Fito: «Siempre estoy convencido de que no haré un disco más en mi vida»
Fugas
El miedo a no ser capaz de volver a escribir es recurrente en los temas de Fito Cabrales. Ese y otros fantasmas asoman en la charla con el músico, que hoy y mañana llenará el Coliseum coruñés
18 Mar 2022. Actualizado a las 11:15 h.
Como el final de una pesadilla asume Fito Cabrales (Bilbao, 1966) los conciertos que dan inicio a la gira Cada vez cadáver. Un inicio previsto en Santander, que es donde tradicionalmente arrancan sus giras los Fitipaldis, pero que las restricciones allí vigentes han trasladado a A Coruña. «Era nuestra segunda opción y es natural. A fin de cuentas, yo soy medio gallego», relata. Efectivamente, toda la familia materna de Fito es originaria de A Estrada. «Cuando voy a Galicia siempre vienen a mis conciertos. Y me traen de todo. Empanadas, chorizos y queso Tetilla, que me flipa. Llevo una maleta vacía para traerme todo lo que me dan», comenta, al tiempo que recuerda que en su familia siempre ha sido así. «Ya cuando venía mi abuela a vernos a Bilbao, llegaba cargada de todo. Hasta traía la pandereta. Era algo casi irreal, maravilloso».
—Pues, mira tú, resulta que las panderetas ahora son tendencia.
—Ya, por Tanxugueiras, ¿no? Las conozco. Yo no tengo muchos discos de folk, pero hace un par de años unos amigos me pasaron unos vídeos de Tanxugueiras y flipé con ellas. Y de repente, cuando fue lo del festival de Benidorm me dice mi mujer: «Mira quiénes están cantando». ¡Hostia, pero si son las del vídeo! Y me encantaron. Porque, además, es que han abierto mucho la música tradicional gallega, le han dado una visión más amplia.
—Y renovada...
—Sí, y eso es muy importante. Está claro que en la música, si no miras hacia atrás, no entiendes nada. Pero en el momento en que es interpretada por gente joven que le aporta referencias de otros estilos, se convierte en algo nuevo. Ya no es solo memoria ni algo del pasado. Es actual. Con el rock pasa lo mismo. No hay que seguir sonando como Chuck Berry.
—Para esta gira has vendido 250.000 entradas. ¿Te sientes rey o bufón?
—Bufón, sin duda. No es que me sienta, es que tengo la certeza de serlo. Y con mucha dignidad. Fíjate, llega este fin de semana, alguien va a verme al Coliseum y tengo la capacidad de que durante dos horas y pico se le olvide la guerra, la pandemia, el recibo de la luz... ¿Hay algún trabajo más digno que ese?
—¿Eres más feliz por lo que eres o por lo que ya no eres?
—Por ambas. Si echas ahora un vistazo atrás, te ves con una perspectiva que antes no tenías. Y a veces te ves gracioso y otras patético. Pero está claro que no eres el mismo. Y yo estoy orgulloso del cambio. No se puede ser el mismo con 50 años que con 20. A no ser que seas muy, muy imbécil.
—¿Dónde te refugias de ti mismo?
—En la música y en mi pobre familia, que me aguanta. Cuando uno tiene ese sentimiento de que eres lo peor para ti, no hay nadie más que te pueda salvar.
—¿Sigues teniendo ese sentimiento?
—Ahora mismo quizá no. Pero yo, si tuviera miedo a alguien, sería a mí mismo.
—Sigues hablando de drogas en tus canciones. ¿Es para tenerlo ahí, siempre presente?
—Ya, es cierto que parece que nunca puedo dejar de hablar de drogas en las canciones. Supongo que porque es verdad que seguimos siendo yonquis. El estar sano y no meterse nada, yo lo hago, pero es un trabajo diario. Fíjate que ha pasado tiempo, pero todavía, de vez en cuando, dirías: «¡Qué hostias!». Pero no me atrevo. No me atrevo porque sé lo que llega después. Pero sí, cada vez que intento componer algo, me surge. No es que quiera hablar de drogas premeditadamente. Lo tengo como un recurso. Fueron muchos años. Es algo se me quedó ahí dentro. Hay canciones en las que la gente piensa que hablo de una chica... Mentira, hablo de las drogas.
—En «Cielo hermético», hablas de la frase más triste que has escrito en tu vida. ¿Cuál es?
—No lo sé. Por eso resolví con esa frase la canción. Yo estaba pensando en escribir algo muy triste y dije: «¿Cuál sería la frase más triste que podría escribir alguien?». Y entonces pensé: «Hostia, la frase más triste del mundo es aquella que no recuerde nadie». Por eso hice esa estrofa. Porque nada hay más triste que el olvido.
—El temor a no ser capaz de escribir una canción es una cuestión que asoma en varias canciones de tu último disco. ¿Es así como lo sientes?
—Totalmente. Es más, te lo digo sinceramente, ahora mismo yo estoy convencido de que no voy a hacer un disco más en mi vida. No me alarmo porque me pasa siempre y al final acabo volviendo a escribir. Espero que esta vez me ocurra también. Pero sí, es cierto que hablar de ese miedo es casi ya una muletilla. Supongo que porque de esa manera lo estoy disipando. ¿Te da miedo escribir? Pues coño, escríbelo.
—¿Pero te sigue apeteciendo grabar discos o realmente dirías «lo dejaba aquí»?
—Soy muy feliz en mi casa y podría vivir el resto de mi vida en ella y no salir ni a por el pan. Pero no hay nada que me llene tanto como hacer discos. De forma voluntaria, no podría renunciar a eso. Por eso, igual que te digo que hoy creo que no voy a hacer un disco más, te digo que estoy convencido de que cuando llegue el momento me pondré a ello.
—¿Qué es lo que más te cuesta?
—Escribir letras. Músicas tengo un montón. También es verdad que la guitarra la toco todos los días y el boli y el papel no los cojo casi nunca.
—Tendrás que crear un grupo de posrock instrumental.
—[Se ríe]. Sería mucho más fácil. O hacer un grupo de versiones. Hacer una banda que no me tenga que definir a mí. El miedo a escribir canciones surge porque tú quieres explicar dónde estás, musical y personalmente. Yo sueno así y estoy así. Al menos en mi caso. Yo ni sé, ni quiero, hacer canciones que se expresen de una forma que no sea yo. Y eso lo podría evitar haciendo un grupo de versiones en el que juegas a que eres un rockabilly o a que haces música de baile. Porque ahí ya no tienes que ser tú. Simplemente, coges una guitarra y empiezas a vacilar.
—Aunque te duelan, son tus letras algo de lo que más valoran tus seguidores. En ellas juegas mucho con los aforismos, con las contradicciones, las dualidades.
—Eso el que lo hace bien es Sabina (se ríe). Él si es un escritor. Yo simplemente hago canciones. Pero es que no tengo otra forma de componer. El aforismo me resulta útil en el sentido de que cada frase tiene que definir algo, tiene sentido propio. Porque yo no escribo de forma lineal. No articulo una narrativa. Al final, mi manera de escribir es uniendo frases que voy acumulando. Yo nunca escribo una canción entera, y luego otra, y luego otra. Bueno, sí, una vez me salió una canción entera. Pero normalmente voy apuntando frases y luego las junto unas con otras. Y, al final, lo que yo pienso que es una canción resulta que la tengo que dividir en tres. O lo que pienso que es el final de un tema acaba siendo el principio de otro. Hasta que me pongo a trabajar juntando todo eso que he escrito no tengo ni idea de qué va a salir de ahí.
—Has grabado con Estopa un tema titulado «Camiseta de rock and roll». ¿Recuerdas cuál fue la primera que tuviste?
—No. Pero recuerdo mi primera cinta de casete. Tenía en una cara a BB King y en la otra John Lee Hocker. Pero la camiseta..., no he sido yo mucho de llevar camisetas de bandas. No sabría decirte cuál fue la primera.
—¿Y la última?
—No la he comprado yo, me la han regalado. Una chulísima de BlackBerry Smoke. ¡Ah! Y mira, una que me gustaría tener, que nunca la tuve y que ahora me la pondría, es la mítica de Leño.
—«El rock and roll ya no toca los huevos», has dicho en una reciente entrevista. ¿Es porque los rockeros se han acomodado o porque la rebeldía hoy se canaliza a través de otros géneros?
—Yo nunca he pensado que el rock and roll tenga que tocar los huevos. Simplemente digo que cuando nace el rock, en los 50 y 60, nace la electrificación de la música, nacen los coches musculosos, se va a la Luna, es el final de la guerra, los hippies, el amor libre, las drogas, The Beatles... Estaba todo a favor para que el rock fuera una revolución. Pero eso ya no se repetirá nunca más. La revolución ya nunca será el rock and roll. Será otra cosa. Será internet, serán las redes o será el trap. Hoy en día, un chaval de 15 años que quiere tocar los huevos a su padre y que quiere incomodar con su música, que es a lo que tienen que aspirar los chavales de 15 años, hace trap, no monta una banda de rock and roll.