«Esto es un proyecto de vida conjunto»
Ferrol
Una familia que veranea en Chanteiro ha recorrido medio mundo junto a sus tres hijas gracias a su trabajo en la ayuda humanitaria
28 Jul 2021. Actualizado a las 00:17 h.
Clara Gamiz de Luna y su pareja Pablo son unos habituales de las playas de Chanteiro (Ares) durante los meses de verano. Sin embargo, su estilo de vida está muy lejos de ser sedentario. En los últimos años, la pareja ha recorrido medio mundo trabajando en distintas organizaciones de ayuda humanitaria.
Actualmente, Clara trabaja en el Comité Internacional de Rescate, una de las grandes oenegés norteamericanas con base en Bogotá y Pablo desarrolla sus funciones en una agencia de Naciones Unidas. En su puesto como directora de programas, Clara organiza la atención a la población refugiada venezolana y a las personas desplazadas en Colombia a causa de la crisis humanitaria.
Desde Colombia viajaron este año para reunirse con la familia en la parroquia de Cervás junto con sus tres hijas. Desde su nacimiento, las niñas han acompañado a sus padres a lo largo de los diferentes destinos y a su corta edad ya han recorrido un gran número de países. «Son niñas con una gran capacidad de adaptación, este modo de vida es muy enriquecedor pero también es duro, sobre todo cuando van creciendo y tienen que dejar atrás sus vidas», dice la madre.
Cooperación
Si se le pregunta cuál fue el detonante que le llevó a escoger este modo de vida, Clara no lo duda: «Yo estudié Economía, pero sabía que lo que quería era trabajar en cooperación. Necesitaba poder contribuir a reducir las desigualdades e intentar satisfacer las necesidades de países que se encuentran en un estado de vulnerabilidad» afirma. Y así fue. Recién entrada en la veintena, Clara se fue de España en busca de voluntariados a Nicaragua, donde desarrolló actividades de refuerzo a hospitales y asistencia básica. Años después ya estaba trabajando profesionalmente en Haití gestionando programas de educación y construcción de escuelas.
A partir de aquí no ha parado: Angola, El Líbano, Sri Lanka, Panamá... Y siempre en compañía de su familia. «Para Pablo y para mi esto es un proyecto de vida conjunto, por lo que hemos tratado de conciliar el trabajo para mantenernos cerca», comenta Clara.
Por esta razón, cuando decidieron formar una familia tampoco se echaron atrás. Lejos de plantearse abandonar su trabajo, decidieron adaptarlo para conseguir una mayor estabilidad y condiciones óptimas para criar a las niñas. «La gente tiene que entender que hay sitios en los que se puede vivir perfectamente trabajando en temas de ayuda humanitaria», señala Gamiz y apunta que «todo tiene su momento en la vida. Cuando eres joven puedes permitirte trabajar en unas condiciones mas arriesgadas. Ahora las niñas anhelan la seguridad de Galicia y la libertad que conlleva. Planean venir a la universidad».
300 profesionales a su cargo
Para la cooperante, los años y el desarrollo profesional la han llevado a dirigir un programa valorado en casi 20 millones de euros con 300 profesionales a su cargo, y aunque reconoce que echa de menos trabajar en acciones directas, considera que el salario y las condiciones de vida deben adaptarse para animar a impulsar la profesionalización del sector. «No puede ser solo un tema de voluntariado, debemos tomar conciencia de que esto es un trabajo en el cual se invierte mucho dinero para dar respuesta a mucha gente, por lo que debe hacerse de forma reglada», defiende Clara. En cuanto al futuro, dice: «Uruguay es el próximo destino para Pablo y las niñas pero yo sigo en Colombia. A ver qué nos depara», finaliza.