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Día uno en la nueva plaza del Callao de Ferrol: alivio, primeras infracciones y ni rastro de adoquín

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Peatones cruzando ayer por el paso de cebra del Callao, una vez restablecido el tráfico.Peatones cruzando ayer por el paso de cebra del Callao, una vez restablecido el tráfico.

Los conductores estrenaron satisfechos el liso pavimento de hormigón y sin baches «por moitos anos», asegura el Concello

23 May 2022. Actualizado a las 21:35 h.

Los conductores dejaron de contener la respiración y de contraer brazos y piernas al adentrarse en el espacio ferrolano con más hundimientos por metro cuadrado. La plaza del Callao ya es otra. Pasaban de las nueve y media de la mañana cuando los obreros retiraban las vallas que desde hace un mes impedían la circulación por uno de los puntos con más trasiego de la ciudad. Franqueaban así el paso hacia un escenario inédito: el de una calzada totalmente lisa, sin accidentes sobre el terreno y, sobre todo, sin adoquín.

Después del preestreno del firme que supuso el sábado el paso de la carrera solidaria de la Semana da Seguridade Viaria, este lunes le tocaba el turno a los vehículos. El día uno del nuevo Callao sorprendía a conductores y viandantes. «Tiene muy buena pinta», aseguraba un comerciante de la zona. Y un hostelero, crítico al inicio de las obras en la zona, reconocía ajetreado tras la barra que «ha quedado muy bien». El sentir es generalizado. «Esto era muy bonito, pero para los coches...», comentaba al paso una pareja, que prefería sacrificar estética por funcionalidad.

A primera hora de la mañana los coches accedían tímidamente y ocupaban las, todavía, plazas de aparcamiento libres. Son exactamente once —diez en la práctica, ya que una está ocupada temporalmente por un contenedor de obra—, alineadas en batería en la margen izquierda de la calzada. Están dispuestas de forma inversa para obligar a estacionar marchar atrás, pero no todos los usuarios lo entendieron.

Estacionamiento marcha atrás

Un par de minutos bastaron para que el primer conductor abriese el giro y aparcase, como tradicionalmente: de frente. Y ahí surgían otras dudas: «¿Se puede aparcar aquí?», inquiría una foránea que miraba con recelo el hueco vacío que acababa de ocupar. El Callao ya no es zona azul. Las nuevas marcas viales son blancas, de estacionamiento sin restricción. Enfrente, junto a la ampliada parada de autobús, hay zona amarilla para carga y descarga, y una plaza para personas con movilidad reducida.

Antes de las diez ya se había cometido la primera infracción: un vehículo aparcaba de frente e invadiendo parte de los cuatro aparcamientos para motos. Y otros se preguntaban si la cámara de Rubalcava multaba ya de nuevo. El Concello asegura que se reactivó coincidiendo con la apertura de la plaza. «O Callao mellorou substancialmente. Xa non hai baches e estamos convencidos de que será por moitos anos», aseguró el concejal de Urbanismo, Julián Reina.

Luis Fernández en su vehículo, en su primer servicio por la plaza del Callao.R.P.P.

Luis Fernández, taxista: «Es una comodidad y se fastidian menos los coches»

Tras dieciocho años al volante de su taxi por las calles de Ferrol, para Luis Fernández el cambio del Callao supone un auténtico avance. «Es una comodidad. Se ve que el firme es más compacto, más liso y mucho más práctico. Y se fastidia menos la mecánica de los vehículos», añade, «una gran ventaja» para personas que, como él, viven sobre el asfalto. «Lo importante es que dure y que esté bien construido», advierte tras casi dos décadas sufriendo el deterioro de esta plaza y otras calles del centro: «Bastantes coches he cambiado, van cuatro, pero aguanto».

Serafín López, uno de los primeros conductores en aparcar en la plaza.R.P.P.

Serafín López, conductor: «Lo veo bien, me gusta más. Se ha notado el cambio»

Fue uno de los conductores que estrenaba este lunes una de las renovadas plazas de aparcamiento de la plaza del Callao. Y lo hacía contento con el resultado de la obra. «Se ha notado el cambio del adoquín, por lo demás, la veo igual. Para mí, perfecto», señalaba Serafín López, un ferrolano asiduo a esta zona. «Paso bastante por aquí y solía decir: ‘¡Venga, vamos a saltar un poco!'». Ayer no tuvo que hacerlo. El hormigón le ahorró los habituales tumbos: «Lo veo bien, me gusta más. Y sí que es resistente, así que bien, estoy muy contento con esto», añadió.

 


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