La investigación de Lugo revela el uso de hormonas en 300 granjas de toda España
Galicia
Gran parte de las explotaciones de vacas lecheras afectadas estarían en las comunidades de Cataluña y Aragón
18 Apr 2013. Actualizado a las 07:00 h.
La investigación llevada a cabo por el Servicio de Protección de la Naturaleza (Seprona) de Lugo por la presunta administración de la hormona de crecimiento BST a vacas lecheras trasciende a explotaciones de fuera de la comunidad gallega. Según las primeras estimaciones, es posible que estuviese siendo suministrada a reses de más de unas trescientas explotaciones de la geografía nacional, especialmente de la zona norte. El uso de dicha hormona está prohibido en toda la Unión Europea, no así en Estados Unidos, donde se comercializa con total normalidad.
El Seprona de Lugo, tras muchos meses de investigaciones, consiguió dar con las personas que, supuestamente, traían a Lugo la hormona, procedente de Cataluña, concretamente desde la provincia de Lérida. A esta comunidad llegaría de mercados de Sudamérica. Ayer, varios ganaderos explicaron que no se podía implicar a todo el sector en este problema y limitaron su aplicación a algunas explotaciones. También dijeron tener constancia de que quienes supuestamente traían la hormona a Lugo tratarían de establecer en esta provincia un punto de distribución para las provincias gallegas.
La aplicación de esta hormona de crecimiento permite a algunas vacas llegar a producir diariamente hasta cinco litros más de leche. Los expertos tienen opiniones diferentes sobre las consecuencias que acarrea para los consumidores.
El hecho de que se constante, por la documentación intervenida, que el uso no es una cuestión centrada única y exclusivamente en Galicia motiva que la investigación posiblemente se amplíe a otras provincias. Todo apunta a que el uso de la hormona podría ser espectacular a nivel nacional, teniendo en cuenta que las primeras estimaciones refieren a que solo en Galicia podrían estar entrando mensualmente algo más de cuatro mil dosis.
La investigación sobre el «dopaje» a las vacas coincidió con otra sobre el presunta contaminación de reses con brucelosis para cobrar por su sacrificio y el seguro.