Una gabardina para el suelo arrasado
Galicia
La Xunta disemina toneladas de paja para reducir la erosión en las zonas más dañadas por las llamas
11 Oct 2016. Actualizado a las 13:45 h.
El helicóptero se acerca a su objetivo pero, en vez de descargar agua, lanza sobre la ladera kilos de paja que se diseminan sobre las cenizas. El aparato ya estuvo allí. Fue a mediados de agosto, cuando un incendio pavoroso se merendó el monte Graiade en un pispás. Ahora intenta abrigarlo para que las lluvias que empezarán a caer no se lleven demasiadas cenizas monte abajo.
Mientras el técnico de la Xunta explica la técnica del mulching (acolchado), el helicóptero carga y descarga a toda velocidad: «Es una técnica que usamos desde el 2013 -explica Guillermo Acebal, jefe de servicio de prevención de incendios-, pero no la única». Esta es muy sencilla: se trata de depositar paja encima de las cenizas en aquellos lugares donde no ardieron árboles sino matorral, con la finalidad de paliar la erosión y evitar la contaminación que provocan las lluvias. «En primeiro lugar, a palla evita o efecto disgregador que ten a pinga de auga, e tamén limita o caudal e a velocidade cando baixe pola ladeira», expone Odón López, jefe del distrito forestal.
Enorme eficacia
Para quien tenga dudas sobre la efectividad de esta técnica, los datos son inapelables: en una parcela tratada con paja, la erosión arranca alrededor de 90 kilos de suelo por hectárea. En una zona cercana sin tratar, el mismo proceso se lleva por delante 15.000 kilos por hectárea.
La paja cae como una nevada efímera que tiñe de amarillo la ladera negra. El helicóptero actúa contra reloj para cubrir la mayor superficie posible antes de que lleguen las lluvias, previstas ya para este martes. El objetivo es que el agua discurra por sus cauces llevándose la menor cantidad posible de suelo, cenizas en este caso. Una parte del monte ya ha quedado protegida por la caída de las agujas de los pinos, muertos pero en pie, e incluso por los helechos que han brotado gracias al insospechado calor de este otoño. Pero la paja no es suficiente. Varias máquinas se afanan también en liberar cunetas, tajeas, en eliminar los obstáculos para las corrientes que discurrirán hacia el mar. Esta técnica se está aplicando en Arbo (Pontevedra) y pronto llegará a Ourense.
Una hora de helicóptero cuesta aproximadamente tres mil euros en época de incendios. En las condiciones de trabajo de ayer, menos: «Pero es muy efectivo -razona el jefe de servicio-, porque trabaja muy rápido y llega a zonas que serían prácticamente inaccesibles para ir con vehículos normales». En una hora efectúa aproximadamente veinte descargas que le dan para cubrir unas seis hectáreas. Si se aplica la cuenta del estudio sobre la erosión, resulta que una hora de helicóptero evita la desaparición de unas 85 toneladas de suelo. Un bien escaso.
La importancia de esta labor se aprecia a simple vista. Hay zonas del monte en las que únicamente se ve ya la piedra desnuda: «Hai cincuenta anos, nese lugar, onde so hai pedras para escalar, había piñeiros de cincuenta metros», asegura Odón López. Demasiados fuegos, incluso para Galicia.
Fuego, repoblación, fuego: el cuento de nunca acabar
Odón López, jefe del distrito forestal donde se está aplicando esta técnica, empezó a trabajar en febrero del 2006. Así que ya estaba en el servicio cuando la ola de incendios de aquel verano se llevó por delante el monte sobre el que ahora llueve paja. Los años siguientes fueron ilusionantes y duros para repoblar todo lo que el fuego se llevó aquel verano: «A finais de agosto pensei en ir a outro lado», admite ahora alrededor de los pinos que ardieron hace dos meses y combinan el negro del tronco con unas hojas de color pardo. Ni siquiera llegaron a alcanzar una gran altura. Todo aquel trabajo de años se esfumó la noche del 10 de agosto con un nordés enloquecido sobre el que galopaba el fuego. Es normal que Odón se viniera abajo. «Logo ves que hai cartos, interese, que as comunidades de montes queren e... fas de tripas corazón e tiras para adiante».
Sobre las cenizas nacen flores y helechos. Mulching silvestre. El incendio de agosto (1.600 hectáreas arrasadas en esta zona de Porto do Son) pasó por el monte como un rayo. Eso hizo que fuera imparable, pero también que los efectos no hayan sido tan devastadores a medio plazo. Los helechos ardieron, pero las raíces, donde la planta guarda el alimento, no. Esa circunstancia y el atípico y caluroso otoño, mudan al verde el manto de cenizas en algunas partes del monte.
El que mejor ha resistido es el de siempre, el eucalipto. Los pinos están muertos, pero los eucaliptos ya rebrotan con fuerza. Con todo, lo verdaderamente importante es el suelo. Este año, gracias a estas técnicas, resistirá. Dentro de unos cuantos, el incendiario que causó este desastre tal vez ya haya sido educado.