Nomen est omen: «El nombre es presagio»
Fugas
Begoña Peñamaría encierra en jaulas doce vidas que nos tocan la fibra sensible
11 Oct 2024. Actualizado a las 05:00 h.
El pragmatismo es una cualidad proverbial del pueblo romano, y este dicho latino lo corrobora. Los romanos creían firmemente en el poder del nombre (nomen) sobre la persona que lo llevaba, capaz de determinar sus rasgos, su destino, sus aconteceres.
Así pues, acude a mi mente este adagio justo en el momento en que reflexiono sobre el significado del nombre de una novela que acabo de leer. Jaulas es su título. Su autora, Begoña Peñamaría Marcos (Publicaciones Arenas, Julio 2024). Y este título responde, exactamente, a lo que significa omen: presagio, destino, revelación de las vivencias de sus personajes.
En jaulas encierra Begoña doce vidas que sufren y sobreviven al confinamiento obligatorio, para frenar la propagación de un virus, de etiología desconocida, que desconcertó y puso patas arriba nuestro mundo durante meses.
En este encierro es donde, por primera vez, cada persona se muestra, con sinceridad y sin tapujos, tal cual es. Sus fragilidades, sus miedos, sus carencias, sus contradicciones. Pero también, sus valores, su generosidad, su verdad, su fortaleza para hacer frente a los imprevisibles zarpazos de la vida.
Juan estaba hecho un lío, no sabía lo que buscaba. Sonia echa de menos a Dios. Ana, todos confinados menos ella: trabaja en una frutería. Quique, ¡qué genial este Quique!, no se avergüenza, sino que se siente feliz de haber nacido vago. Elba, pobre Elba, engañada y degradada, ¡bendito virus que le permite recuperar su dignidad!
Pero la autora nos coge de la mano para que veamos, con ella y a través de estos personajes, la realidad con otros ojos. Con los ojos de la compasión, de la indulgencia, de la empatía. Pero también de la admiración. ¿Cómo no?, admiración por ejemplo hacia Elena, por su arrojo y valor al decidirse a dar un giro total a su vida.
Es una novela tan impregnada de la realidad que se estaba viviendo, que toca las fibras sensibles de nuestra propia vida. Un libro muy oportuno, que reconforta, que nos hace mejores, más generosos, resonando en la condición de «humanista» con la que la propia autora se identifica. Ya solo por esto, recomiendo vivamente su lectura. Y eso sin contar sus valores literarios, recalcados por especialistas en la presentación de la novela, el 1 de agosto en el Real Club Náutico de A Coruña.
Begoña Peñamaría es una novelista, escritora y articulista sobresaliente. Sus pensamientos y reflexiones rezuman autenticidad y hondura. Denuncia todo lo denunciable, si es necesario, con dureza, pero sin rencor. Sus reflexiones son profundas y auténticas, pero sin engreimiento. Su prosa es natural y fluida, sin afectación.
Hace mucho que yo sé de Begoña Peñamaría. No como escritora ni como diseñadora (también sobresaliente), sino como sobrina-nieta de Elena Quiroga, faro en mi despertar a la lectura.
Como escritora la descubrí leyendo y celebrando el éxito de su libro Dejadme marchar, un libro inmensamente emotivo: se construye en torno a la muerte en plena juventud de un hermano de la autora. Lo busqué porque también yo estaba pasando una etapa de duelo. Y me sirvió de consuelo. Comprendo el éxito de sus dos ediciones.
Mercedes Boado Vázquez es catedrática de Latín