La Voz de Galicia

El turismo rural de A Coruña se reivindica: no confundir con viviendas turísticas en el rural

Ferrol

ANA F. CUBA FERROL / LA VOZ
Galería exterior y parte de la construcción de la Casa do Castelo de Andrade, en Pontedeume

El sector, con 158 alojamientos registrados en la provincia, se defiende de la competencia «desleal» con trato personalizado y calidad del servicio, las instalaciones y el producto que ofrece

11 Jul 2024. Actualizado a las 17:13 h.

Las casas de turismo rural tienen poco que ver con las viviendas de uso turístico (VUT) del rural, más allá de su emplazamiento. En la provincia de A Coruña hay 158 registradas (el 30 % de toda Galicia), según los datos de Turismo, aunque alguna ya no opera como tal, reconvertida en VUT, por el menor coste que entraña para los propietarios. El turismo rural, sin aperturas desde hace años, se reivindica frente a la competencia «desleal». José Picallo dirige la Casa do Morcego, en Vilarrube (Valdoviño), la última que se rehabilitó en Ferrolterra y Ortegal con fondos europeos del programa de desarrollo rural (Proder), y enumera las fortalezas del sector: «A forma de traballar, cun trato personalizado; a exaltación do produto local; a seguridade que ofrecemos (sistemas de alarmas, contra incendios, etcétera); a calidade e os controis sanitarios das augas e de todos os produtos; a xeración de postos de traballo, algúns temporais; o labor de embaixadores da zona que facemos...».

José Picallo, en la finca de la Casa do Morcego, en Vilarrube (Valdoviño)JOSE PARDO

Señala, además, las instalaciones, inmuebles con al menos medio siglo de historia, rehabilitados y acondicionados. Picallo, que preside la Asociación de Turismo Sostible de Galicia, defiende este tipo de negocios —«o investimento inicial é moi grande, gastas o que tes (aforros) e o que non (crédito), e hai anos que todo o que gañas vai para mantemento e mellora da casa»— y el resto de establecimientos turísticos «ben regulados», a diferencia de las VUT: «Aínda que parezan máis baratas, non o son, porque non dan ningún servizo; pero eu podo meter catro persoas por habitación, e iso está controlado, mais algunha VUT de dous dormitorios ofrece 19 prazas». Hospedarse en una casa rural en temporada alta oscila entre los 80 y los 140 euros por noche en habitación doble y con desayuno.

 

Casa Castiñeira, en Muxía

Belén Liñeiro es la encargada de Casa Castiñeira, un inmueble que adquirió Manuel Castiñeira hace 50 años, a 12 kilómetros de Muxía. «Los propietarios habían emigrado a Argentina y mi abuelo la compró. Mis padres decidieron rehabilitarla y la llevamos mi madre y yo desde 2008», relata. Hace unos años que montaron la piscina, para uso de los huéspedes de las nueve habitaciones, y esta temporada estrenan un apartamento-suite, que alquilan a unos 150 metros.

Fachada principal y finca de Casa Castiñeira, situada a 12 kilómetros de MuxíaCEDIDA

«Vivo y trabajo exclusivamente para esto. De noviembre a marzo abrimos los fines de semana, salvo que aparezca un grupo, y el 1 de abril iniciamos la temporada», explica. Cerca del 80 % de la clientela es nacional —«buscan el fresco y valoran la tranquilidad, sin ruido, y dormir con manta, sin aire»— y los gallegos acuden, sobre todo, «en las escapadas» de otoño o invierno. Belén y su madre preparan con mimo los desayunos, con bizcochos y repostería casera. «Es trabajo, pero gratificante —destaca—. Conoces a mucha gente, haces amistad... repiten, algunos reservan con mucha antelación y quieren siempre el mismo dormitorio».

 

A Casa de Torre Branca, Santiago

El proyecto inicial de A Casa de Torre Branca, a diez minutos en coche de Santiago, lo pusieron en marcha en 2008 los padres de Sofía Martiño, al frente del negocio desde 2020 junto a su hermano, que ya se había incorporado un par de años antes. La construcción, que data del siglo XVII (es anterior al cruceiro, de 1699) pertenece a la familia «desde hace varias generaciones». Con nueve habitaciones —parte acondicionadas en los viejos establos—, terraza y jardín, suele estar llena de mayo a octubre: «La ocupación es bastante alta». El turismo nacional copa julio y agosto y en primavera y otoño abundan los extranjeros, muchos peregrinos, justo después de haber completado su ruta a Compostela.

Jardín y terraza de A Casa de Torre Branca, en Senande, a diez minutos en coche de SantiagoJOSÉ RAMÓN LORENZO GARCÍA

En verano, las estancias se alargan hasta los 15 días y muchos huéspedes utilizan la casa como eje de sus vacaciones, para visitar «Fisterra, un día; otro, las Cíes, A Coruña, la playa de As Catedrais, Santiago... porque son distancias muy asequibles desde aquí», detalla. Aparte de las reservas directas, tanto A Casa de Torre Branca como la mayoría de los alojamientos operan a través de la plataforma Booking: «Es un escaparate que te permite llegar a mucha más gente de países a los que sería muy difícil entrar. Han venido de China, Australia... muchos por el Camino, porque lo han hecho o tienen pensado hacerlo, o de visita cultural».

 

Casa de Sixto, en Paderne

El tatarabuelo de María José Faraldo fue quien construyó la actual Casa de Sixto, que gestiona con su marido, José Soto, desde 2006 en Paderne, en plena Reserva da Biosfera de As Mariñas Coruñesas e Terras de Mandeo. Con la reforma ganaron cuartos en la parte alta y en las cuadras, y son nueve las estancias para dormir, aparte de un salón «muy grande» que conserva la lareira o el horno originales. Funciona todo el año, igual que la Casa do Morcego, Casa Castiñeira y A Casa de Torre Branca, y dejó hace tiempo las comidas y las cenas para centrarse en el hospedaje y los desayunos. «Los cuidamos mucho, pero no es un buen negocio, es un servicio complementario», remarca Soto.

Casa de Sixto, en Paderne, en plena Reserva de la Biosfera As Mariñas Coruñesas-Terras do MandeoJUAN DE LOS RÍOS

El representante en la Mesa de Turismo de la Asociación de Desenvolvemento Rural Mariñas-Betanzos y socio del colectivo Ecoturismo de España afirma que «se puede vivir de esto». ¿Qué buscan quienes se alojan en un establecimiento de este tipo? «La persona que los atiende; el hospedaje, que sea cómodo; y el entorno, la naturaleza. Es a lo que vienen», responde. Cuenta que pese a la cercanía de la playa de Miño, muchos prefieren desplazarse a San Andrés de Teixido. De su pasado como agente inmobiliario no añora nada.

 

Casa do Castelo de Andrade

En Pontedeume se encuentra la Casa do Castelo de Andrade, que un día, hace varios siglos, pudo pertenecer al conde de Andrade. «Aunque la estructura actual no es de la época del castillo [erigido en el siglo XIV], sí queda una parte contemporánea de la fortaleza. Habría sido la granja de la que se abastecía la guarnición de 50 soldados [...], y la finca sería uno de los puntos donde cazaba el conde», narra el eumés Alberto Molares, quien, después de años viviendo en Madrid quiso regresar y tras un tiempo explorando por Asturias y el sur de Galicia se topó con esta vivienda, abandonada desde hacía seis décadas. Fue gracias a su hermano, buen conocedor de toda la zona.

El propietario, Alberto Molares, en una de las estancias comunes de la Casa do Castelo de Andrade, en PontedeumeJOSE PARDO

Las obras duraron dos años: «Tuvimos que rehabilitar la casa y también la finca, que estaba invadida de eucaliptos, parecía una selva». Aprovecharon los muros de piedra de la edificación principal, no así los distintos alpendres, por lo que levantaron otros nuevos para albergar las calderas, los utensilios de jardinería o la lavandería. Desde la pandemia ofertan solo ocho de las diez habitaciones (a las otras dos les han dado otros usos), y como ya hacían antes, abren desde junio-julio a octubre-noviembre.

La Casa do Castelo de Andrade funciona desde hace más de dos décadas. «Los mejores tiempos fueron los años de antes de la crisis inmobiliaria y financiera. El margen de rentabilidad ha disminuido [...], cada vez hay más alojamientos de todo tipo», subraya. Molares concluye que los huéspedes «valoran el esfuerzo y la dedicación que hay detrás de todo esto, no solo el romanticismo», y ve claro que «estos no son negocios para amortizar». Como anécdota, apunta que entre sus clientes —muchos muy fieles— «hay gente de origen portugués, de Latinoamérica o Estados Unidos con apellido Andrade, que vienen porque piensan que sus ascendientes eran de aquí».

 


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