La Voz de Galicia

De Madrid a Cerdido para montar cabañas turísticas: «Mi ilusión desde pequeño era vivir aquí»

Cerdido

ANA F. CUBA CERDIDO / LA VOZ

Haras de Bordo, un campamento turístico en el corazón de Cerdido

Mario James, con raíces en Vilarrube, aparcó su carrera de abogado y su pareja, Gladys García, compagina este proyecto con el teletrabajo en una multinacional

08 Oct 2024. Actualizado a las 11:21 h.

La abuela paterna de Mario James Núñez de Valverde (Madrid, 1985) nació en Vilarrube (Valdoviño) y los antepasados gallegos de este abogado madrileño eran de Lamigueiro, el mismo valle en el que él y su pareja viven ahora, en Cerdido. Gladys García Schulze nació en Madrid en 1986. Su padre, español, y su madre, alemana, se conocieron en Berlín, y ella se crio en Valdemorillo. De la sierra madrileña se mudó a Alicante, luego a Fráncfort, regresó al pueblo y tras diez años en Alicante y nueve en la capital, hizo la maleta y emprendió viaje hacia Os Casás, en Cerdido.

Mario se adelantó. «Siempre había pasado las vacaciones aquí, desde pequeño todo el año pensaba en venir, es el lugar que me fascinaba, mi ilusión era terminar aquí en un momento u otro, no sabía si iba a ser posible ni cuándo», confiesa. Aun durante la década que ejerció de letrado en Madrid, su hogar estaba en el campo: «Siempre tuve caballos y tenía que cuidarlos». Unos meses antes de conocer a su pareja, compró una casa en el lugar de Bordo (en la parroquia de Os Casás), con la idea de rehabilitarla y «desarrollar algún proyecto»: «Era una ruina, sin luz, sin puertas...». «Y con muchos murciégalos», apunta Gladys. Aprovechaban las vacaciones y muchos fines de semana para ir reconstruyendo, poco a poco, la vivienda. Hasta que a finales de 2019, Mario se quedó sin trabajo y decidió cumplir su sueño. Poco después, el día antes de la declaración del estado de alarma por la pandemia, Gladys cogió la maleta con la intención de pasar «las dos semanas» de confinamiento con su pareja en Bordo. Y ahí siguen.

En estos últimos cuatro años, Gladys ha compaginado el teletrabajo en el departamento de ventas de una multinacional norteamericana con la aventura rural. Mario se ha dedicado por entero al proyecto de campamento turístico sostenible, con la construcción de dos cabañas de madera destinadas al turismo «responsable, respetuoso con el entorno y con una atención cercana y personal». En realidad son tres: la recepción y dos alojamientos, que complementarán en verano con dos tipis. A finales de año esperan que todo esté listo y poder solicitar la licencia de apertura, para abrir la próxima primavera.

Las cabañas, elevadas sobre el suelo, se encuentran en el terreno situado por arriba de la finca de su casa, un antiguo eucaliptal que compraron y han transformado en un bosque de árboles autóctonos y plantas tropicales. «A Mario le apasiona la botánica y dedica mucho tiempo a buscar especies que se adapten bien a este clima, que aun siendo atlántico es más cálido», cuenta Gladys. Buena parte del trabajo lo han realizado con sus propias manos, a veces con ayuda de familiares, amigos y vecinos. «Ver que confían en el proyecto ya es una ayuda», remarca Mario, que ha supervisado todo el proceso. «Todo se ha ido ralentizando, por los permisos y porque dependes de terceros para la estructura, la electricidad...», explican. Las cabañas, de madera y pizarra y con grandes cristaleras, tienen vistas al valle. Cuentan con un salón con estufa de leña y chimenea, baño, cocina y terraza con bañera de hidromasaje. Han mimado los interiores y el exterior para dar forma a este espacio autosuficiente —levantado con materiales locales y alimentado con energía solar fotovoltaica—, donde serán bien recibidas las mascotas y donde algún día crecerá un huerto del que podrá abastecerse directamente la clientela.

En la otra finca pastan los caballos, con un papel clave en este proyecto. Además de un lugar «donde desconectar y descansar», Haras de Bordo, nombre del campamento (en Latinoamérica haras significa «establecimiento dedicado a la cría de caballos»), ofrecerá «actividades para que los huéspedes disfruten de la naturaleza, desde rutas a caballo a la observación del cielo nocturno [en Bordo, sin más casas habitadas que la suya, apenas hay contaminación lumínica] o desayunos con productos locales».

 

Rutas a caballo

Además de poder montar a caballo, podrán utilizar el servicio de bicicletas eléctricas. «Queremos potenciar el entorno, los pequeños comercios de la zona y los proveedores de servicios, iniciativas muy interesantes que han ido surgiendo estos años», recalcan. Como parte del territorio del Xeoparque do Cabo Ortegal, pretenden impulsar «el turismo activo» y ya piensan en organizar talleres o retiros temáticos durante la temporada baja.

«Nuestra idea es poder guiar a la gente con interés en descubrir este paraíso con paisajes de naturaleza salvaje», recalca Gladys. Reivindican el uso del ferrocarril como un medio para conocer la zona. En Instagram (@harasdebordo) han ido mostrando la evolución del proyecto de Haras do Bordo, a pocos minutos andando de la Fraga dos Casás, otro rincón mágico de la comarca.


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