La aguja más antigua de Galicia
Firmas
Los arqueólogos calculan que el útil de coser, hallado en el célebre yacimiento paleolítico de Cova Eirós, tiene alrededor de 12.000 años
23 May 2013. Actualizado a las 07:00 h.
Las agujas de coser talladas en huesos de animales son un hallazgo relativamente frecuente en los yacimientos del Paleolítico Superior y en las cuevas cantábricas se han hallado numerosos ejemplares de estos instrumentos. En Galicia, sin embargo, no se conocía ninguna muestra hasta ahora. Tampoco abundan las industrias óseas en general, ya que el suelo ácido que cubre gran parte del territorio de la comunidad no favorece la conservación de materiales orgánicos tan antiguos. La primera aguja paleolítica gallega fue hallada en las excavaciones del yacimiento de Cova Eirós, en Triacastela, y se ha descrito en un trabajo que publicó recientemente la revista especializada Gallaecia, firmado por investigadores de las universidades de Santiago, A Coruña y Tarragona.
El artefacto fue descubierto en la campaña arqueológica del 2011 en esta gruta caliza, donde se hallado también el más importante yacimiento neandertal gallego y las primeras muestras de arte rupestre paleolítico del noroeste. La aguja tiene unos 80 milímetros de longitud y su estado de conservación es «óptimo», según indican los arqueólogos. Fue fabricada con un hueso de algún mamífero grande de una especie que no se ha podido identificar y presenta dos características singulares. Por un lado, su ojo es ovalado y alargado, mientras que en la mayoría de las agujas paleolíticas esta abertura es de forma circular. Los expertos creen que esta forma sugiere una «intencionalidad técnica» y que no se debe a un efecto fortuito de desgaste. El grosor de la pieza sugiere el utensilio se empleó para coser pieles y otros tejidos duros, aunque no se ha realizado un estudio de uso para determinarlo con más certeza. Por otra parte, tampoco es habitual su cabeza apuntada, ya que las agujas prehistóricas de hueso suelen tener forma redondeada.
La pieza apareció en una parte de la cueva donde el suelo fue removido por algún animal pequeño que abrió allí una madriguera, por lo que no ha sido posible realizar una datación radiocarbónica tomando como referencia otros restos fósiles situados en el mismo nivel arqueológico. Utilizar la propia pieza para hacer esta datación supondría destruirla.
Cultura magdaleniense
Aunque no se conoce con seguridad su cronología, la aguja puede tener unos 12.000 años, que es la antigüedad de uno de los niveles arqueológicos identificados en el yacimiento, en el que se localizaron diversos rastros de una ocupación humana de finales del periodo Magdaleniense. «Por su tipología y por el grado de fosilización, lo más probable es que pertenezca a esa etapa, aunque no ha sido posible confirmarlo con una datación absoluta», señala Arturo de Lombera, codirector de las excavaciones. En el yacimiento magdaleniense de Las Caldas, en Asturias, también se hallaron agujas de cabeza apuntada.
Las agujas de coser más antiguas que se conocen datan del periodo Solutrense -hace entre 22.000 y 18.000 años-, una época de frío extremo en la que mayor parte de Europa quedó deshabitada, pero que se caracterizó por un gran sofisticación tecnológica. En los siguientes milenios la tipología de estos útiles cambió muy poco.