La Voz de Galicia

El concierto histórico de Tina Turner en Galicia con dos pases

Fugas

Javier Becerra

Su recital en A Coruña se celebró los días 1 y 2 de octubre de 1990. El primer bolo se hizo con prisas, pero al día siguiente lo bordó

29 Jun 2023. Actualizado a las 12:17 h.

Cuando en 1990 Vigo y A Coruña luchaban por meterse en las giras internacionales (apostando por Madonna y Prince, respectivamente), la ciudad herculina iba a contar con un segundo plato totalmente excepcional. Enmarcado dentro de las fiestas del Rosario, patrona de la ciudad, se ubicó el recital de Tina Turner. Se celebraría el 1 de octubre en el Palacio de los Deportes, con una capacidad de 9.000 personas. La respuesta resultó tan masiva que el Ayuntamiento optó por negociar una segunda fecha con los promotores. Tendría lugar el 2 de octubre. El primer día se registró un lleno total. El segundo, se alcanzó la mitad del aforo.

Quienes asistieron a ambos recitales indican que la artista estuvo más fina en la ampliación. Ello fue debido a que el primer bolo se hizo con prisas, con la cantante llegando con el tiempo justo. Al día siguiente, más descansada, lo bordó. Amplificada con dos bailarinas que la secundaban y una banda potente en la onda del rock de estadio de la época, Tina Turner se sirvió de la potencia de los saxos, las guitarras brillantes y los teclados panorámicos. Sobre ese colchón ofreció lo que ella sabía hacer mejor que nadie: rasgar los versos con su voz prodigiosa.

Aquellos eran tiempos en los que los conciertos de ese nivel brillaban por su ausencia en Galicia. A todo lo envolvía una gran expectación. «Hubo que hacer un comedor para su equipo en el Palacio de los Deportes, algo que nos parecía rarísimo», recordaba a La Voz Ramón Barros, director de la productora Cávea. Entonces, trabajaba en el Ayuntamiento en la organización de eventos. El equipo de Turner pidió dos limusinas, un chófer e información sobre la moda gallega, que le interesaba. Se hizo una pasarela para que la artista pudiera acceder al escenario desde el camerino (un vestuario enmoquetado para la ocasión) manteniendo su privacidad. Una vez allí se conjuraba la magia. Los dos recitales empezaron con Steamy Windows y toda la iconografía que se asocia a la artista: piernas ligeramente abiertas, balanceo del cuerpo y un vestido de malla metálica cayendo sobre ella.

Carlos García Bayón hizo la crónica de la primera noche en La Voz: «¡Qué sacerdotisa! Comienza a cantar y bailar entre otras dos panteras. La masa municipal y vociferante es también algo bíblico: la muchedumbre que aguarda el portento. Con Tina cantando y bailando quedamos crismados para siempre. Su voz, su danza, son litúrgicos, como en los ritos ancestrales. Manan los blues, el soul, el rock sensual, semejantes a ofidios que se van desenroscando lúbricos de la garganta, espasmódicos, a veces sostenidos en un alarido, luego quebrados, para retornar graves, ondulantes, amorosos a las manos y sus caricias».

Como conclusión escribió: «En un ímpetu paranoico, quise bajar al camerino de Tina y preguntarle, ahora que retorna a la selva originaria, que dónde, en qué ovario de los misterios nacen sus piernas, en qué ecuación su voz, en qué principio sus danzas, en qué almizclero su perfume... Me lo impidieron los gorilas. Y se irá para siempre con el arcano».


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