La Voz de Galicia

De la flor al fruto

Firmas

Los colores de la fruta se asocian con distintas sustancias beneficiosas para la salud.

16 May 2012. Actualizado a las 13:09 h.

Desde el punto de vista botánico, el fruto es una parte de la planta que proviene de la transformación del ovario de la flor, generalmente tras la fecundación del óvulo. Para conseguir este objetivo, las plantas comienzan empleando una de sus estrategias reproductivas. Atraen con los colores y aromas de los pétalos a los insectos, que sirven de vehículo al polen, portador de las células reproductoras masculinas, para que llegue hasta el óvulo, encerrado en su estructura protectora, el ovario, y lo fecunde.

Una vez producida la polinización, los pétalos se marchitan y caen. Al tiempo, el ovario sufre una serie de transformaciones: sus paredes crecen formando una pared carnosa alrededor de la semilla. Esta contiene el embrión de la nueva planta en estado de vida latente, como si estuviera en hibernación, esperando al momento propicio para germinar. Y es capaz de esperar a que lleguen las condiciones favorables para ello durante meses, en algunos casos incluso años; lo consiguen gracias a su deshidratación, pues las semillas no contienen más del 15 por ciento de agua, frente al 50 o 90 por ciento de otras partes de la planta.

A la conquista del espacio

Uno de los aspectos importantes a la hora de propagar la especie es conseguir que las semillas se dispersen en el espacio, de manera que las futuras plantas no compitan por recursos como la luz, el agua o los nutrientes. De esta manera, han prosperado diferentes tipos de frutos con estructuras o características que facilitan la diseminación.

Los dulces, carnosos y de color llamativo atraen a pájaros y otros animales, que se alimentan de ellos y liberan después las semillas en otros lugares a través de su tubo digestivo. Los frutos de árboles como el arce disponen de alas o pelos que les dan ligereza y permiten que puedan ser dispersados por el viento. Otros, como los cardos, tienen ganchos o espinas que se adhieren al pelo de los animales que les sirven de transporte. Las legumbres, sin embargo, tienen otro tipo de mecanismo: cuando las vainas están secas y maduras, se abren espontáneamente y expulsan las semillas.

La estrategia del color

La evolución de las plantas en cuanto a las formas de reproducción se refiere ha ido en paralelo con la de los animales. Los insectos resultaron buenos aliados para la polinización, y los animales superiores, como pájaros y mamíferos, para la diseminación de las semillas.

Pero llegó un momento en que los animales que se alimentaban de los frutos llegaron a convertirse en devoradores voraces, y las plantas debieron encontrar formas de protegerse para que no fuesen comidos antes de estar maduros. Así, el uso del color resultó una estrategia eficaz, de manera que los frutos aún no listos para su dispersión, emplearon el verde, que les permite camuflarse mejor entre la vegetación. Además, esta coloración está relacionada con la presencia de sustancias que le dan al fruto un sabor desagradable, ácido o picante.

Desde el punto de vista de la nutrición humana, el color de los frutos está asociado al contenido de determinadas sustancias con propiedades beneficiosas para la salud. Las antocianinas, por ejemplo, son responsables del color rojo, morado o azulado de frutas como las ciruelas, las fresas, las frambuesas o los arándanos, y se les reconoce un efecto en la prevención de problemas circulatorios, entre otros.

Los carotenos tiñen de amarillo y naranja a frutas como el albaricoque o el melocotón. En el organismo, son precursores de la vitamina A o retinol, sustancia fundamental para la vista, la piel y el sistema inmune.

Tomates y sandías toman su color rojo de otro pigmento, el licopeno, que según algunos estudios reduce la incidencia de algunos cánceres, como el de pulmón o el de próstata, y de enfermedades cardiovasculares, además de tener un importante papel antioxidante.


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