La vida del joven Knausgård sin misericordia
Fugas

Llega al castellano el quinto tomo (penúltimo) del ciclo autobiográfico «Mi lucha», con el que el escritor noruego se ha erigido en referencia destacada de las letras europeas
19 May 2017. Actualizado a las 09:51 h.
La literatura de Karl Ove Knausgård (Oslo, 1968) parece no tener brillo. Es como la verborrea de alguien que no se calla nada, ni intimidades, ni reflexiones, ni miserias, ni descripciones, ni vergüenzas, ni recuerdos, ni fracasos, ni dudas, ni pudores, ni rutinas cotidianas... Un alud torrencial, pero sin ese estruendo alpino que suele acompañar ciertas revelaciones (tan francas). La tonalidad es la propia de un día gris escandinavo, casi siempre plomizo, con apenas algún claro que deje que los rayos del sol le calienten el rostro al lector. Aquí no hay recato ni solemnidad, ni mucho menos edulcoración o glamur. La verdad no se inhibe ni siquiera por el temor lícito de hacer daño a terceros. Todo es vida, y la vida, en la mayoría de los casos, deja poco espacio para heroicidades y desarrollos épicos. En este planteamiento que para muchos rozará la vulgaridad, que adolece de una precaria capacidad de síntesis e incluso pasajes de una irritante inocuidad, ¿qué es lo que resulta entonces tan adictivo?, ¿dónde está la tecla de la fascinación? Se podría evocar aquí el demoledor ciclo autobiográfico de Thomas Bernhard, pero incluso el escritor austríaco, con ese gusto por la reiteración, semeja un mago del ritmo al lado de Knausgård. Será quizá que el lector se reconoce en esa existencia carente de crescendos homéricos, desprovista de grandes ideales (o enseguida frustrados). O a lo mejor, simplemente, que el ejercicio de narrar establece una distancia con lo narrado y lo transforma todo en pura literatura (de hecho, se lee como novela). Y es que la memoria es la auténtica fuente de los materiales de creación del autor noruego. Nada más.
Llega ahora al castellano Tiene que llover, el quinto volumen de la serie autobiográfica Mi lucha, cuya publicación inició en el 2009, que nació de manera no premeditada tras el shock ocasionado por la muerte del padre alcoholizado y que continuó ya de un modo sistemático [en un viaje más o menos hacia atrás en el tiempo]. Knausgård -que en un lustro se ha convertido en una de las estrellas de las letras europeas- retrata aquí al joven que llega en 1988 a Bergen para estudiar en la Academia de Escritura. Son años cruciales, los de los primeros romances -él, que creía que Ingvild era definitiva-, el apoyo de su hermano mayor Yngve, la música, las borracheras, los indicios inaugurales de que esas ingenuas ilusiones se degradarán muy pronto; es el tiempo en que su personalidad irá cuajando a la par que él va asumiendo su torpeza social, su ignorancia, la dificultad del amor, la crudeza real de la existencia... Y lo cuenta sin mostrar misericordia alguna con el veinteañero que fue.
Queda por ver el sexto tomo, una suerte de glosa al conjunto, que sumará 3.600 páginas. Y se hace corto.