Alivio en Cabanas tras la detención del presunto asesino de Elisa Abruñedo: «Por fin, isto era un sinvivir»
Cabanas
Vecinos de la familia de la víctima respiran más tranquilos con el arresto del sospechoso
18 Oct 2023. Actualizado a las 17:33 h.
«Tenemos la esperanza de que pillen al asesino y no destroce a otra familia». Es lo que decía hace diez meses Adrián Fernández, el hijo mayor de Elisa Abruñedo, la mujer de Cabanas asesinada hace diez años y cuyo presunto asesino fue detenido este martes por la Guardia Civil. Su deseo, y el de toda la familia, puede haberse cumplido, pero su hermano pequeño, Álvaro, respondió con un «no quiero hablar», entreabriendo durante unos segundos la puerta de la casa familiar en la que siguen viviendo los hijos de Elisa. La detención del presunto asesino de su madre ha vuelto a revivir el suceso ocurrido el 1 de septiembre del 2013, cuando Elisa Abruñedo salió a pasear sola por el monte y ya no regresó. Apareció su cadáver pocas horas después cerca de su casa. La Guardia Civil buscó al asesino desde entonces y las pesquisas parecen haber dado sus frutos.
Elisa Abruñedo vivía junto a su marido y sus dos hijos en una casa unifamiliar de la parroquia cabanesa de Lavandeira, en un cruce de carreteras. A pocos metros se encuentra Taberna Feal, dirigida por José Manuel Feal. Con el mandil puesto, servía esta mañana cafés, vendía boletos de lotería o paquetes de tabaco, mientras el bullicioso bar se llenaba de algunos periodistas y vecinos de paso entre A Capela y Cabanas. «Estamos moi satisfeitos coa detención», resumía José Manuel, quien conocía a Elisa y a su familia, aunque no solían frecuentar el bar. Difícil no conocerla porque «este é un núcleo pequeno, todos nos conocemos». En la taberna solían parar también grupos de cazadores que frecuentaban la zona, a medio camino entre la localidad de As Pontes y Cabanas, y José Manuel conocía de vista al presunto asesino, a Roger Serafín Rodríguez: «Non é de lonxe, coñecía de velo por aquí».
Los Fernández Abruñedo tenían pocos vecinos. Una de las más cercanas a Elisa es María José, Marisa, que se muestra muy afectada porque la detención ha vuelto a revivir aquellos días de septiembre del 2013. Cuando leyó que habían detenido al presunto asesino, «pensei: por fin. É un alivio, para os fillos, para a nai, os irmáns, para todos». Y es que, confiesa, estos diez años fueron un «sinvivir, día tras día, sempre pensando quen é, onde está [o asesino]». Diez años en los que los vecinos de Elisa, también Marisa, vivieron con miedo: «Eso de sair a camiñar, acabouse hai dez anos», reconoce. Y es que Marisa solía acompañar a Elisa en sus paseos por los montes que rodean Lavandeira. «Ía camiñar con ela, pero ese día cadrou que non, porque as netas eran pequenas e as tiña na casa». Aún recuerda la última vez que vio y habló con Elisa. «Pasou por aquí ese mesmo día e díxome '¿quieres venir? Voy a dar una vuelta'. Non podo que teño ás netas. 'No, ya veo, ya veo, pues voy a dar una vuelta'. Esa vuelta, esa vuelta», lamenta.
Marisa conocía a Elisa desde que la mujer asesinada se fue a vivir a Lavandeira cuando se casó. «Que vou dicir? Como veciña era buenísima». Al presunto asesino no lo conocía de nada: «Xa era hora de que o detiveran».