Doña Gorgo, la gallega que desmonta las mentiras de la historia: «Vivimos inmersos en una democratización del bulo»
Fugas
A través de un seudónimo, esta historiadora y autora peliaguda que triunfa con la cuenta Se Montó la Historia desbroza las malas hierbas que han crecido a lo largo de los años alrededor de algunos capítulos históricos
20 Dec 2024. Actualizado a las 11:16 h.
Ahora se hacen llamar fake news, pero los bulos ya peinan (muchas) canas. La historia está llena de ellos y algunos, a base de repetirse, se han convertido en verdades incontestables a ojos del común de los mortales. Nada más lejos de la realidad. Y contra eso lleva muchos años peleando Doña Gorgo, una historiadora peliaguda que a través de este seudónimo se dedica en redes sociales —sobre todo a través de su cuenta de Instagram @semontolahistoria— a desbrozar las malas hierbas que han crecido a lo largo de los años alrededor de algunos capítulos históricos. A su labor digital ahora ha sumado otra más analógica. Su nuevo libro Esta historia no te la habían contado recoge mitos, bulos y fake news alrededor de temas tan variopintos como los piratas, los gladiadores o Juana I de Castilla, que a pesar de los pesares siempre será conocida con el sobrenombre de la Loca.
—Hay quien puede tener la tentación de pensar que los bulos son algo moderno...
—Los bulos son noticias falsas, pero con potencial para ser verdad. Si yo ahora te digo que en las Fragas do Eume hay hadas, no me crees. Pero si digo que está habiendo un incendio... ¿Qué es lo que otorga credibilidad a un bulo? Principalmente, tres cosas. Antiguamente, el emisor era extremadamente relevante. Es decir, no era lo mismo que un campesino viniera y te dijera: «He visto a la reina paseándose por los jardines con su amante»; a que eso mismo te lo dijera un escritor. En ese caso, el bulo tenía un peso.
—¿Ha cambiado el peso del emisor?
—Hoy, el emisor ya no tiene prácticamente relevancia porque alguien suelta una bomba en redes sociales y se acabó. Vivimos inmersos en una democratización del bulo. En segundo lugar; el bulo apela a un sentimiento, quiere que el receptor sienta algo que puede ser positivo o negativo. Y luego, el tercer factor es que el bulo siempre coincide con nuestras inferencias personales y nuestra cognición social. Es decir, lo que nos han enseñado a creer. Y esto depende de la cultura, del contexto histórico… Básicamente, lo que nos enseñan desde pequeños que está bien y lo que está mal. En una sociedad como la nuestra, donde el machismo sigue imperando, a la gente le cuesta muchísimo tener una imagen positiva de Cleopatra, de María Antonieta o de Juana la Loca… Tenemos pruebas de que no eran esas mujeres locas, malas o manipuladoras de las que hablan. Y, sin embargo, sigue costando mucho que la gente se mentalice de que no eran así.
—Ahora que hay tanta polémica con «Gladiator», ¿qué importancia han tenido los bulos en nuestra concepción de la historia?
—Muchísima. Cuando empecé en las redes sociales, había gente a la que parecía molestarle la idea de que pusieras algo de luz en la historia; el hecho de que el conocimiento rompiera sus sesgos y sus errores. Una vez me escribió una persona de 30 o 40 años a raíz de un post que hice sobre prehistoria para negar la evolución. Me decía: ‘Creeré que venimos del mono cuando vea a dos monos procrear y de ahí salga un ser humano’.
—¿Y qué haces en estos casos?
—Paciencia máxima y toda la asertividad posible. Porque me planteo que a lo mejor esa persona no ha tenido acceso a formación o ha vivido en un contexto plagado de sesgos en el que su entorno le ha machacado unas ideas preconcebidas.
—En el libro descubres algunos bulos muy extendidos como que los esclavos no tuvieron nada que ver con la construcción de las pirámides. ¿El cine también ha ayudado a engrandecerlos?
—El cine es una retroalimentación constante, un estímulo. Igual que la literatura fue la pila que alimentó el bulo para temas como los piratas o los vikingos. Cada vez que hablo de vikingos, siempre hay alguna discusión porque se toma como referencia series y películas. Me sorprende ver a gente defendiendo que los vikingos eran feministas. El hecho de que haya determinadas mujeres que participaran en la batalla, no significa ni que todas las mujeres participasen, ni que los vikingos fueran feministas. La idea del feminismo no la podemos trasladar a la antigüedad. En el caso de los vikingos, me hace especial gracia porque, hasta que la mujer se casaba, tenía un tutor legal, nunca pudo ser jefa de clan o tampoco podía tener amantes.
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—El libro retrata el caso de Juana la Loca, y tenemos a María Antonieta. ¿La historia ha sido especialmente intransigente con las mujeres?
—Totalmente. El ser humano, cuando entra en sociedad, establece una línea de lo que se entiende que es ser normal; las expectativas que tienes que cumplir como individuo. Y en el caso de las mujeres, siempre nos tocan las peores expectativas. Tenemos que ser guapas, ordenadas, limpias, no armar escándalos y entonces todo te irá bien. En el momento en el que hay una mujer que no quiere cumplir con eso, ya se entiende que está loca, es mala o es una manipuladora. Un ejemplo es el de Cleopatra, que ha pasado a la historia como una femme fatal; cuando hacía lo mismo que muchos hombres de su época.