Marco Maril: «Hay quien hace discos para ligar, yo los hago para curarme»
Fugas
El ex Dar Ful Ful y Apenino edita a su nombre «15.11.18», un álbum confesional que busca la luz tras el dolor de una ruptura sentimental
09 Jul 2021. Actualizado a las 05:00 h.
AMarco Maril la vida se le puso patas arriba a los cuarenta. Cuando en teoría todo debería ser seguridad y apacibilidad, llegaron las tormentas emocionales y el otrora mitad de Dar Ful Ful se vio desbordado. Producto de ello surgió 15.11.18, el disco con el que abandona su alias de Apenino y firma a su nombre. En él canta y toca con pelos y señales todo el proceso derivado de la separación de su antigua pareja hasta la recomposición total. Una joya.
-Disco de ruptura, un clásico de la música pop. Seguramente, ha escuchado muchos. Ahora le toca hacer el suyo.
-Hace tiempo vino La Bien Querida a tocar a Vigo y, al final, estuve hablando con David Rodríguez. Me preguntó si estaba haciendo música. Le dije que no, porque realmente no me pasaba nada. Él me decía que le ocurría lo mismo. Y, al cabo de unos meses, se precipitó todo lo que desencadenó el disco [se ríe]. Al final es un poco fastidiado que te tengan que pasar cosas malas para poder hacer canciones.
-¿Piensa que cantarle a la estabilidad emocional es más complicado que hacerlo a las penas?
-Sí, estando más abatido y sensible, el cuerpo te obliga a hacerlo. Cuando estás bien, disfrutas de lo que te pasa y no te planteas tanto hacer una canción, La vertiente alegre de la vida no me inspira tanto como lo más agrio. Todos mis discos son un poco terapia. Hay quien hace disco para ligar, yo para curarme.
-El disco arranca con «La gran mentira», lo que precipita la ruptura. Escucharla le deja a uno helado. ¿Costó sacar algo así?
-Tenía necesidad de soltar. Y sí que es verdad que la decisión de publicar una canción como esa es complicada. Pero yo sentía que el disco tenía que tener un contexto y un punto de partida. Quería algo sincero. No quería ocultar nada. Mi intención no era hacer un trabajo oscuro, sino uno en el que muestro un proceso. Mientras lo escribía, pensaba que le podía servir a alguien que estuviera en la misma situación, Para ello necesitaba partir desde la zona cero. No deseaba un álbum de ruptura donde se acribillase a nadie, ni que se insistiera en el dolor, hurgando en una herida. Pero sí partir desde el inicio del que todo se va a la mierda y se vuelve oscuridad. Y mostrar el camino que yo sufrí, que ha sido una de las transformaciones más importantes de mi vida. Tengo 46 años. En los tres últimos he evolucionado mucho más que en los 43 anteriores. Quería mostrar eso. Necesitaba un punto de partida. Es crudo, pero las cosas son crudas. Y ocurren.
-A partir de ahí se hace un proceso de recomposición. ¿Es un disco de inicio, nudo y desenlace?
-Sí, es lo que quería mostrar. En caso de una crisis brutal, salvo que sea una enfermedad terminal, siempre hay que intentar buscarle el lado positivo. A veces es muy difícil, pero hay que buscar esa grieta por la que se cuela la luz y agarrarse a ella, como decía Leonard Cohen. A mí me funcionó y creo que crecí bastante como persona. Me ayudó mucho.
-El planteamiento del disco es mínimo: piano, voz y algún arreglo. ¿Supone un punto y aparte total?
-Para mí fue una sorpresa. El piano entró en mi casa como algo terapéutico, un motor al que agarrarme para entretener la cabeza en aquellos días. Pero no lo cogí para hacer un disco de piano. Mi idea era hacerlo con arreglos electrónicos. De hecho, ya estaba trabajando en ello. Pero, en unas comidas con amigos, toqué unos temas. Me decían: «¿Pero vas a arreglar esas canciones? No, esto se tiene que quedar así». Entonces empecé a verlo. Algo tan directo como lo que estaba haciendo tenía que sonar de una forma muy directa.
-Los arreglos son unas cuerdas, que rasgan y dejan poso de tristeza. ¿Quiso rehuir las típicas cuerdas «bonitas»?
-Los hizo Macarena Montesinos y es un chelo real, nada sintetizado. Ella tiene una forma muy peculiar de tocar y a mí era algo que me interesaba. Experimenta mucho y es una improvisadora maravillosa. Tiene un modo de expresarse con el instrumento que creo que le sentó muy bien al disco. Su cello suena a dolor.
-El ruido del mar aparece intermitentemente. ¿El disco es un diálogo con él?
-El mar y su color azul es, junto al piano, otro de los motores del disco. Me refugié muchísimo en él. Me devolvía muchas cosas. Era una especie de encuentro meditativo. Pasar tanto tiempo enfrente del mar marcó el disco. Ese ir y venir, esa regeneración constante con las olas era también el mensaje de regeneración del disco. Me dio mucha paz y tranquilidad Alguna canción la hice directamente allí.