La Voz de Galicia

El paseo psicodélico de los Stones

Fugas

JAVIER BECERRA

En 1967 lanzaron «Their Satanic Majesties Request», el disco con el que respondían al «Sgt. Peppers» de The Beatles. Resultó un álbum fallido pero, aun así, interesante.

28 Sep 2017. Actualizado a las 21:19 h.

Dicen que la grandeza de un grupo se puede medir por sus triunfos, pero también por sus fracasos. En 1967 los Rolling Stones patinaron. Se abrazaron a los efluvios hippies y psicodélicos. Y terminaron bastante desorientados. Fue un paso fugaz, concretizado en el álbum Their Satanic Majesties Request. Editado en diciembre de 1967, supuso su particular respuesta al Sgt. Peppers de The Beatles. No gustó a los fans. Ni siquiera convenció mucho al grupo, que renegó de él en los años posteriores. Keith Richards lo definió como «un fraude» y «un revoltijo de basura». Mick Jagger no llegó a ser tan duro, aunque admitía que se trataba de un trabajo errático: «Con las sobregrabaciones lo estropeamos un poco» .

¿Qué sabrán los artistas de sus propias obras? Esa pudo haber sido la pregunta que se hicieron muchos cuando, tras años y años de olvido, el disco volvió a reivindicarse en la bisagra de los ochenta y los noventa. Era la época de la eclosión del sonido Madchester, la neo-psicodelia y los Stone Roses. Algunos vieron en ese contexto algo valioso en un álbum que criaba polvo. Lo reivindicaron y se descubrieron así unos Stones ocultos que, moviéndose en un terreno que no era el suyo, lograban aciertos puntuales impepinables. Escuchar en aquel momento de flequillos, éxtasis y hedonismo sin fin She’s A Rainbow podría resultar de lo más revelador.

El disco ha vuelto. La rueda retromaníaca gira. El grupo continúa revisando su catálogo. Their Satanic Majesties Request se encuentra entre los lanzamientos de la temporada. La semana pasada se editaba la edición 50.º aniversario con toda la parafernalia fetichista habitual. A saber: un vinilo de 180 gramos en estéreo y otro grabado en mono, además de dos súper audios cedés híbridos (uno en estéreo y otro en mono). Nuevas (¿y necesarias?) vueltas alrededor del álbum original, con el libreto de rigor.

Lo realmente importante es el viaje que propone. Un aterrizaje en un momento bastante caótico de los Stones. Querían seguir el ritmo de los tiempos y casi terminan fuera de juego. Las drogas circulaban a toda velocidad. Pero también la presión policial. Mick Jagger, Keith Richards y Brian Jones acabaron arrestados por posesión de narcóticos. El segundo, además, estuvo un tiempo retirado en un asilo de ancianos. Y su mánager y productor, Andrew Loog Oldham, decidió abandonarlos. Entremedias se las apañaron para grabar un disco preñado de efectos. Una constante búsqueda del trance místico con el aburrimiento pisándole los talones.

Hay magia. Intermitente. Pero la hay. Los Stones ya habían jugado a la psicodelia con tino en temas de 1966 como Paint In Black o Have You Seen Your Mother, Baby, Standing in the Shadow? Aquí, tras generar la sensación de viaje sensorial inicial, aciertan con las ondulaciones de Citadel y su melodía perezosa. Se dejan querer con el folk caleidoscópico de In Another Land, firmada por Bill Wyman (la única vez que lo hizo en toda su carrera). Y sorprenden con los cambios de un 2000 Man, que igual mira a Pink Floyd como a Small Faces.

Pero lo verdaderamente valioso del álbum se encuentra fundamental en dos piezas soberbias. Primero, el pop majestuoso y barrocho de She’s A Rainbow. Eufórica, colorista, rutilante. Segundo, 2000 Light Years From Home. Para muchos, el Space Oddity de los Stones y todo un hallazgo sonoro a base de drones, teclados, loops y suplemento de hipnosis. Ahí es donde el disco sobresale y el grupo proclama que, incluso fuera de su mundo, podían llegar a ser geniales.

Sí, porque el resto del álbum no deja de ser un confuso suceder de piezas a medio hacer, ambientes lisérgicos y humo efectista. Tras él, por lo general, no se ocultan más que piezas vacuas y totalmente prescindibles. Su valor resulta más testimonial que otra cosa.

 


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