«Unha cousa así non se esquece nunca»
Galicia
Federico Justo Méndez tenía tan solo nueve años cuando en 1944 sobrevivió al peor accidente ferroviario de la historia española y aún se emociona al recordarlo desde Verín
02 Aug 2013. Actualizado a las 17:16 h.
Es el mayor accidente ferroviario de la historia de España y los expertos dicen que podría serlo de todo el mundo si el régimen de Francisco Franco no hubiese falseado el número de fallecidos. Oficialmente, en el siniestro de Torre del Bierzo, ocurrido el 3 de enero de 1944, murieron 78 personas, pero distintas investigaciones sitúan el número de víctimas entre 500 y 800. Federico Justo Méndez, vecino de Verín (Ourense), viajaba en ese tren. Casi setenta años después, ese recuerdo no se le ha borrado. Y menos ahora, tras la tragedia de Santiago. A los supervivientes les recomienda que sean fuertes porque tampoco podrán olvidar: «Pódese levar mellor co tempo, pero unha cousa así non se esquece nunca».
Federico, que ahora tiene 78 años, contaba con nueve cuando ocurrió todo. Él, su madre y sus tres hermanas vivían con su padre, capataz de minas, en Asturias. Este decidió enviar a su familia a Albarellos, su pueblo, ante la escasez de comida. Tomaron un tren a León y allí sus vagones se acoplaron a los del correo-expreso que llegaba de Madrid en dirección a Galicia. A partir de ahí, su historia coincide con la ya conocida. Una de las dos locomotoras falló y la otra, con problemas de frenos, no resistió el descenso de Brañuelas. «Miraba pola ventaíña e íamos embalados», recuerda Federico. El tren no pudo parar en Albares ni en Torre del Bierzo y solo frenó cuando, a la salida de ese pueblo, se encontró con una máquina de maniobras en un túnel. El verinés y su familia viajaban en los últimos vagones (los que se acoplaron al correo-expreso en León), que se quedaron fuera del túnel. Eso les salvó la vida a los cinco, pero no evitó que fueran testigos de un escenario de gran crudeza.
«Os vagóns eran de madeira. Houbo un gran incendio e non se me esquecerá na vida a xente que saía do túnel ardendo e gritando», dice Federico, que se emociona especialmente al recordar que, con solo nueve años, trató de salvar a otro niño: «Morreu nas miñas mans». Fue testigo y protagonista de acciones heroicas como las que han hecho famosos a los vecinos de Angrois, a los que felicita.
Ahora solo espera que en esta ocasión sí haya una investigación seria: «Naquel caso foi o tren, que era unha pena. Agora culparán ao maquinista, que con todas esas mortes xa ten a súa condena, pero coa técnica que hai hoxe non se pode deixar todo nas mans dunha persoa».