La Voz de Galicia

Miguelanxo Prado regresa para completar «Presas fáciles»: «Rematar este cómic foi unha verdadeira tortura»

Fugas

rubén santamarta
El dibujante Miguelanxo Prado.

Tras abordar los abusos bancarios, Miguelanxo Prado completa su serie policíaca con un cómic sobre la pornografía infantil, un difícil trabajo que tuvo que reescribir siete veces y en el que de nuevo enfoca a los grupos más vulnerables

24 May 2024. Actualizado a las 05:00 h.

Al reflexivo Miguelanxo Prado (A Coruña, 1958) no le gusta ni escribir ni dibujar desde el estómago. «Eu móvome nun rexistro de temas intensos emocionalmente, como pode ser a memoria ou a construción da identidade, como se viu en Ardalén. Unha ficción permíteme manter unha marxe de seguridade», explica. Pero esa red se quebró hace unos ocho años, cuando le rondaron bien cerca la estafa de las preferentes y los abusos bancarios. La noticia del suicidio de dos personas mayores cuando iban a ser desahuciadas fue el detonante de Presas fáciles, relato policíaco con dos personajes claves, los inspectores Olga Tabares y Carlos Sotillo, a los que les toca desvelar el asesinato en serie de dirigentes de banca, sin un aparente móvil común.

 Aquella historia, publicada en el 2016, iba a ser un álbum independiente. «Non son un creador de series», admite Prado. Pero de nuevo volvió a darse con la realidad. Hace unos tres años vio en los medios el caso de una mujer que, desesperada por la falta de ingresos y perspectivas para su familia, empezó a grabar sus propios vídeos pornográficos; no fue suficiente y terminó metiendo a sus hijas menores en esa actividad ilícita. Ese episodio le revolvió. Coincidió que sus editores en Francia, Alemania y España le pedían nuevo material para Tabares y Sotillo, y que él mismo pensaba que les debía a ambos una nueva investigación que, a la vez, les permitiera conocerse mejor. Y terminó por precipitar Presas fáciles: buitres. Hoy llega a las librerías en formato de tomo único, editado por Norma, recuperando la primera historia, que además ha coloreado (originalmente venía en blanco y negro) y que lleva un sugerente subtítulo: Hienas.

Cuenta Miguelanxo Prado que sacar adelante este último trabajo ha sido realmente duro. De entrada, por cómo abordarlo y escribir el guion (no se pone a los lápices hasta que tiene la historia completa). «Creo que cambiei sete veces o que tiña escrito, nunca o fixera tantas veces na miña vida. Rematar este traballo foi unha verdadeira tortura», admite.

¿Qué hay en este nuevo cómic? Una historia alrededor de la pornografía infantil que el creador coruñés expone con una delicadeza extrema para evitar caer en el sensacionalismo o en el dibujo explícito. Todo es muy sutil, porque importa más el recorrido para llegar al mensaje final. Parte del hallazgo de una joven muerta en su cama tras encontrarse unos vídeos sexuales suyos. ¿Suicidio tras destaparse esas imágenes, o hubo intervención de terceros? Es la pregunta para Tabares y Sotillo, unos policías de curiosa relación —alternan la más escrupulosa jerarquía con el tuteo y el tonteo— que evolucionan con estas dos historias.

Dos y no más. No habrá continuidad. «Non teño corpo para estar tanto tempo con temas tan duros, con temas que me van tocar, con esas historias que nos levan aos máis vulnerables», adelanta Miguelanxo Prado, metido estas semanas en una promoción que le llevará por varios países europeos, donde su firma es tremendamente valorada. No habrá más Presas fáciles, y lo siguiente, dice de forma muy somera, será un cómic sobre ciencia-ficción, en un escenario no muy lejano, pensando en cómo será esta sociedad en unos pocos años. 

Portada y arranque de la primera parte de «Presas fáciles».

Pero volvamos al presente, a estas Presas fáciles, a ese momento en el que Miguelanxo Prado repara en una información sobre una madre que termina realizando unos vídeos porno caseros en los que involucra a sus propias hijas. Cuando decidió que ahí había material para un cómic, quiso aclarar conceptos y conocer cómo se movían los consumidores, los implicados y las víctimas. No sabía por dónde tirar, y recurrió a un viejo amigo: Luis García Mañá, comisario honorario. «Tiña ideas moi revoltas: pederastia, abusos, tráfico de menores... Eu quería saber que pode levar a un adulto aos vieiros da pornografía infantil, e tamén estaba interesado en recoller como as ferramentas tecnolóxicas mudaron todo. Como é posible que unha muller, sen formación, só co móbil, pode montar un tinglado como o dunha rede de pornografía infantil?». En el cómic se advierte la paradoja: el crimen viene con el teléfono móvil, con la tecnología, pero los policías revisan todo en sus tabletas electrónicas. El problema y la solución.

Todos esos interrogantes llevaron horas de conversación con García Mañá, quien, cuenta Prado, intentó quitarle el asunto de la cabeza, por la complejidad que tiene el tema. Sacó en claro que no hay un perfil único de consumidor de este tipo de contenido basura, que los hay que ven pornografía infantil y no pasan a la pederastia; que los hay entre clases adineradas y humildes; y que el entorno más cercano a las víctimas suele ser el principal responsable. Se recoge todo en este nuevo cómic, un trabajo que, como el precedente sobre los abusos bancarios, va creciendo en intensidad, tiene sus giros de guion y va dejando pistas falsas al lector. Como el buen noir, un género que en el cómic contemporáneo tiene un nombre propio: la serie Blacksad. «É extraordinario, pode ser o último gran clásico do cómic europeo», concede Prado, que suele ser bien exquisito en sus recomendaciones (durante la conversación dejará otra, Terapia de grupo, de Manu Larcenet).

Para esta segunda parte, los escenarios no varían y repite A Coruña —con licencias en ubicaciones— como escenario de la investigación. Quiso Prado que su ciudad natal fuera una pieza más, aunque reconoce que cuando la documentación real (trajes, calles, incluso los barcos de esa joya titulada Trazo de tiza) es una parte poco agradable. «Cando debuxo a documentación é unha tortura, mesmo para facer un coche prefiro inventalo», dice entre risas en un café de los Cantones, uno de esos lugares reales por los que pasean Tabares y Sotillo. El cadáver de la muchacha, por ejemplo, aparece en un piso de la torre Hercón, el edificio más alto de la ciudad. «Estaba en construción cando eu estudaba Arquitectura, e o director dese edificio era tamén o director da Escola de Arquitectura, José Ramón Franco Taboada, e tiñamos acceso privilexiado na obra, era tremendo, desde arriba, movíase e todo, hahahaha», recuerda.

Interiores del álbum, con los dos investigadores.

Misma ciudad, mismos detectives, dos temas diferentes y casi ocho años entre una parte y otra de Presas fáciles. No se advierte ese escalón entre la parte de Hienas y la de Buitres. «O cambio dunha historia a outra penso que non se nota, e era algo que me preocupaba moito». Contribuye a la coherencia que la primera parte se haya coloreado para esta edición, con esos tonos acuarelados, pura pintura artesana (mandan verdes, azules...) que distinguen al dibujante gallego. La decisión fue de los editores, pero cuenta Prado que había debate entre sus lectores. «Tiña todo o sentido falar dese tema [la estafa bancaria] con tons oscuros». Es razonable: aumentaba el cabreo, hacía que la historia fuera más hostil. Para Buitres no hubo debate, y se tiró de la paleta de colores. «Se unha historia coma esta ía en branco e negro sería totalmente insoportable», explica él. También precisaba esa técnica porque entre las páginas de un relato tan duro va deslizando momentos que dan aire al relato, especialmente para conocer mejor a los dos policías, sus pequeñas aficiones, sus disputas sobre gastronomía, y hasta la querencia por incomodar que tiene la inspectora Tabares.

Todo ese material sirve para construir una historia sólida, con saltos en el tiempo, alejada de la ficción y que cuesta no creerse. Un relato en el que sería tentador caer en el voyeurismo y que esquiva Prado con apenas dos dibujos que insinúan lo que ya imagina el lector. «Foi o máis complicado de todo». El resultado es un cómic para poner las luces largas y encender las alarmas. Porque esas presas, los ancianos, los menores, fueron bien fáciles, y porque las sigue habiendo.

PRESAS FÁCILES. Tomo integral.

Miguelanxo Prado. Norma editorial. Color. 184 páginas. 35 euros


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