La Voz de Galicia

A Taberna do Puntal cumple veinte años, en la frontera de Valdoviño y Cedeira

Valdoviño

ANA F. CUBA VALDOVIÑO / LA VOZ
Antía, de rojo, igual que su pareja y su hijo, y detrás, su hermana y sus padres, y dos empleadasAntía, de rojo, igual que su pareja y su hijo, y detrás, su hermana y sus padres, y dos empleadas

Antía Beceiro y su madre, Chelo Fraguela, pusieron en marcha el negocio

07 Feb 2023. Actualizado a las 18:00 h.

En 1997, Chelo Fraguela y su marido, José Beceiro, Pepe, profesor de Matemáticas (hoy jubilado), cedeireses, compraron El Balneario, una tienda-bar con décadas de historia, que había sido almacén de sal, en Valdoviño, justo en el límite con Cedeira. Su hijo Lucas estudiaba Hostelería en Pontedeume y querían que montase allí su propio negocio. «El anterior dueño lo vendió con la condición de que le dejaran trabajar hasta la jubilación, tres años más», cuenta Antía, otra de las hijas de la pareja, ahora al frente del local. Pero justo en aquel tiempo de espera, a Lucas le diagnosticaron una enfermedad rara.

«Mi hermano se murió y en 2001 tuvimos que decidir si venderlo, alquilarlo o seguir adelante. Y nos lanzamos, mi madre, con 50 años, y yo, ella se aventuró en la cocina, sin ninguna experiencia previa, y yo compaginé los estudios [acabé el ciclo de Administración y Finanzas y después estudié el superior de Restauración, en Pontedeume] con el negocio los fines de semana», relata Antía, que ni siquiera había cumplido los 19 años cuando abrieron A Taberna do Puntal.

Chelo nunca había trabajado fuera de casa, pero cocinaba muy bien, y los clientes no tardaron en habituarse a sus tortillas, el plato estrella hasta que se retiró. Antía ejercía de camarera y encargada. «Ahora soy el comodín, lo gestiono todo y me pongo con lo que haga falta», dice. Siempre han tenido personal. «Al principio contratamos a un compañero de mi hermano, que nos ayudó en lo que no sabíamos, y después cogí yo las riendas». Su pareja, Andrés Bustabad, ingeniero, también forma parte del equipo, igual que el pequeño Jesús, su hijo, de dos años. Su padre, que enseñó Matemáticas durante 35 años, reconoce su alma de tabernero, oficio que tal vez hubiera antepuesto al de docente, «de haberlo sabido a tiempo». «Descubrí una vocación que, de no haberme visto en esa tesitura, nunca hubiera tenido, y me ha encantado», confiesa Antía. Su hermana, Inés, también es socia del establecimiento, aunque su vida laboral discurre fuera.

 

Reparto a domicilio

«Ya pesan los veinte años, porque la hostelería es dura -reconoce esta hostelera-, pero sigo intentando reinventarme. Mi madre lo hizo por su hijo y por mí, y cocinaba muy, muy bien». La mayoría de la clientela es fiel y a los habituales los van a citar para celebrar el vigésimo aniversario, el próximo fin de semana. La pandemia alteró el funcionamiento de A Taberna do Puntal, que no ha parado de elaborar platos en estos meses, con un nuevo servicio de comida para llevar, con reparto a domicilio, que ha captado a muchos seguidores. De momento solo abren de viernes a domingo, a la espera de poder ampliar, ya con vistas al verano.

A Antía le cuesta hablar de sí misma, pero no oculta «el orgullo» por haber sacado adelante este proyecto, junto a su familia: «Detrás de la barra me crezco, nunca me vengo abajo. Mucha gente que me conoce dentro y fuera del negocio me dice que soy una persona distinta, más tímida cuando no estoy trabajando». Para unos es Antía, do Puntal, y para otros, Antía, de Espenique, en alusión al apodo de su padre, que heredó de su abuelo. «Espenicar es sacar las espinas, un verbo muy marinero. Mi abuelo decía ‘que o demo me espenique!'. También aparece en el logotipo del local», explica.

 

La empanada de cocido de la abuela

En la carta conviven «los platos que le gustan a todo el mundo» con otras propuestas, más innovadoras, que van surgiendo, por iniciativa propia y por demanda de los clientes. «¿Qué gusta a todos? Los mariscos de concha, el pulpo, los calamares, todos los productos de la ría, y las carnes ibéricas... Y la empanada casera [la más exitosa es la de cocido, un plagio de la receta de su abuela paterna]», enumera la responsable del establecimiento. Es una construcción muy cuidada, «en la que se han hecho muchas reformas y se ha invertido mucho dinero», que cuenta con una terraza espaciosa, especialmente útil en tiempos de coronavirus.

 

Antía, con 39 años, se resiste a creer que ya han transcurrido veinte. En la memoria de todos aparece Lucas: «Lo recordamos con mucha alegría», remarca.


Comentar