La aldea del alcalde es una ruina
Galicia
El regidor de Muras restaura un núcleo abandonado como aldea etnográfica y acaba denunciado por los primeros huéspedes por incumplir el contrato
11 Jul 2014. Actualizado a las 13:09 h.
A finales de 2011 se iniciaron las obras de reconstrucción de una aldea abandonada llamada Carelle Grande, en las montañas del municipio lucense de Muras, que apenas supera los 700 habitantes. El alcalde, Issam Alnagm (PP) pretendía crear una aldea etnográfica en un paraje espectacular para desarrollar allí actividades relacionadas con el turismo rural y la naturaleza.
En principio, un proyecto ambicioso para un lugar que se despuebla a pasos agigantados, pero el proceso de reconstrucción no estuvo exento de polémicas, ya desde antes de empezar. La persona que compró esas casas cuando estaban prácticamente derruidas y las rehabilitó fue el propio alcalde de Muras, el peculiar Issam Alnagm Azzam, un médico sirio que llegó a Galicia a finales de los años setenta para estudiar medicina y acabó formando una familia en Muras, dónde ejerció de médico. Una vez que las casas estuvieron perfectamente acondicionadas, el alcalde se las vendió al ayuntamiento, lo que hizo que recibiese duras críticas por parte de la oposición, que siempre calificó la operación como un pelotazo.
Tres años después, las siete casas de la aldea se encuentran rehabilitadas y de hecho el alcalde invitó a Feijoo para que las inaugure el próximo día 19 de julio. Pero antes de la inauguración ya llegó el momento más bochornoso del proyecto. Resulta que Alnagm decidió comenzar a lucrarse de la aldea etnográfica días antes de su inauguración y se lo alquiló a un matrimonio que organizaba un campamento de verano para niños en inglés: Jorge López, un empresario vasco, y su mujer Kathy Owen. Ya conocían la zona de Muras y a su alcalde desde hacía años, por tener una propiedad en el municipio, y decidieron organizar en Carelle Grande el campamento de verano Hamlet. Así, los niños podrían disfrutar de la naturaleza, los animales, la cultura gallega y conocer los pueblos de la montaña y costa lucense. En mayo firmaron con el alcalde un contrato de alquiler de toda la aldea de Carelle Grande en régimen de pensión completa.
El sábado pasado llegaron con el primer grupo de siete niños menores de edad y su sorpresa fue que en el lugar no había cocinero, ni comida, ni les dieron llaves de todas las casas. Se quejaron al Concello y el alcalde se presentó en las inmediaciones de la aldea cargado con cajas de restos de comida de una fiesta celebrada en el pueblo un día antes. Ante la insistencia de los organizadores de disponer de un cocinero tal como rezaba el acuerdo, Issam mandó a uno, pero que no tenía contrato y que pretendía cobrarles en negro al matrimonio. Además, el regidor les pidió supuestamente que le abonasen 3.000 euros en metálico por adelantado, lo que no hicieron.
Una de las actividades que más expectación generaba entre los niños del campamento era cocer pan en el horno que tiene la aldea, pero tampoco estaba aún en funcionamiento. Este hecho generó otra polémica situación. Según cuenta Kathy Owen, el alcalde habría instado a un monitor del campamento a que llevase a los niños a su casa particular para hacer el pan en su horno sin que los responsables lo supiesen.
Jorge y Kathy aseguran que recibieron presiones y visitas airadas del alcalde conminándoles a marchar de la aldea de malos modos, a lo que se negaron, e interpusieron una denuncia ante la Guardia Civil. Explican que las presiones continuaron y la falta de servicios era manifiesta, así que el pasado miércoles decidieron buscar una casa de turismo rural en el cercano municipio de Xermade, y abandonar el pueblo acompañados de la Guardia Civil, que levantó atestado de que no se llevaban nada. Y así quedó Carelle Grande, tan solitario y abandonado como lo había estado varias décadas antes de su restauración; a no ser por la presencia del propio alcalde, el médico jubilado reconvertido a pastor que cuidaba sus vacas mientras observaba como el grupo abandonaba la aldea. Aseguraba: «yo a lo mejor también los voy a denunciar».
Ahora, los niños están en la casa de turismo rural y el caso parece que va hacia el juzgado.