Aquí votar a Trump sería hasta elegante
Fugas
25 Nov 2016. Actualizado a las 05:10 h.
Gastón Duprat y Mariano Cohn no conocerán la Región de Juan Benet. Ni los chistes sobre los pueblos habitados por bárbaros de Miguel Gila. Pero su inmersión en la Argentina profunda tiene bastante de estos, también de Atrapado en el tiempo. Y unas gotas del “Deliverance” de John Boorman. Cohn y Duprat repiten, en realidad, la fórmula de su única película estrenada en España, “El hombre de al lado”, que se basaba ya en la confrontación entre dos argentinas antagónicas: una, que ha leído a Borges o Bioy. Y la que cree que el “Diario de la guerra del cerdo” es un relato de cómo una panda de amigotes salen en jeep a despedazar al chancho jabalí.
Un nóbel regresa al lugar de origen, treinta años después de huir de su negra provincia. Lo que le aguarda tiene algo del día de la marmota -o del jabalí- pero la polka que le espera es más brutal que el Kazachok de Georgie Dann.
Ese retorno tiene algo de autoinmolación. Y Duprat y Cohn sirven el martirologio del profeta, la visita del rencor, enfangando al personaje -Óscar Martínez, que posee el cinismo latinoché de un Bill Murray en una fase de extravío mucho más apurada que el “Lost in Translation”- en un grotesque donde no te puedes fiar ni de la palatal Lolita. El humor agrio que destilan es un rebozo sardónico en las fuentes cóncavas del esperpento. Un espejo anti-Proust donde las magdalenas se remojan en “manteca colorá”. Un reflejo de la Argentina rústica como un Twin Peaks austral y desorejado. La pesadilla para un Nobel que vuelve a su pueblo, donde votar a Trump sería demasiado elegante.
¿Para qué vuelve, entonces, el escritor Mantovani? Para mostrarnos que el horror no solo reside en la música orquestal para ascensores en Oslo. Y que, si has subido a la atalaya, nunca debes desaguar en el pasto de la patria chica.