La Voz de Galicia

Los corazones sin cables llegan para quedarse

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Elisa Álvarez

El complejo hospitalario de Santiago fue pionero a nivel nacional e internacional al implantar este tipo de marcapasos que evitan complicaciones relacionadas con los cables y la batería de los sistemas convencionales. El CHUS ha puesto más de un centenar en tres años, y el Chuac y el Chuvi ya se han incorporado a estas nuevas técnicas

15 Apr 2018. Actualizado a las 05:00 h.

Un marcapasos es una batería que genera impulsos. Cuando el corazón no es capaz de articular su propio sistema eléctrico para conseguir que este órgano se contraiga, es necesario implantar un sistema artificial. El convencional consiste en una batería que se coloca de forma subcutánea, habitualmente encima del pectoral, y que se conecta a un cable que se ancla en el ventrículo o en la aurícula derecha. ¿Qué ocurre? Que este tipo de sistemas en ocasiones producen complicaciones. La primera de ellas es que los cables van por dentro de las venas y se pueden romper. No es frecuente, pero puede ocurrir. No obstante el problema más importante es otro, y tiene nombre, endocarditis, una infección que no se cura con un tratamiento antibiótico, por lo que la única solución es retirar todo el marcapasos, con cable y baterías. Hay un tercer agravante en los dispositivos tradicionales, que afecta sobre todo a los pacientes mayores, y es que hay enfermos que acostumbran a tocarse la batería con frecuencia, «lo que aumenta el riesgo de producir úlceras en la piel que la recubre», explica el jefe de Cardiología del Complejo Hospitalario de Santiago (CHUS), José Ramón González-Juanatey. Incluso, añade este cardiólogo, hay personas que al tocar esta batería han conseguido arrancar el cable y hacer un ovillo alrededor de la batería.

 

Para evitar este tipo de problemas han comenzado a implantarse los marcapasos sin cables, a los que todavía les queda mucho futuro por delante. Y es que aunque llevan años realizándose intervenciones de este tipo, de momento solo se recomiendan para determinado tipo de pacientes. El CHUS es pionero. Lo es a nivel nacional, e incluso recibe a expertos de fuera de España para aprender a desarrollar esta técnica.

El marcapasos sin cables no necesita ni de una batería en el pecho ni, como su nombre indica, cables que la conecten con el corazón. Se trata de un dispositivo pequeño, con forma de pila y de una longitud apenas más grande que una moneda de euro, que se ancla en el endocardio del ventrículo derecho. El dispositivo ya lleva integrada la batería y el sistema de estimulación del corazón. Y además tiene conexión externa, es decir, se puede programar o conocer cuánto le resta de batería.

El CHUS ha implantado más de un centenar en los más de tres años que lleva utilizando esta técnica, pero sigue poniendo cada año unos 400 marcapasos convencionales. ¿Por qué? Porque de momento no todos los pacientes son subsidiarios de acoger estos implantes. En primer lugar la intervención es más complicada y no está exenta de problemas. Se necesita un buen entrenamiento porque hay que llevar el dispositivo a través de una cánula gruesa y rígida hasta el ventrículo derecho, lo que puede provocar que se perfore este ventrículo; y segundo la técnica de anclaje también debe ser buena, porque de lo contrario el marcapasos podría no adherirse y soltarse. «Por eso nosotros ayudamos a los centros que empiezan a realizar estas intervenciones, porque hay que minimizar los riesgos al máximo», afirma Juanatey, quien asegura que, «esta técnica va a tener un desarrollo extraordinario».

De momento está indicada para pacientes que han tenido que quitarse un marcapasos por endocarditis, porque este sistema reduce el riesgo de infección; y para aquellos de edad avanzada que tengan una expectativa de vida que más o menos coincida con la del marcapasos, para que no haya que cambiarlo. ¿Y cuánto dura? Lo mismo que uno convencional, una media de siete años. La diferencia es que de momento si este marcapasos sin cables deja de funcionar no se retira, por lo que habría que poner otro a mayores.

«Estoy convencido -apunta Juanatey- de que llegará un momento en el que se podrá recargar externamente la batería, por lo que no habrá que implantar uno nuevo», cuenta. No solo eso, el futuro también pasa porque estos sistemas puedan ponerse también en la aurícula, porque de momento solo se implantan en el ventrículo. Los complejos hospitalarios de Vigo y A Coruña se han sumado ya a esta técnica «en la que tenemos una amplia experiencia y prácticamente ausencia de complicaciones», indica el jefe de cardiología del CHUS.

Este es uno de los grandes avances en estimulación cardíaca. No es el único. Porque el músculo del corazón falla, pero ya hay tecnología para suplir estas carencias del órgano responsable de bombear la sangre en el cuerpo humano. Como la resincronización cardíaca, para aquellos pacientes en los que este músculo tenga dificultades para contraerse. Se trata de un sistema para personas con insuficiencia cardíaca que activa varios puntos a la vez en el corazón, y permite mejorar su eficiencia contráctil. El tercer campo es el de los desfibriladores, que detectan arritmias que pueden provocar una muerte súbita, aplican una descarga al corazón, evitando este fatal accidente.

Envejecimiento

Aunque habitualmente son otro tipo de enfermedades las que se relacionan con el envejecimiento, las del corazón también están intrínsecamente ligadas, por lo que se han convertido en un problema de primer orden en los países desarrollados. En torno al 2 % de la población adulta padece una insuficiencia cardíaca, una prevalencia que aumenta exponencialmente con la edad. La incidencia antes de los 50 años no llega al 1 %, pero con la edad se va multiplicando hasta superar el 8% entre los mayores de 75. Según un informe publicado en la Revista Española de Cardiología, esta patología es la causa de entre el 3 y el 5 % de los ingresos hospitalarios y la primera causa de hospitalización de mayores de 65.

Galicia, a la cabeza

Esta revista científica recoge también datos del número de marcapasos implantados. El informe del año 2015 apunta que comunidades como Galicia, Castilla y León y Asturias registran, al igual que en años previos, el mayor número de implantes por millón de habitantes, con más de 1.000 unidades por millón, seguidas de Aragón y País Vasco, con más de 900 unidades.

 


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