El pequeño museo de la tragedia de los Andes que inspiró a Bayona
Fugas
El accidente del vuelo 571 que inspira la película que arrasó en los Goya tiene su propio museo de carácter privado. Entramos en él
16 Feb 2024. Actualizado a las 05:00 h.
La tragedia de los Andes conmovió al mundo entero en 1972, especialmente a la República Oriental del Uruguay, de donde procedía la aeronave con destino a Santiago de Chile aquel 13 de octubre. Los que sufrieron el accidente aéreo eran un grupo heterogéneo en el que destacaba un importante grupo de jóvenes estudiantes uruguayos que pertenecían al equipo de rugbi Old Christian Club, que se dirigían a Chile para jugar un partido. Muchos de ellos cursaban ingenierías de distinto tipo. Más de medio siglo después, la historia de los supervivientes que tuvieron que consumir carne humana para poder llegar a contarlo, está de plena actualidad por la película La sociedad de la nieve, que el español Juan Antonio Bayona ha dirigido al más puro estilo de Hollywood. El pasado sábado se llevaba 12 goyas de la Academia española de cine y es una gran candidata al Óscar de Hollywood.
Casi inadvertido
No era la primera película sobre esta historia ocurrida a más de 3.600 metros de altitud con la nieve como protagonista voraz. Hay varios largometrajes y documentales y se han publicado también varios libros al respecto. Uno de los que han tenido más éxito es el de Pablo Vierci, del 2008, del que el cineasta español tomó el título para su película y en el que se basó para contar esta historia.
Bayona realizó una intensa y extensa labor de documentación y estudio. Entre las fuentes que utilizó, está el modesto museo sobre el accidente de la capital uruguaya, Montevideo. Este es uno de los escasos museos que existen en el país y curiosamente es de iniciativa y gestión privadas. Está discretamente situado en la parte antigua de la capital, muy cerca de la sede del Gobierno, del teatro Solís y de la estatua del libertador uruguayo, José Artigas, o del característico edificio Salvo, que ocupan la plaza de la Independencia. En una calle estrecha de sentido único de circulación de los coches, pasa casi desapercibido para los viandantes, alguno podría confundirlo con una tienda clásica de muebles.
El museo, que lleva el nombre «Andes 1972», ocupa la totalidad de una casa antigua, del siglo XIX y está promovido y dirigido por un uruguayo de ascendencia alemana, Jörg P. A. Thomsen, al que delata su acento germánico, y que presume de concentrar en sus instalaciones toda la verdad por encima de lo que se ha publicado y dicho de forma errónea en estos más de 50 años. Él mismo atiende con pasión a las personas y grupos que, con cita previa, se acercan al museo para dar explicaciones en primera persona de lo que sucedió entonces. La piedra y el ladrillo a la vista protagonizan la estética de la larga sala en la que se encuentra el material rescatado por Jörg P. A. Thomsen.
Preside la entrada una maqueta del avión accidentado rodeada de los recortes de prensa de las cabeceras de todo el mundo que hablaban del siniestro. Al margen de los paneles clásicos, donde se habla de los 29 fallecidos y 16 supervivientes y se reconstruye la línea del tiempo desde la salida del avión hasta el rescate, así como del clásico documental que se proyecta en una sala de la planta baja, el museo cuenta con piezas y restos reales del accidente que llaman la atención de los visitantes. Quizá el más llamativo por su tamaño es una rueda del tren de aterrizaje, pero también hay asientos o una puerta de emergencia. Hay documentos personales, fotografías, cartas y objetos de los ocupantes que quedaron esparcidos por el argentino glaciar de las Lágrimas, donde se estrelló el avión de la fuerza uruguaya. Destaca la última foto que se tomaron en pleno vuelo parte del pasaje antes del accidente. Sorprende ver la ropa real rescatada o las pequeñas piezas del fuselaje y del motor que se encuentran en este particular museo. Y en él está expuesta la radio por la cual escuchaban las noticias y que les sirvió para saber que habían dejado de buscarlos.
Los ingenios rescatados
Los visitantes del museo pueden también ver objetos que los supervivientes construyeron e improvisaron para aguantar los 72 días que esperaron a ser rescatados, como recolectores de agua confeccionados con la chapa de los respaldos de los asientos para derretir la nieve o capuchas y gafas de protección solar o guantes fabricados con los forros de los asientos. Con el aislamiento térmico del aire acondicionado hicieron mantas para protegerse del frío, objeto que también ocupa una de las vitrinas de este museo. No hay morbo, la cuestión de cómo se alimentaron los supervivientes no es objetivo de este curioso lugar que cobra actualidad estos días y se convierte en referencia turística de Montevideo más de medio siglo después del accidente del que solo 16 personas volvieron.