La Voz de Galicia

Los investigadores sospechan que el padre de Anna y Olivia pudo usar piedras para lastrar sus cuerpos

España

La Voz Redacción

Tratan de averiguar si en esos bultos que Tomás Gimeno metió en su lancha podrían estar las niñas y están calculando las medidas exactas del equipaje transportado por el padre el día de su desaparición. El portavoz de la madre escribe una carta al padre para que dé «señales» y le dice que «los problemas de pareja no se resuelven usando a los niños como herramienta vengativa»

05 Jun 2021. Actualizado a las 14:12 h.

Los investigadores barajan la posibilidad de que Tomás Gimeno, el padre de Anna y Olivia, las niñas desaparecidas en Tenerife, utilizara piedras para lastrar los cuerpos de sus hijas y hacerlos desaparecer en el fondo del mar, informa Telecinco.

La búsqueda de las niñas Anna y Olivia, desaparecidas al igual que su padre hace más de un mes, prosigue en alta mar con un sonar y un robot submarino incorporados en el buque oceanográfico Ángeles Alvariño y se prolongará hasta la próxima semana.

El objetivo sería grabar el escenario crucial de la investigación, para comprobar si llevaba a las menores dentro de los seis grandes bultos que metió en su embarcación antes de perdérsele el rastro. Los investigadores están tratando de averiguar si en esos bultos podrían estar las niñas y están calculando las medidas exactas. 

 

El portavoz de la madre de Anna y Olivia pide al padre que dé «señales»

El portavoz de la madre de Anna y Olivia ha escrito una carta dirigida al padre en la que le pide que dé «señales» de que los tres están con vida. Joaquín Amills, que es también presidente de SOS Desaparecidos, le pide a Tomás en su carta que envíe «vídeos, fotos, imágenes», que confirmen la hipótesis de que está con las niñas.

Se ofrece en esta misiva a ejercer de mediador y a que Tomás contacte con él para, juntos, «pensar en la mejor forma de regresar a las niñas a un lugar seguro», lo que «significará la paz emocional para ellas... y para todos», informa Efe. «Hay muchas formas de dar señales. Con solo saber que están bien muchos ánimos se calmarían, incluso el tuyo», sostiene Amills, quien revela que «muchos» han contactado con él haciéndose pasar por el padre de Anna y Olivia. «Todo puede cambiar si das señales, las que puedas, todos se calmarán si tan solo haces ese movimiento», agrega.

El portavoz de la familia dice comprender que Tomás esté sometido a «mucha presión» y que tiene «casi la certeza» de que con el paso del tiempo «la bola de nieve se te ha hecho imposible de controlar y crece a pasos agigantados», por lo que le pide «calma» y «alejarse» si está rodeado de un entorno que le influye negativamente.

«Sabemos que lo que te ha llevado a tomar tus decisiones fue estar convencido de que era lo mejor para ti y las niñas. Esperamos que no hayan sido otros motivos y otras causas (...) Los problemas de pareja no se resuelven usando a los niños como herramienta vengativa», indica también Amills.

Abunda en que «lo mejor» para Anna y Olivia es que actúe «como el padre responsable que siempre demostraste ser con ellas», y se muestra convencido de que «esto se podrá resolver sin grandes daños».

Mientras, continúa la búsqueda en el mar, con la ayuda de un sonar y de un robot submarino a bordo del buque oceanográfico Ángeles Alvariño, de cualquier rastro que ayude a dar con el paradero de las niñas, sin que por el momento haya habido avances. 

Un caso que se ha convertido en un misterio

«No las vas a volver a ver». Ha pasado más de un mes desde que Tomás Gimeno pronunciase esta inquietante frase en una de sus últimas conversaciones con su expareja, Beatriz Zimmerman, antes de que el hombre desapareciese con Anna, de un año y Olivia, de seis, en la isla de Tenerife. Desde ese 27 de abril, más de setenta personas, entre ellas investigadores de la Guardia Civil especialistas en casos de difícil resolución, están buscando explicaciones para resolver lo que es ya un misterio de gran trascendencia mediática. Es una contra reloj en busca de certezas para reconstruir lo que sucedió, pero sobre todo para saber lo que se le pudo pasar por la cabeza a Tomás Gimeno para pronunciar un adiós que suena muy meditado. 

Dos horas por definir. El pasado 27 de abril, Tomás Gimeno recogió a Anna y Olivia en la casa de Beatriz Zimmerman a las 17.00 horas para pasar la tarde con ellas. Gimeno se desplazó a las 19.30 a la residencia de sus padres. Al irse le dio un abrazo inusual a su progenitor. Fue la última vez que se vio con vida a las niñas. Luego regresó solo con Anna y Olivia a su casa, donde estuvo cerca de dos horas. A las 21.30 de ese mismo día, las cámaras del puerto de Santa Cruz de Tenerife lo captaron solo, llevando dos petates militares y bultos desde su coche hasta la embarcación de recreo de su propiedad. A las 21.50 hizo su primer viaje a alta mar. Antes ya había conversado con su exmujer, que no se encontró a las menores cuando fue a buscarlas. Primero le dijo que estaba cenando con ellas. Después que no las volvería a ver, ni a él tampoco. Tomás regresó a tierra a las 23.30 horas y se fue a una gasolinera a comprar tabaco y un cargador para su móvil. Después, pidió al vigilante del puerto cargar su celular. Llamó a Beatriz y la tranquilizó diciéndole que ya había acostado a la niñas y que las llevaría mañana con ella. La madre se calmó. Gimeno volvió a adentrarse en el mar y se le perdió la pista. Esa madrugada envió mensajes de despedida a su familia y amigos que, alarmados, avisaron a Beatriz a primera hora del miércoles 28. A las ocho de la mañana interpuso una denuncia en la Guardia Civil. Ese día, se encontró la barca a la deriva en una zona de gran profundidad. Y también apareció una silla infantil propiedad de la familia.  

Dos hipótesis. Nadie duda de la complejidad del caso, un verdadero puzle para los investigadores. El juzgado que lo instruye decretó el secreto de sumario y dictó una orden internacional de búsqueda de Tomás Gimeno por secuestro parental. La primera línea de trabajo está centrada en el mar y en la casa del progenitor, donde estuvo con las niñas antes de desaparecer. La embarcación de Gimeno fue localizada a la deriva sin ancla en una zona de gran profundidad a la que no pueden acceder los buzos. La Guardia Civil ya tiene la autorización oficial para que un sonar y un robot submarino puedan analizar el fondo marino de hasta mil metros de profundidad. La lancha donde se vio a Gimeno también está siendo minuciosamente inspeccionada, al igual que la casa del padre de las niñas. Hasta en cinco ocasiones, agentes y perros adiestrados han buscado, sin éxito, restos biológicos de Anna y Olivia.

Otra línea de trabajo, a la que los investigadores dan poca credibilidad, es la hipotética huida de Tomás ayudado por otro barco con dirección a Cabo Verde o atravesando el Atlántico a Latinoamérica, una teoría alimentada por la aparición de un velero con una trayectoria errática que navegó por la zona la misma noche que la embarcación de Tomás Gimeno. Pero el análisis de las balizas y de los trayectos marinos de las horas en la noche y la madrugada de la desaparición han determinado que ningún barco estuvo cerca o fondeó junto a la lancha de Gimeno, según detallaron varios medios.

Una posible venganza. Tomás Gimeno, el padre de las pequeñas, tiene 37 años. Muy aficionado a los deportes, proviene de una familia adinerada de Tenerife. Antes de su desaparición figuraba como administrador único de varias empresas del sector de las flores y plantas. Tomás y Beatriz Zimmerman pasaron por un proceso de separación complicado y con enfrentamientos, con amenazas por parte del marido que la mujer nunca llegó a denunciar. En julio del 2002, Gimeno contrató una agencia de detectives para espiar a la que esa época era todavía su mujer. Nunca aceptó la separación. La relación con las niñas era diferente. Sus amigos lo califican como un «padrazo». También su exmujer está segura de que nunca haría daño a Anna y Olivia, como ya expresó en varias cartas públicas. Y esa sigue siendo la gran esperanza.


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