La Voz de Galicia

Viva Suecia: «Ahora la gente ya no funciona por tribus»

Fugas

CARLOS CRESPO

Aupados a la primera línea en los carteles de los festivales, cerrarán su periplo por Galicia, su «segunda casa», en el Caudal Fest, en Lugo

06 Sep 2024. Actualizado a las 05:00 h.

Encuentro a Rafa Val, guitarrista y compositor de Viva Suecia, pasando unos días de descanso en Bamio (Vilagarcía) —de donde es su pareja—, tras actuar en el festival Río Verbena, en Pontevedra. «Galicia es el sitio donde más tocamos, pero también es mi refugio. Yo ya la siento un poco mi tierra», dice. Tanto es así que en breve volverá por estos lares. Los murcianos son uno de los cabezas de cartel del Caudal Fest, que se celebrará en Lugo el 20 y 21 de septiembre.

 

—¿Qué te parece este modelo de festivales que se está imponiendo, tan eclécticos?

—Yo creo que son fruto de que hemos abierto la mente. Una de las poquitas cosas buenas que ha traído el streaming es que la gente ya no funciona por tribus. Te puede gustar mucho una cosa y su contraria. Y eso me parece bien. A mí me encantan Jero Romero y Metallica. ¿Por qué no voy a escuchar a los dos? Sí que es verdad que cuando mezclas a públicos radicalmente distintos, tienes la posibilidad de convencer a alguien que no iría a verte jamás, pero, por otro lado, puede que veas que la gente que ocupa las primeras filas en tu concierto pasa bastante de ti porque lo que quiere es ver el siguiente. En fin..., hay que tener en cuenta que aún estamos en un momento en el que esto acaba de aflorar y tenemos que encontrar la manera de hacerlo bien. Yo creo que la encontraremos.

—Cuando uno se ve en el Wizink, con todo vendido seis meses antes, ¿consigue mantener atado al ego o cada vez os resulta más complicado?

—A ver... Ser, muy entre comillas, «famoso» en el mundo de la música en el que nosotros nos movemos, es no ser famoso. Famoso de verdad es Alejandro Sanz. Yo esta mañana he ido al mercado a Vilagarcía y nadie me ha molestado. Yo hago mi vida perfectamente normal. Y cuando alguien me pide una foto, no es una molestia, es un halago. Con respecto al ego, entre nosotros, incluyendo a nuestro equipo, tenemos una relación muy de iguales y nos hemos dado la autoridad de darnos una bofetada al que se pase de listo o de rosca. Puede sonar a cliché, pero en nuestro caso las canciones son lo primero. Me gusta cuando alguien se acerca y me dice «me encanta vuestra música, pero no os ponía cara». Digo: «Perfecto, conoces la parte importante del asunto».

—Vetusta Morla han anunciado que paran un tiempo para aliviar la presión. ¿Se os ha pasado alguna vez por la cabeza echar un poco el freno frente a todo esto?

—Nosotros cuando peor lo pasamos fue al principio, cuando compaginábamos el grabar, componer y girar con nuestros curros habituales, parejas y familia. Aquello era un caos y quien más quien menos tuvo sus momentos complicados. Pero somos muy familia, muy equipo, y cuando uno cae, los otros estamos para echarle una mano. Pero a partir de que ya pudimos dedicarnos plenamente a esto, lo único que queremos es no parar, porque adoramos nuestro trabajo. Cada vez que asoma por el horizonte la idea de vamos a parar un año, se nos encoge el alma de una manera... Porque es que no queremos dedicarnos a otra cosa.

—Ahora que Vetusta se toma un respiro, quedáis vosotros ahí, en primera línea de parrilla.

—Tampoco es una cosa que nos importe demasiado. Para mí el triunfo es el de Niños Mutantes, Second o La Habitación Roja. Grupos que llevan 20 o 30 años juntos, haciendo canciones. Lo del número uno está muy bien, pero va a durar un ratito. Me interesa más bien poco. Yo lo que quiero es estar dentro de 20 años charlando contigo de que tenemos un disco nuevo y de que todavía hay cuatro locos que vienen a escucharnos a los conciertos.

—Cuando emergió Viva Suecia supuso un relevo, si bien en convivencia, respecto a la primera hornada del indie español. ¿Atisbáis ya propuestas que puedan suponer el relevo a vuestra generación?

—Los grupos anteriores a nosotros fueron los que marcaron la primera etapa de este bum. De repente, gracias a ellos y a los festivales, la música que escuchaban cuatro pringados, se hizo masiva. Yo les estoy muy agradecido porque nosotros fuimos a tocar a recintos de 20.000 personas porque aquellas bandas que estaban en todos los carteles, Vetusta Morla, Love of Lesbian, Izal, Lori Meyers..., vendían las entradas. Igual ahora hay grupos que también digan eso de nosotros. Sería un honor.

—He leído una entrevista en la que decías que «el indie no tiene actitud». ¿Fue quizá esa la cuestión que atenazó a esa escena y lastró su evolución?

—Hubo unos años en los que había un exceso de copia de la copia de la copia, porque casi todo el mundo tenía miedo a salirse de la senda de lo que había que tocar, de cómo había que sonar. Pero de un tiempo a esta parte, hay muchísimos proyectos interesantes que han abierto camino. Desde las Ginebras hasta Rufus T. Firefly... Creo que todos nos hemos relajado un poco y hemos dicho: oye, sí que cabe el soul, sí que cabe la bossa, sí que cabe Ángel Stanich haciendo sus movidas tan locas... Siempre habrá grupos que suenan a copia de copia y no pasa nada, porque nosotros también sonamos a copias de un montón de cosas, pero nos hemos concedido por fin la libertad de hacer un tema que se supone que no deberíamos hacer, sacarlo en un disco y tocarlo en un festival. Y la gente viene con las orejas abiertas dispuestas a escuchar a su banda favorita tocando una cosa que se supone que no debería tocar.

—Vuestro último lanzamiento, «La orilla», ¿es representativa de lo que nos vamos a encontrar en el futuro de Viva Suecia?

—No lo sé ni yo. La orilla es una canción que nos gustaba tanto que tuvimos incontinencia. No pudimos esperar a sacarla porque estábamos deseando tocarla este verano. Así que la publicamos y ahí queda. ¿Estará en el próximo disco? No lo sé. Lo único que te puedo decir, y solo a medias porque del disco llevamos poquito, es que no va a ser un álbum conceptual. No llevará una senda única. Estamos en eso que te decía antes, hoy vamos con The Black Keys, mañana con Sam Fender y al otro, con lo que sea.

—Tú has contado que tuviste tu etapa AC/DC, tu etapa Leonard Cohen, tu etapa Iván Ferreiro... ¿En qué etapa estás ahora?

—La etapa Iván Ferreiro no acaba nunca. Iván es un tipo al que hay que escuchar con mucha atención cada vez que tiene algo que decirnos. Para mí, es de lo más grande que hay en este bendito país. Es una de esas personas que hace un molde y que lo rompe inmediatamente. Y ahora mismo, pues mira, estoy saliendo de la etapa Bruce Springsteen, aunque algo queda, y estoy teniendo una etapa muy The Killers, que es una banda a la que no le presté mucha atención cuando pegaron el pelotazo y de un tiempo a esta parte me he puesto a tope con ellos. Siempre tengo ahí a Ginebras, que me parecen increíbles y esta semana he estado muy con Paul Simon.

—¿Y de Galicia?, aparte de Iván Ferreiro.

—En Galicia hay cosas maravillosas. Para empezar Baiuca, un tótem. Un tipo que ha metido una canción cantada en gallego en un anuncio de Apple debería ser el orgullo gallego number one. Están The Rapants, que me flipan. Y Xurxo Fernandes con sus Pan Sen Fron, que es un tipo loquísimo que tiene una riqueza musical muy muy vasta y al que escucho mucho en casa. También siempre está Xabier Díaz por ahí... Intento estar pegado a lo que pasa en Galicia porque siempre salen cosas que merece mucho la pena tener en cuenta.

—Vetusta Morla llevaron de gira a Lilaina. Igual algún día nos topamos con que Viva Suecia se hace acompañar también de algún o alguna artista de nuestra tierra.

—¡Oh!, me encantaría. Me fliparía, por ejemplo, que Tanxugueiras hicieran alguna cosita con nosotros. Son maravillosas.

—Volviendo a «La orilla». ¿Por qué habéis escrito una oda a la derrota justo en el momento de más éxito?

—Pues precisamente porque en el momento de más éxito, aparente, es cuando más tienes que fijarte en las cosas que no funcionan bien. Nunca estamos en un estado de felicidad absoluto, lo cual nos mantiene vivos. El hecho de que hayas tenido cierto éxito en una faceta de tu vida no implica que tengas que descuidar las demás. De hecho, estos pequeños picos de éxito suelen acarrear consigo estrés, preocupación por estar a la altura y muchas de esas cosas. Y entonces, es ahí cuando entra la gente que nos conoce bien, la gente que nos ve andar por casa en calzoncillos y la gente que nos cambió los pañales, para ser nuestro cable de tierra.

—Porque, ¿cómo es Rafa en calzoncillos?

—(Se ríe) Yo soy un amante de no hacer nada. Sé que hay gente que no es capaz, pero yo lo disfruto muchísimo. Mis días favoritos, tras los del estudio y los de tocar, son los de no hacer nada, los de estar en calzoncillos, comer pizza y jugar a la videoconsola. Y si son en Galicia, mucho mejor. Aquí no como pizza, aquí como bien.

—En «La orilla» hablas de las lecciones de vida. ¿Cuál es la más importante que has aprendido?

—Dar valor a la gente que te conoce fuera y antes de todo esto. Al final, esto es volátil y llegará un momento en el que el éxito se irá, igual que vino. Por eso es importante preocuparte de conservar a la gente que te quiere de verdad, a esa que te ve comer pizza en calzoncillos, porque esa es la gente que va a estar ahí en función de la persona que eres, no de la persona que cree que eres. Hoy estás tocando delante de 20.000 personas y mañana estás en tu casa poniendo una lavadora. Ser consciente de que eres más la persona que pone la lavadora que la que se sube al escenario es una lección de vida grandísima.


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