La Voz de Galicia

Restaurante A Cepa, en Cariño: «En 40 años nunca habíamos tenido tanto agobio para encontrar personal»

Cariño

ANA F. CUBA CARIÑO / LA VOZ
Clotilde y Feliciano, fundadores de A Cepa, con su hija, María del Mar, y su nieta Ainara, de siete añosClotilde y Feliciano, fundadores de A Cepa, con su hija, María del Mar, y su nieta Ainara, de siete años

La Goleta, en O Barqueiro, solo servirá comida para llevar este verano, y otros locales de la comarca buscan refuerzos para la temporada que arranca este sábado

01 Jul 2023. Actualizado a las 21:07 h.

«Nunca habíamos tenido tanto problema para encontrar personal, es nuestro principal agobio», reconoce Clotilde Domínguez, ya jubilada, igual que su marido, Feliciano Barcia. Esta ourensana de 77 años y este cariñés de 83 se conocieron en Venezuela, retornaron en 1974 con gemelos de nueve meses y se asentaron en Cariño, donde nació la benjamina, María del Mar. Clotilde montó un bazar y Feliciano entró en la cetárea, hasta que empezó a decaer y se decidieron a cerrar el comercio y montar el mesón A Cepa, nombre elegido «como símbolo de buen vino», recalca este empresario. Repite que su mayor recompensa en los 40 años de trayectoria del local ha sido «ver la satisfacción de los clientes».

El negocio se fue ampliando. «Hicimos un comedor en la parte de atrás y años después levantamos dos plantas de habitaciones [14]», relata Clotilde. Así hasta convertirse en el hostal restaurante A Cepa, establecimiento de referencia en la entrada de Cariño. «Yo siempre estuve en la cocina, con ayuda de alguna empleada», señala. Recuerda «los años buenos, cuando aún funcionaban las fábricas, sobre todo la de Carrodeguas, a diario mitad del comedor era para ellos, directa o indirectamente, entre viajantes, representantes... pero eso desapareció, igual que la flota, la lonja y la cofradía [en pie, pero sin apenas actividad]». «Sin nada de industria, en invierno no queda nadie en Cariño —sentencia—, sin empleo, los jóvenes se tienen que marchar fuera».

«Fuimos ampliando y haciendo reformas, a base de créditos, y los podíamos pagar, pero hoy, sin deber nada a nadie, cuesta trabajo mantener la puerta abierta y poder sobrevivir», remarca la que fue jefa de los fogones. Sin gente para trabajar, insiste, «la situación se complica». En la cristalera de la fachada lleva tres meses un cartel con el mensaje «se necesita personal». Pero de poco ha servido: «Muchos no quieren jornada completa y en verano mi hija necesita ayuda todos los días». Esta ourensana, que aún conserva el acento venezolano (dejó su tierra con 11 años, con su familia), reclama que la Administración agilice los trámites para legalizar la situación de los inmigrantes que residen en la zona: «Nosotros llegábamos [a otros países] y ya podíamos empezar a trabajar, no me explico tanta demora cuando falta tanta mano de obra en España. Y mi hija no puede correr el riesgo de meter en el negocio a gente extranjera sin documentación».

Clotilde heredó de su abuela las dotes culinarias, que ha transmitido a uno de sus hijos mayores, funcionario. A Cepa conserva sus recetas. El pescado a la plancha o en caldeirada, el marisco, el bonito en rollo o el pulpo en cazuela son algunos de los platos que preparan. A menos de 40 kilómetros de Cariño, en O Barqueiro (Mañón), Ana Domínguez encara una temporada diferente en A Goleta, el hospedaje y restaurante que gestiona con su marido, Ramón Real, desde hace más de tres décadas. Si el verano pasado limitaron el servicio en sala al mediodía, por escasez de plantilla, este año han optado por suspender la atención en el local, salvo para servir pedidos para llevar, a mediodía y a la hora de la cena, todos los días menos el lunes.

Solo darán desayunos y cenas en el comedor a los huéspedes del alojamiento. «Si buscas no encuentras [...], en cocina tengo una persona que lleva conmigo 28 años, y estaremos las dos. Ya va una quemada, pagamos justos por pecadores. Todas las camareras que hemos tenido hasta ahora estaban encantadas, pero les surgen empleos para todo el año o en otros sectores, y se van, y alguna también tuvo que dejarlo por problemas de salud», detalla.

A Goleta siempre ha compaginado la atención en el local con la comida para llevar. Este verano, sus clientes podrán seguir degustando en casa o en la playa el arroz con bogavante, los calamares encebollados, el pulpo a la plancha, el bacalao al horno o el cordon bleu, algunos de sus platos clásicos. En Casa La Madriña, en Taraza (Meirás, Valdoviño), necesitan un refuerzo para la sala. «Tenía todo el equipo, pero una chica se va», indica su propietaria, María José Vilar. «Si no aparece nadie tendremos que correr los que estamos, pero eso hace que vayamos todos más estresados [...]. A los comensales no les gusta esperar», apunta.

En el restaurante Casa Claudina, junto a la playa de San Xurxo (Ferrol), afrontan la temporada más fuerte del año sin urgencias. «Pero si hay algún refuerzo lo cogemos», dice Fernando Montero, dueño del establecimiento. Defiende al gremio, aunque admite que «en todos los trabajos hay empresarios que explotan, y para eso están los sindicatos y la inspección». Y culpa de la falta de mano obra «a las paguitas (tienen que existir, pero para gente en exclusión social, no para alguien que puede trabajar) y al empleo en negro».


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