El tercer aniversario del volcán de La Palma deja silencio y olvido
España
Casi 1.100 días después de que el Tajogaite comenzara a expulsar lava, cientos de palmeros siguen sin una vivienda y sin servicios básicos
21 Sep 2024. Actualizado a las 16:19 h.
«Todos los que estábamos allí no lo olvidamos y me atrevo a decir que no lo olvidaremos». Quien firma esta frase es Stavros Meletlidis, investigador del Instituto Geográfico Nacional (IGN). Este vulcanólogo griego estaba a unos kilómetros cuando, de repente, la tierra rugió. «Acababa de atender a la televisión pública canaria. Giramos la cabeza y empezamos a ver la columna de humo y cenizas», recuerda.
Los registros del IGN lo tienen inscrito para la historia. «A las 15.10 horas local del día 19 septiembre del 2021 inicia la erupción en la isla de La Palma en la zona de Cabeza de Vaca, en el municipio de El Paso, después de una intensa actividad tanto sísmica como de deformación, registrada desde el día 11 de septiembre». Han pasado 1.096 días, el Tajogaite ya no ruge. «Ahora hay silencio, mucho silencio», dice Francisco Rodríguez, habitante de La Palma y presidente de la Asociación de Tierra Bonita. «Lo hay del volcán y de la administración. Nadie, ninguna ha estado a la altura», se queja.
La tierra se resquebrajó y la vida de miles de personas se despedazó. «Mi familia y yo perdimos todo», cuenta Diana Gómez, vecina de Todoque. La colada de lava tardó 40 días en llegar a la casa de sus padres y de sus hermanos. Cinco vidas de cinco familias sepultadas bajo metros de basalto, lava solidificada y rocas.
Como la de la familia Gómez Leal, el Tajogaite arrasó 1.344 viviendas más, 16 colegios, 44 locales de ocio y restaurantes, 75 industrias y casi 400 hectáreas de cultivo. ¿Y tras tres años? «Nada», responde Gómez. «Sí, tres años de maltrato, de olvido», apunta Rodríguez. «Nos duele que el mensaje que os llega es de que todo está bien. Incluso pasa en otras islas como Tenerife», denuncia el presidente de la Asociación Tierra Bonita. «Llega el mensaje de los políticos de que todo va bien, de las promesas y del dinero», afirma. «La realidad es otra», lamenta.
La herida del último volcán canario, aunque él «se está enfriando» -señala Inés Galindo, jefa de la unidad territorial del Instituto Geológico y Minero en Canarias-, sigue abierta. «Y la fractura social es patente», alerta Rodríguez. También se enfrían las ayudas, advierten. «Llegan a cuentagotas y tarde», dice Gómez. Ella vive de alquiler en un piso. Otros lo hacen en contenedores oxidados y otros. Otros en caravanas «que les acaban de cortar la luz y el agua», claman ambos.«¿Dónde están las viviendas públicas prometidas?», se pregunta Rodríguez. «No han llegado», replica Diana Gómez. Sí lo ha hecho la especulación. «Conozco gente -explica Rodríguez- que ha pagado suelo rústico casi a precio de urbano». Es el caso de la familia de Diana. «Solo los damnificados podíamos hacerlo», recalca. »¡Pero a qué precio!«, exclama el presidente de Tierra Bonita. «La administración te deja hacerlo, pero es un doble castigo porque lo tienen que hacer todo sin ayuda las familias y si preguntas: silencio», apostilla.
La vida nace Mientras el silencio reina a los pies del Tajogaite, a unos pocos kilómetros del Valle de Aridane, la vida se abre paso. «No podemos hablar estrictamente de renacer, sino más bien de nacimiento», asegura Néstor Echedey, miembro del grupo de Biodiversidad y Conservación (Biocon) de Ecoaqua, un centro de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.
En los 85 días de erupción, el volcán arrojó millones de metros cúbicos de lava, que, lentamente, avanzaban sobre territorio palmero hasta llegar al Atlántico. «Era un paraje desolador, ahora han llegado nuevas especies que están empezando a colonizar la zona», destaca Echedey. «Lo que nos quitó, ahora poco a poco nos lo da», destaca Manuel Negro, responsable de acción comercial del Centro de Iniciativas y Turismo Insular La Palma (CIT). Él, cada mañana al coger su coche, ve a lo lejos de forma imponente el Tajogaite y también lo hacen miles de turistas que viajan a la isla bonita. «Aquí no es ir a la playa, aquí hablamos de naturaleza y senderismo», responde Federica Ceiner, CEO de La Palma Natural. Esta italiana, afincada desde hace más de una década en La Palma, ha visto cómo el volcán le ha devuelto parte de lo que le quitó. «Le contamos la historia a los que vienen y lo hacemos de primera mano», explica.
«El turista internacional desconoce mucho La Palma y muchos se han quedado con que hay un volcán y de vez en cuando les llega que si hay terremotos o gases», destaca. «Tenemos que luchar con eso. Vivir y venir a La Palma es seguro», defiende.
Un volcán «en fase de enfriamiento» en una isla «totalmente activa»
Este pasado agosto, los más de 1.000 medidores de gases en La Palma comenzaron a pitar. «La concentración de gases en la zona del Puerto Naos empiezan a aumentar», alertaban los expertos. «No hay una reactivación, eso que quede claro», detalla Inés Galindo, jefa de la unidad territorial del IGME en Canarias. «Es muy poco probable que el Tajogaite se vuelva a activar, no es muy normal en este tipo de volcanes», explica Stavros Meletlidis, experto en vulcanología en el Instituto Geográfico Nacional.
Casi 1.100 días después, La Palma se ha convertido en un auténtico laboratorio científico al aire libre. «Cada vez vienen más investigadores de muchas partes del planeta», destaca Manuel Negro, responsable de acción comercial del Centro de Iniciativas y Turismo Insular La Palma (CIT). El Tajogaite permitió seguir en tiempo real una erupción y sus días previos. «Es todo lo que hemos estudiado en libros, ahora es en tiempo real», comenta Néstor Echedey, miembro del grupo de Biodiversidad y Conservación (Biocon) de Ecoaqua, un centro de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.
Ahora, la vigilancia se centra en cómo la herida del volcán se cierra. «Hay puntos de las coladas a 400 grados y en el cráter principal está a más de 600», apunta Galindo. «Eso no quiere decir que vuelva a activarse, sí lo está la falla de Cumbre Vieja y el magma se mueve. La isla sigue formándose», explica Meletlidis.