La Voz de Galicia

O Pontido, treinta años de soledad

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carlos rueda monforte / la voz

Una aldea abandonada de Quiroga conserva un notable patrimonio

07 Oct 2012. Actualizado a las 07:00 h.

En la parroquia quiroguesa de San Lourenzo do Nocedo se encuentra la aldea abandonada de O Pontido, un reducido núcleo de cinco viviendas en las que vivían unos veinte vecinos. Para visitar este lugar, de un notable interés paisajístico y etnográfico, hay que salir de Quiroga por la carretera N-120 en dirección a Monforte. En el kilómetro tres, a la altura de un antiguo hostal y restaurante, están los desvíos hacia O Nocedo -por una carretera a la izquierda- y a la derecha, por un antiguo camino, hacia O Pontido, situado a unos cuatrocientos metros de este punto.

El camino que lleva a la aldea pasa por el arroyo de O Pontido y unos cien metros más adelante, por el de O Navín, que apenas lleva agua. Junto a este arryo se encuentra la antigua vivienda conocida como Casa do Zamud. En esta zona y por encima del camino estaban las huertas y algunos prados donde se llevaba el ganado a pastorear. Enfrente había unas cuevas en las que se almacenaba vino, hoy tapadas por la maleza.

Molinos y bodegas

Unos cincuenta metros más adelante parte a la izquierda un sendero que daba acceso a la aldea de O Pontido, hoy impracticable debido a la maleza. A la derecha y a orillas del arroyo de O Pontido está el molino de Eufrasio -uno de los cuatro que funcionaban en el cauce-, unas bodegas y los restos de un puente. Llama la atención el tamaño de este molino y el canal donde se ubica el rodicio, excavado en la misma roca sobre la que se asienta la construcción. Poseía dos piedras y era el único que disponía de peneira.

A la derecha del molino hay cuatro construcciones que se corresponden a las antiguas bodegas donde el vino era guardado en grandes cubas. Su estado es ruinoso. El último de los molinos, situado poco antes de la desembocadura del arroyo en el Sil y próximo a la carretera N-120, era el de A Trampa, del que no quedan restos. A unos cincuenta metros cauce arriba y al lado del camino, estaba el de O Zamud. Más arriba había un cuarto molino que pertenecía a esta misma casa y que está también en ruinas.

Gracias a estos molinos, la aldea proporcionaba harina y pan a otras poblaciones de los alrededores. Principalmente con el de O Zamud, que además de moler tenía un horno en el que se cocía pan. Según recuerda Adelaida Sánchez, de 87 años, que con su marido fue la última vecina que abandonó la aldea en 1982, «facían varias fornadas ao día, xa que tiña moita demanda, principalmente dos veciños da montaña do Lor». Había gente que llevaba harina o leña para cocer o pan y el dueño les cobraba en especies. «Se poñían a fariña tiñan que pagarlle cun bolo de pan e cando traían a leña tiñan que pagarlle con dous bolos», añade.


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