La Voz de Galicia

Viva Suecia: «Hay un nuevo tipo de festivales que no nos acaban de gustar»

Fugas

CARLOS CRESPO
Viva Suecia

Figuran desde hace años en lo más alto de los carteles festivaleros, y no será fácil bajarlos de ahí. Quien los haya visto en directo, sabe de sobra por qué. El sábado actúan en el Festival de la Luz

25 Aug 2023. Actualizado a las 12:14 h.

Viva Suecia.VAN STOKKUM

Crecer con la amenazante sombra de un hermano mayor nunca es fácil. Viva Suecia lo hicieron con toda una generación de grupos indies a sus espaldas. Pero fueron quien de salir airosos del atolladero, de esquivar las comparaciones y de ganarse a un público que no lo concede todo de buenas a primeras. Hoy, los murcianos son mucho más que una imbatible factoría de himnos. Sus discos dignifican el género. Sus letras los dignifican a ellos. Y sus directos engrandecen a quien los escucha. Tendrán oportunidad de comprobarlo quienes este sábado se acerquen al Festival de la Luz. Hablamos con el baterista de la banda, Fernando Campillo, antes de esa visita.

­—¿Cómo estáis viviendo todo lo que os está ocurriendo? No sé si se parece en algo a los sueños que se os pasaban por la cabeza aquel día que levantasteis los chupitos y brindasteis por Suecia.

—Aquel día, ninguno podíamos siquiera soñar que llegaríamos aquí. Solo éramos cuatro colegas que queríamos juntarnos para tocar. Desde luego que ha sido un camino muy distinto al que imaginábamos.

—¿Hasta qué punto el éxito os ha cambiado a nivel personal?

—No siento que el éxito nos haya cambiado. Sería algo muy falso, como antinatural y un poco absurdo. En mi caso, para mí es imprescindible seguir manteniendo la amistad que tenía con mis amigos de siempre y el contacto que tengo con mi familia.

—¿A ti te paran cuando vas por la calle?

—Bueno, yo soy el batería y estoy escondido (se ríe). A ver, en Murcia si salimos a tomar algo, pues sí, siempre te piden alguna foto. Pero sin más. No llega a ser agobiante en ningún momento.

—Te pregunto todo esto porque en la primera frase de «El bien», la primera canción de vuestro último disco ya habláis de la cuestión del ego. Me parece significativo.

—Al ego hay que tenerlo atado y bien atado. Es un asunto que puede resultar peligroso para una banda cuando alcanza el estatus que ha alcanzado Viva Suecia. Si pierdes la cordura y la personalidad que tenías antes, mal camino. Nosotros hacemos mucho hincapié en ello. Hablamos mucho de eso entre los cuatro porque nos cuidamos mucho entre nosotros. Está claro que el ego es algo que en algún momento se te puede escapar. Pero para eso estamos los otros tres. Para decirle: «Tío, por ahí no».

—En esa canción, también decís: «No te creas lo que dicen los cantantes». ¿Hay mucho vendedor de humo?

—No lo sé. En nuestro caso, desde luego, no. Creo que Viva Suecia somos uno de los grupos más honestos y humildes que existen. Y que también por eso la gente nos aprecia. Cuando una cosa se hace con el corazón, suena real. Y creo que también se nota y se transmite que entre los cuatro nos llevamos muy bien. Es montarnos en la furgoneta y ya estamos de risas.

—¿Cómo se sobrellevan todas esas horas de furgoneta?

—Cada uno de una manera. Yo tengo la mala suerte que no consigo dormir. Entonces, veo pelis o series en el iPad, leo algún libro... Y mucha charla y muchas risas. Eso siempre.

—Una de las vertientes que aportan una especial singularidad a Viva Suecia son sus letras. Siempre crípticas y con mucho contenido. Algo no siempre frecuente en los grupos de pop o de indie.

—Rafa [Val, cantante del grupo], que es el artífice de las letras, siempre busca que tengan cierta ambigüedad. Que cada quien pueda darles el significado que quiera. No nos gusta teledirigir las emociones ni las interpretaciones.

—Titulasteis vuestro disco «El amor de la clase que sea», no sé si jugando a la ambigüedad o mandando un mensaje muy claro. Pero cada día que pasa se vuelve una reivindicación más necesaria.

—Pues sí, por desgracia sí. El mundo cambia pero para peor. Guerras, movidas por todos lados... Da la sensación de que la sociedad no aprende las lecciones. Yo creo que lo que todos necesitamos es un abrazo.

—El otro día bromeaba vuestro guitarrista, Alberto Cantúa, con que os van a echar del indie por haber incluido el saxo en vuestros temas y en vuestros directos.

—Yo creo que ya nos han echado (se ríe). Aunque para nosotros, en realidad, el indie no existe. Nosotros nos consideramos una banda de rock que hace canciones para que le gusten a la mayor cantidad de público posible. A la etiqueta indie ya no le veo nada. Creo que se ha quedado como algo encasillado y muy pequeño.

—La industria musical está llena de prejuicios, ¿cuál es el que menos soportas?

—Nosotros siempre lamentamos que no salgan más grupos de chicas. Hay que darles apoyo porque es supernecesario para equilibrar la balanza. Las chicas van a aportar mucho a la música, pero todavía les faltan oportunidades. Nosotros estamos seguros de que lo van a conseguir.

—Este año se está hablando mucho del modelo de negocio de los festivales. ¿Cómo lo vivís desde dentro vosotros que sois los protagonistas de un montón de ellos?

—Más bien que mal. Pero es verdad que, después de la pandemia, cada vez hay más festivales y que se están montando un tipo de festivales que a nosotros no nos gustan especialmente. Te hablo de esos en los que hay un eclecticismo total. Yo creo que ya se ha comprobado que eso no funciona. Porque, aunque es cierto que tiene que haber de todo, tiene que haberlo con un poco de cabeza, de criterio.

—Da la sensación de que en este nuevo formato de festivales a veces lo que menos importa es la música.

—Ya, ¿y qué importa entonces, el dinero?

—No es pequeña razón.

—No sé... Ir a un festival solo a pasártelo bien, a emborracharte y tal, sin prestar atención a la música, pues bueno, es respetable, pero ¿hasta qué punto? Yo creo que, si eso cala mucho entre la gente, ese festival acabará por no funcionar.

—¿Cuál sería vuestro modelo ideal de festival?

—Para nosotros siempre lo ha sido el Sonorama.

—Hace una década, cuando vosotros aparecisteis, los festivales tenían unos carteles casi clónicos: Love of Lesbian, Los Planetas, Lori Meyers, Sidonie... Después llegaron bandas como Vetusta Morla o vosotros. Ahora mismo, ¿ves por detrás grupos nuevos que puedan, no digo dar el relevo, pero sí aspirar a compartir el ser cabezas de cartel en un par de años?

—Sí, veo varios grupos. El primero que se me viene a la cabeza es Arde Bogotá. Creo es un grupo que lo va a petar, si no lo está petando ya. También creo que van a estar ahí arriba Las Ginebras.

—¿A quién te gusta ver en directo? ¿Con quién lo gozas?

—Mi grupo de referencia en directo siempre ha sido Love of Lesbian. Me encantan. Aparte, son unas personas maravillosas, unos tíos majos. Da gusto estar con ellos.

—Hablando de llegar lejos, quién iba a deciros que algún día ibais a tocar incluso en un festival de jazz.

—(Se ríe) Pues sí, La verdad es que el Jazzaldia de San Sebastián era un festival que conocíamos solo de oídas. Cuando nos llamaron, nos pareció algo increíble. Y una vez allí, nos alucinó ver el respeto que se tiene en ese lugar por la música. Chapó, de verdad. Me encantó.

—Y ahora venís al Festival de la Luz. ¿Qué sensaciones o emociones os provoca?

—Estamos encantados. Sabemos que es un festival que se sale de los tópicos, como muy familiar. Y por encima, solidario. Estamos deseando actuar en Boimorto porque es que, además, con Luz estamos en deuda. Ella colaboró con nosotros en La parte difícil. Así que, en cuanto nos propuso ir a su festival, no tardamos nada en decir que sí.

—A Luz igual la escuchabas de niño...

—Sí, claro. Yo tengo 37 años. En mi casa mis padres la ponían a tope. Bueno, como la mayoría de los padres de esa época.

—¿Cómo es tu relación con Galicia?

—Nosotros siempre decimos que Galicia es nuestra segunda casa. Es el sitio donde más tocamos. En mi caso, no tengo tanta relación como Rafa, que tiene una novia gallega, pero a mí me encanta Galicia. Me encantan los paisajes y yo, que soy un comilón, creo que Galicia es el sitio donde mejor se come en el mundo.


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