Sesenta años con Mafalda, la «terapeuta» que nos hace reír pensando
Fugas
La «hija» rebelde de Quino celebra seis décadas de vida cómica con una edición de todas sus tiras y una serie que dirige Campanella. ¿Qué pueden hacer aún Quino y Mafalda por el mundo? «No nos vendría mal una Mafalda que hubiese cumplido su sueño de ser intérprete en la ONU...», aventura la editora Lola Martínez de Albornoz, de Lumen
12 Apr 2024. Actualizado a las 05:00 h.
Quizá lo mejor de Mafalda es que su filosofía-eclipse no es para todos los públicos. Leer a Mafalda es distinguirse. No soportarla también. El propio Vázquez Montalbán dijo que le parecía una niña repipi; que los que le caían bien eran sus padres por lo que tenían que aguantar... Digerir la verdad a bocados diarios no es fácil. La opinión de Montalbán quedó escrita en el volumen 10 años con Mafalda, una joya que editó Lumen en el 73 con una entrevista a Quino de Maruja Torres a modo de prólogo trufado de opiniones sobre la pesimista más precoz, irónica y valiente de la historia del cómic. Entre ellas, esta otra de Julio Cortázar: «No tiene importancia lo que yo pienso de Mafalda. Lo importante es lo que Mafalda piensa de mí». Hay cosas que solo los niños deben saber.
A sus casi 60 años, Mafalda sigue compuesta, con lazo, vestido y calcetín con merceditas dándole a lo que más le gusta hacer: pensar. Pensar en cómo desarmar las soberbias adulteces y en cómo arreglar el mundo, que no mejora por más que lo embadurne de las cremas de su madre o lo ponga a dormir en la cuna de su hermano Guille... para ver si así se le cura «el Asia». Sigue el ansia de leer.
Para celebrar el cumpleaños de la nena bocazas que vio la luz el 29 de septiembre de 1964 en el semanario Primera Plana, Lumen publica esta primavera Mafalda. Todas las tiras; en mayo llega a las librerías Universo Mafalda; en septiembre saldrá el recopilatorio La vida según Mafalda. Y Juan José Campanella convertirá la tira cómica en serie.
¿Qué mantiene joven y al día a Mafalda a sus 60? «Mafalda tiene la suerte de quedarse en sus seis años para la eternidad, y conservar así la inocencia para querer cambiar el mundo. Al contrario de nosotros, sus lectores, que nos hemos ido convirtiendo en adultos y nos vamos contaminando con esa 'enfermedad incurable' que es ser un ser humano. Afortunadamente, podemos seguir acudiendo a Mafalda y rescatar al niño sabio y de corazón puro e incorruptible que una vez fuimos», advierte la editora de Lumen Lola Martínez de Albornoz, que recuerda quién fue la culpable de traer a España a esta filósofa casera que nació crecida ya, como su amiga Libertad, y que prefería columpiarse bajo el cielo de la utopía que tragar lo feo de la realidad.
Mafalda llegó a España estrenando los 70 gracias al olfato de la editora Esther Tusquets, que descubrió las tiras de la hija menos sopera de Quino en una feria de letras de Fráncfort. «Cuando llevaban ya unos siete años apareciendo en Argentina, se animó a publicarlas aquí. Ella nunca pensó que sería un éxito comercial —cuenta Lola Martínez de Albornoz—, y se hizo una pequeña tirada, pero enseguida se convirtió en bestseller». Y con los años no paró de crecer. En simpatías, no en edad.
Mafalda siempre tuvo pelo, pero ni uno en la lengua. Por sus agudezas debió enfrentarse a la censura. «Su contenido fue considerado inapropiado para los niños y la primera edición llevaba una banda lateral que decía: 'Para adultos', pero muchos lectores se saltaron la opinión del censor y Mafalda fue leída por grandes y chicos...», apunta la editora de Lumen.
Siendo fan de larga distancia a través del maratón de las décadas de Mafalda, me pregunto si sus tiras son más para adultos que no han perdido la filosofía de pensar y rebelarse o para niños que captan la ironía del mundo y los defectos de forma y fondo de los esquemas y los sistemas adultos. «Mafalda es para todos, tiene múltiples niveles de lectura que cambian a medida que uno crece —afirma la editora—. La periodista Tereixa Constenla dijo en una ocasión algo que me parece muy cierto: que los adultos vamos a Mafalda a psicoanalizarnos. En cuanto a los niños, se pueden identificar con esa pandilla de personas totalmente distintas, pero unidas por una amistad inquebrantable».
¿Cuál es la gracia de su ánimo pesimista y el secreto de que perdure su encanto? «Mafalda nos sirve de espejo. Lo que nos dice es básico y lógico, y ella se pregunta por qué el mundo no parece entenderlo... Es un discurso con el que empatizamos, pero que no conseguimos poner en práctica: amarnos los unos a los otros, tener respeto por la cultura, por el conocimiento, no invertir en armas sino en educación, respetar los derechos de la mujer, del niño, etcétera», responde Lola Martínez. ¿Qué pueden hacer Quino y Mafalda por el mundo? «No nos vendría mal una Mafalda que hubiese cumplido su sueño de ser intérprete en la ONU, pero, a falta de eso, Quino y Mafalda siempre supondrán una invitación a pensar, a desarrollar el espíritu crítico, a rebelarnos contra las injusticias y a luchar por un mundo mejor», dice la editora.
Y yo, como diría el amigo Manolito, se lo compro. O deposito en Mafalda y en toda su terapéutica pandilla, mi entera confianza, sin saber siquiera qué interés pagan...
Yo no voy a Mafalda a hacer terapia, voy más a dejar de crecer.