Carlos García, 2Duendes: «Mis clientes me dan la vida, me pagan por hacer lo que me gusta»
San Sadurniño
Nedense, vive en San Sadurniño y hace 18 años creó una sociedad de pintura artística y decoración con su pareja, Marina Goti
09 Dec 2024. Actualizado a las 18:07 h.
A Carlos García (Neda, 1973) le encanta su trabajo: «Mis clientes me dan la vida. Que tú quieras hacer cosas y que alguien te pague por ello...». Idea, diseña, crea... igual pinta murales que talla madera, da forma a la piedra o suelda metales. «Empecé sin saber nada y lo aprendí todo yo, a base de rabiar y pasarlo mal, me siento realizado porque tengo un oficio». Reivindica el valor del trabajo artesanal, como el de su abuelo, que salía al monte a coger madera para fabricar muebles o vigas. «Hay gente que es artista, que entiende de arte. Yo no, aunque claro que tengo ego. Me considero bueno en lo que hago y me crezco», dice entre risas. Prefiere el anonimato, dejar que hablen sus obras y reconocer a quienes le ayudan, «desde quien monta el andamio».
Comparte firma con Marina Goti (Neda, 1980), su pareja y socia en 2Duendes, con quien vive en San Sadurniño desde hace una década. «Como le gustaba lo que hacía yo y empezó a ayudarme, y como funcionaba acabamos montando la empresa, hace 18 años. Sin ella no habría hecho tantos trabajos... colabora en todo, somos dos personas que hacemos lo que nos encanta», explica. Hechizados por los duendes, vieron claro el nombre de la sociedad. «Al principio nos dedicábamos a decorar locales, pintura y madera, después llegó la piedra», cuenta. De las manos de Carlos y Marina salieron negocios como el Australian, el Nueva Orleans o El Colonial, todos en Narón, tres pulperías gallegas en Madrid... y muchos otros establecimientos.
De los bares a los murales
«Era lo que más vida nos daba. Ahora es un sector que está más de capa caída, y nos centramos más en la escultura de piedra, la talla de madera [con motosierra] o los murales», señala. El arte urbano ha ido ganando espacio. «Empezó por Carballo y ahora la mayoría de los concellos tienen ayudas para rehabilitar espacios», abunda. En los últimos días han estado apurados pintando un mural en una pared de un edificio de cinco plantas, en Cedeira.
No hace tanto que se inauguró la figura del peregrino de Neda, que Carlos creó a partir de un tronco de un árbol. Y a mediados de julio se presentó el bosque mágico de A Cortiña, en San Sadurniño, un conjunto de piezas integradas en el arboreto, elaboradas a partir de troncos de roble, acacia, ciprés y castaño, «madera que se ha empleado siempre, que va a durar muchísimos años». Admite que la idea inicial se le fue de las manos y de un camión de madera pasó a necesitar tres, y el mes de faena se multiplicó por cuatro.
«Son 118 o 120 troncos... fuimos improvisando, hay un gusano, un ratón, un dragón, algún puentecillo...», describe. E insiste en que no es un parque infantil, aunque las formas y el colorido atrapen a los niños. Entre los clientes de 2Duendes hay concellos, locales, particulares y empresas. Muchos repiten y otros van surgiendo. «Trabajamos todos los días y no damos hecho. No paramos, y seguimos siendo igual de pobres que siempre», dice entre risas.
La incertidumbre del autónomo
¿Aspira a hacerse rico? «Nuestra aspiración es hacer lo que nos gusta, con la suerte de que no tenemos que ir a pedir trabajo a ningún sitio, aunque al ser autónomo siempre tienes la incertidumbre de si vas a tener encargos en tres meses». El aumento «desorbitado» de los precios (madera, metal, pintura, etcétera) les obliga a revisar los presupuestos. «Ahora, el autónomo trabaja más horas y gana menos, sin duda», sentencia.
En su caso, con mucha faena al aire libre, la mayor complicación suele ser «el tiempo [meteorológico]». «Las prisas también nos perjudican, y hoy en día todos los trabajos van con prisa, la gente se acuerda tarde... Tienes apuro y no das atendido, eso que trabajamos todos los días», apunta. Ni siquiera se detiene mientras está en la cama: «Me despierto y discurro todo el rato, me es imposible desconectar, cuando tengo algún problema busco solución, la apunto, y cuando llego al taller la aplico».
A Carlos solo le entristece «lo rápido que pasa el tiempo». Lleva meses arrastrando la fatiga que le generó el covid, pero aun así no se ha parado: «Tengo muchas cosas guardadas por hacer, muchos duendes ahí dentro».