La Voz de Galicia

El río de lava amplía la superficie de la isla de La Palma y da un respiro en su destrucción

España

Santiago Garrido La Palma | Enviado especial
La colada del volcán de Cumbre Vieja está formando un gran delta de lava en La Palma que crece ganando terreno al mar.

Preocupan los gases, que obligan a mantener el confinamiento de los vecinos. La nube tóxica del volcán se expande hasta el círculo polar ártico.

30 Sep 2021. Actualizado a las 05:00 h.

En la jornada de ayer, que empezó ventosa y gris, debería haberse celebrado el patrón de La Palma, San Miguel, con la ofrenda habitual en la iglesia de Tazacorte. Pero la isla no está para fiestas: todo quedó en una invocación del presidente del Cabildo al santo con las peticiones que son fáciles de imaginar, más aún cuando la imagen está vestida de guerrero.

Aunque es un recurso evidente, también es cierto: los únicos fuegos son los que se veían, desde el puerto de Tazacorte otros lugares, de esa caída al mar de la lava desde casi cien metros hacia la franja formada por la playa Nueva, la de Los Guirres y la del Perdido, generando una enorme nube blanca que fue el centro de atención de medio país ya desde las doce de la noche anterior, en horario peninsular.

Por la mañana, todas las miradas estaban en la nube desde esa inmensa mole que es el puerto, con un oleaje no visto durante días anteriores y fuertes rachas de viento que arrastraban la ceniza a baja altura, como cuando la arena atraviesa la carretera de norte a sur de la isla hermana de Fuerteventura.

Pero también empezaban a fijarse en el mar, que a lo largo de la tarde fue adquiriendo por zonas una tonalidad turquesa muy acentuada, creada por los gases al tocar el océano la colada. Incluso algunos puntos a media altura, con algunas nubes sueltas fuera del epicentro de la caldera, se veían con un azul distinto y un halo blanco a su alrededor. Pero más que los colores, lo que impresionaba era el choque entre elementos y el nacimiento de nuevo territorio en la isla, de momento en forma de delta.

Hace casi 50 años, el 26 de octubre de 1971, el Teneguía creó dos kilómetros cuadrados de terreno con lava solidificada, hoy en parte cubierto de buenos palmerales. Ese volcán, que recibe el nombre de un antiguo poblador (y su montaña), mandó lava al mar durante 23 días. Quedan 27 jornadas para que se cumpla el medio siglo, quién sabe si coincidirá con el cese de la erupción del nuevo volcán.

Juan Tomás Vázquez, geólogo a bordo del buque oceanográfico Ramón Margalef, que se encuentra tomando muestras a 700 metros de la cascada, ofrecía ayer una entrevista en la televisión pública canaria desde la cubierta para explicar lo que viene, la nueva península o saliente, «un depósito volcánico similar a los depósitos fluviales».

Un proceso lento

En la violenta precipitación, la lava rompió el acantilado y creó una rampa, que se fue ampliando y seguramente irá variando en los próximos días, y no paró de generarse una intensa columna de vapor de agua, además de la gasificación de los materiales enfriados. Se fue extendiendo poco a poco sobre el mar, decenas de metros en pocas horas, y lo que le queda. Es además un proceso lento: la lava se enfría pronto en contacto con el agua y el agua se calienta.

Ese delta, cercano a otro similar en la zona de La Bombilla, fruto de la erupción de 1949, pasará a ser terreno del Estado, así lo marca la ley. Aún es muy pronto para saber cuándo se formará y cuánto ocupará y algunos expertos del equipo multidisciplinar de élite confían en que el camino abierto al mar occidental sirva de canal a todo lo que falta por salir, evitando más daños. Ya se verá.

Por ahora, los vecinos más próximos siguen confinados y en Tazacorte se recomendaba extremar las precauciones, además del uso de gafas protectoras y mascarillas FFP2. Por cierto, que en una farmacia de Tazacorte las gafas se vendían a cinco euros y todo lo ingresado se destina a los damnificados. Una iniciativa solidaria más de las miles en marcha.

Sin carretera de la costa

En la isla, la llegada de la lava al mar provocó el corte de la carretera de la costa y, por tanto, más dificultades para conectar localidades, fincas de plátanos y regadíos. Más problemas a los muchos que ya hay en la lista, que se irán analizando vecino a vecino en la oficina de atención a los afectados que se instalará en Los Llanos.

En el balance oficial de ayer, ese que cambia a diario y nunca a mejor, se contabilizaban ya 744 edificaciones afectadas por la lava, de las que 656 están totalmente destruidas, según el recuento del sistema de satélites europeo Copernicus.

La superficie cubierta era ayer de 476 hectáreas y los kilómetros de carreteras afectados, 23,1, de los que 21,5 están destruidos, según el recuento hecho a última hora.

Nervios y sorpresa en la llegada al océano

Hacía tantas horas que se había avisado de que la lava llegaría al mar, pero no llegaba, que hasta empezaba asomar una mezcla de paciencia y desconfianza. Incluso del temor de que no lo hiciera. Y llegó cuando muchos ya estaban a punto de dormirse, sobre las 11 de la noche hora canaria, con el aviso definitivo de las imágenes del barco Ramón Margalef.

Fue todo tan rápido que apenas llegaba gente al muelle, en los días anteriores repleto en busca de esas imágenes que se auguraban impactantes. Y lo fueron: la noche sacó luz al entorno y a los primeros momentos de la nube, pero amplificó esa lengua de fuego cayendo al mar. Una visión estremecedora incluso a unos cuatro kilómetros de distancia desde la punta del muelle. De inmediato llegaron las fuerzas de seguridad para desalojar a los pocos que estaban allí, y cerrar los grandes portalones que dan acceso a un enorme recinto de barcos recreativos, locales hosteleros y las instalaciones portuarias que gestiona la Comunidad Autónoma.

Ya en el exterior llegaron algunos vecinos. Uno de ellos, Felipe, contó sus impresiones y su historia a la web de La Voz de Galicia. Como casi todos, tiene a personas próximas que han sufrido los daños. Otra pareja joven se ha acercado muy abatida, sobre todo él, que no quiere hablar. Su compañera explica que justo ayer por la tarde, en ese arranque final hacia el agua de la colada, con mucho más empuje que las dos jornadas anteriores, la lava se había llevado por delante su casa y la de su padre. Ella guarda en el móvil las imágenes de cómo estaba antes. Los acompañantes poco más pueden hacer que ofrecer algo de consuelo, ante las dudas sobre qué habrá que hacer ahora para al menos obtener una compensación por los daños.

A lo lejos, la luz naranja de esa nueva cascada casi ocultaba la ya rutinaria, más a la izquierda, más arriba, del volcán, que por un día perdió protagonismo. Ayer por la mañana, más que los controles de seguridad, flexibles con los medios, lo que impedía realmente ver ese nuevo trozo de terreno que está naciendo era una ventisca llena de ceniza, de arena negra, que por primera vez en una semana sí fue un peligro.


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