más cemento
España
10 Jan 2020. Actualizado a las 19:05 h.
En otro giro de su plan, Pedro Sánchez ha decidido adelantar los nombres de los ministros que, siguiendo el protocolo, debería anunciar poco menos que en exclusiva al rey Felipe VI en su audiencia de este domingo para recibir el preceptivo plácet y convocar a los nominados al acto de toma de posesión el lunes. Lo normal es que este paso se hubiera dado el pasado miércoles, unas horas después de consumar la investidura, pero el líder socialista ha preferido dejar que se disiparan las burbujas de los nombramientos de Unidas Podemos antes de descubrir sus cartas.
Los primeros pasos del primer bipartito de la democracia no están siendo fáciles. A Sánchez le molestó —y así lo hizo trascender— que Pablo Iglesias se adelantara en el nombramiento de los ministros de su parcela, afianzando la imagen de un Gobierno dentro de otro que tanto asustaba al socialista en julio y en septiembre. Al de Unidas Podemos le desagradó especialmente la inclusión de otras tres vicepresidentas en el organigrama, lo que quita relevancia a su propio cargo. Y, sobre todo, está especialmente disconforme con la elección de la ministra de Exteriores, Arancha González Laya, una técnica eficaz que tiene en el comercio internacional su gran especialidad. La formación morada tenía especial interés en poder controlar las relaciones con Latinoamérica, pero con la nueva ministra parece que prevalecerá la sombra de José Borrell y su línea de trabajo con respecto a países como Venezuela, Bolivia o Argentina, siempre bajo el paraguas de la UE.
Sánchez no ha cambiado su estrategia comunicativa de nombramientos por goteo. La diferencia es que en junio del 2018 sorprendió a toda España con un elenco de designaciones repletas de glamur y fama: un juez estrella, un escritor y presentador televisivo, un astronauta, la más alta funcionaria española ante la Unión Europea... Fue lo que se llamó el «Gobierno bonito», aunque pronto saltaron las primeras chispas y alguno de los fichajes estelares acabó chamuscado.
Ahora, tras un año de choques en el Parlamento y ante la fortaleza del quinteto dispuesto por Podemos para sentarse en el Consejo de Ministros, el PSOE ha elegido perfiles menos conocidos públicamente —a falta de las tres últimas incorporaciones— pero mucho más bregados en la gestión y la acción de gobierno. Salvador Illa, conocido como el señor Lobo —el solucionador de problemas de Pulp fiction— del PSC aportará solidez y contactos para frenar las arroutadas de ERC y los otros nacionalistas catalanes. Arancha González garantiza eficacia y conocimiento de las instituciones mundiales y José Luis Escrivá es un guardián de la ortodoxia económica al que no le ha temblado el pulso a la hora de poner su firma en informes contrarios a los intereses del Gobierno y de defender medidas poco populares en temas como la edad de jubilación y la financiación del sistema de pensiones. Sánchez ha elegido cemento en vez de glamur para buscar una sólida acción de Gobierno.