La Voz de Galicia

Grande-Marlaska descarta errores y achaca a guerras y desastres naturales el aumento exponencial de la inmigración

España

Melchor Saiz-Pardo Madrid / Colpisa
El ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, en su intervención durante la sesión de control al Gobierno en el Congreso de los Diputados.

El ministro admite que las llegadas de sin papeles ya se han disparado por encima de las 50.000 en 2023 pero arguye que a Italia han arribado 150.000 y otros 40.000 en Grecia

13 Dec 2023. Actualizado a las 19:29 h.

Sin sombra de autocrítica. Sin admitir un solo error en su gestión de los flujos migratorios ante el Pleno del Congreso de los Diputados. Fernando Grande-Marlaska, en su primera comparecencia parlamentaria desde que estallara la crisis canaria a mediados de año, culpó este miércoles a agentes externos y básicamente incontrolables del aumento exponencial de la inmigración irregular en España durante este año.

El ministro del Interior, que durante los ejercicios en los que la llegada de sin papeles disminuía se arrogaba como propio el mérito de la contención de los flujos de clandestinos, ahora asegura que las guerras, los golpes de Estado y los desastres naturales están detrás de un incremento de llegadas que amenaza con romper todos los registros anteriores y que en Canarias ya bate récords, muy por encima de la famosa crisis de los cayucos que en el 2006 hizo replantearse a España las líneas maestras de la gestión de la inmigración.

Grande-Marlaska se esmeró en presentar la delicada situación migratoria de España como irremediable vista la coyuntura en África y, sobre todo, esgrimió que la crisis en los flujos que vive el país es equivalente a la actual coyuntura de otros estados del sur de la UE. «En los últimos años ha habido un aumento sostenido de las llegadas de migrantes a Europa, ya sea a través de las rutas del Mediterráneo Oriental, Central y Occidental, incluyendo en este último la vertiente Atlántica hacia las Islas Canarias», explicó el titular de Interior, quien subrayó hasta principios de diciembre más de 244.000 personas han llegado a las costas europeas solo en su vertiente mediterránea.

Según las cifras de Interior, 50.551 migrantes han entrado de forma irregular en España en los once primeros meses del año (frente a los 29.223 que lo hicieron en idéntico período de 2022). Sin embargo, insistió Marlaska a modo de justificación, la situación es «similar» en Europa con 150.000 desembarcados en Italia y más de 40.000 en Grecia.

Solo en Canarias —de acuerdo con los datos del Gobierno— han arribado hasta finales de noviembre 35.410 personas, frente a las 15.082 del mismo lapso del año pasado. En el archipiélago, con meses de cerca de 18.000 inmigrantes desembarcados, las llegadas se han disparado con un crecimiento hasta noviembre superior al 134%. Pero Grande-Marlaska, aun así, defendió que la situación en España es, incluso, «algo inferior» a la de 2018, cuando a 30 de noviembre ya habían entrado en el país de forma clandestina más de 53.000 inmigrantes. Además, y no obstante a la delicada coyuntura, el ministro sacó pecho de la «disminución de más de un 40% de los migrantes que han llegado a través de las ciudades autónomas, especialmente de Melilla».

Presión «estructural»

Y a partir de ahí, todo balones fuera. «La presión migratoria actual, procedente de África, es estructural y está motivada, principalmente, por factores de carácter socio-económico», se escudó Grande-Marlaska, sin tener en cuenta que el continente vecino, desde hace décadas, vive una situación de inestabilidad económica y política crónica.

Siguiendo con el argumento de que todo el reciente aumento de los flujos migratorios se debe a razones endógenas y no imputables al Gobierno, insistió en que también se han sumando otros «aspectos coyunturales que han afectado a la capacidad preventiva de nuestros socios» (en referencia a los ejecutivos de Mauritania, Senegal, Gambia o Marruecos). En esa línea, Grande-Marlaska vinculó el aumento de llegadas al deterioro de la situación interna en Túnez y Senegal, al golpe de Estado en Níger; o, incluso, a catástrofes naturales como los recientes terremotos en Marruecos y las inundaciones en Libia.


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