La Voz de Galicia

La perversión de ser mujer

Fugas

Mercedes Corbillón

14 Oct 2022. Actualizado a las 05:00 h.

La tarde en que le dieron el Premio Nobel a Annie Ernaux recibí y mandé muchos wasaps de exclamación y alegría y entré en las redes buscando ese latido que nos unía a tantos lectores entusiastas que nos congratulábamos de una elección que pone el foco en una obra rotunda, original, un proyecto artístico ajeno a las modas y a las complacencias, un continuo ejercicio de estilo y de profundización en el alma humana que la inmensa mayoría de los aun pocos que la disfrutamos, descubrió en los últimos años, pero que la autora francesa empezó a escribir hace cincuenta, al margen de las corrientes, generando la suya propia y haciendo una estela que han seguido infinidad de nombres, algunos mucho más reconocidos que ella.

Después de esa alegría compartida, vino algo de frustración al ver cómo se cuestionaba la elección por el hecho de que la homenajeada es mujer. Qué terrible. Te pasas la vida estudiando, pensando, escribiendo, sigues tu propio camino exigente y moral, estás atenta al estilo, tienes mirada y talento y precisión y, al final de tu vida, te reconocen con el galardón más importante de las letras y ¿qué pasa?

Pasa que te señalan como usurpadora del hueco correspondiente a otro, a un hombre o a muchos que se lo merecían también, claro que se lo merecían, un buen puñado de ellos y de ellas, pero ellas no son el problema. Que no lo reciba Vivian Gornick o Joyce Carol Oates no es un drama, que no lo haya recibido Ana María Matute o Paula Fox, tampoco. Pero, ¿cómo es posible que el Hombre Escritor se quede sin premio porque elfeminismoestádemoda?

¿En serio?

Qué perversión, el techo de cristal y su reverso. Que es difícil llegar lo demuestran las estadísticas, y si a pesar de todo lo consigues, lo haces por ser mujer y escribir desde lo femenino, que todo el mundo sabe que no es universal salvo que lo dibujen Flaubert o Balzac.

Solo hay que leer el prefacio de Pura pasión para entender lo que es su literatura, que tiende «a esa impresión que provoca la escena del acto sexual, a esa angustia y ese estupor, a una suspensión del juicio moral».

Dejen los prejuicios, la testosterona y lean.


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