Irene Montero, ante el primer «no es no» del presidente

El presidente Sánchez siempre ha abierto el paraguas de su liderazgo para prestar cobertura a las políticas del Ministerio de Igualdad. Suya fue la decisión de ceder a los socios una cartera tan icónica para el PSOE como la de políticas feministas. Y suyos eran todos los espaldarazos que han salvaguardado la controvertida gestión de Irene Montero, vencedora en el pulso por la norma que ensancha los derechos LGTBI frente a la exvicepresidenta Carmen Calvo y el feminismo histórico que abomina de las teorías «queer»; y también, por citar otro precedente, ante la responsable económica del Gobierno, Nadia Calviño, por las bajas por padecimiento menstrual.

Pero el paraguas presidencial comenzó a plegarse en diciembre después de que Sánchez se abriera a reformar la Ley de Garantía Integral de la Libertad Sexual ante la sangría de rebajas de penas a abusadores y violadores.

Cuando estallaron las primeras atenuaciones de condenas, Sánchez despejó el balón hacia la Fiscalía y el Supremo anteponiendo el blindaje de la coalición y la cobertura a la ministra de Unidas Podemos a las voces defensoras ya entonces de taponar la inquietante deficiencia técnica en la norma; lo advirtieron las también ministras María Jesús Montero y Margarita Robles, jueza de carrera. Sánchez dio carrete, pese a la evidencia de que el goteo de descuentos penales iba a hacerse incontenible, y el carrete se ha agotado en puertas de las elecciones del 28 de mayo. Un «no es no» a seguir con la ley del «solo sí es sí» tal y como está redactada.