Rebelión interna en Ryanair contra el bajo coste a cuenta del mínimo gasto
Galicia
La crisis ha puesto de manifiesto las carencias del modelo de la aerolínea
26 Sep 2017. Actualizado a las 09:39 h.
La crisis de Ryanair ha dejado al descubierto las carencias de un modelo de aerolínea tan denostado como ansiado por la mayoría de los que viajan en avión y por las administraciones deseosas de hacer crecer a los aeropuertos de su ámbito territorial. El silencio es la norma impuesta al colectivo de trabajadores que soporta el funcionamiento de un sistema que se basa en la reducción de costes al mínimo y el aprovechamiento extremo de los recursos de la empresa, aviones y tripulaciones incluidos.
¿Qué ha hecho explotar la crisis de Ryanair?
El descontento interno. La cláusula de confidencialidad que tienen que firmar los pilotos que trabajan para Ryanair ha impedido hasta ahora que cuenten al mundo sus interioridades. Su dispersión a lo largo de 87 bases en toda Europa ha favorecido la falta de unión entre dichos profesionales, a los que además se les impide de hecho su sindicación. La agresiva estrategia de aumento de vuelos y rutas en este verano desde la dirección de la aerolínea ha hecho que el crecimiento logrado haga insuficiente la ropa con la que contaba la empresa para taparse los pies. Los pilotos solo pueden hacer un máximo de 900 horas de vuelo al año, lo que sumado a una organización de vacaciones ideada para contar con la mayor parte de la plantilla en julio y agosto, ha dejado a la aerolínea sin manos suficientes para funcionar con normalidad este otoño. Presionados más que nunca para hacer más horas y renunciar a sus vacaciones, los pilotos han estallado.
PARA SABER MÁS
¿Cuál es el objetivo de Ryanair?
Reducir costes. La aerolínea irlandesa tiene uno de los costes más bajos por plaza en cada vuelo. En el 2013 la dirección de la compañía cifraba en tan solo 3,5 céntimos de euro el coste laboral de cada plaza de avión y kilómetro recorrido. Easy Jet elevaba al doble dicho baremo. Y para conseguirlo, Ryanair no ha dudado en echar mano de autónomos para pilotar sus aviones. El testimonio recogido por La Voz entre uno de sus pilotos subrayaba que hasta el 70 % de los comandantes han llegado a ser contratados bajo dicha fórmula, bajando al 40 % actualmente. Con ese modelo de contratación, si no hay vuelo no hay sueldo, y días libres y vacaciones corren por tanto a cuenta de los trabajadores con relación laboral a través de terceras empresas, en general constituidas por las propias tripulaciones. Los costes laborales se reducen drásticamente, ni desempleo, ni seguridad aparece en dichas nóminas.
¿Qué opina la justicia?
No todo Ryanair es Irlanda. La máxima con la que ha venido operando Ryanair es que un avión irlandés es territorio irlandés y por tanto sus trabajadores están sometidos a la legislación de dicho país, mucho menos garantista con los trabajadores que en el resto de Europa. El Tribunal de Justicia de la UE determinó este mismo mes que las bases (aeropuertos) donde se asientan los más de 400 aviones de Ryanair son las que determinan las leyes que regulan las relaciones laborales entre la empresa y sus tripulaciones. Un avión basado en Santiago hace que su tripulación se rija por la normativa laboral española, y uno basado en Milán, incorpora la reglamentación italiana. Eso ha echado por tierra las cuentas de Ryanair.
¿Gana dinero la compañía?
Mucho. En el último año fiscal la compañía de Michael O’Leary obtuvo unos beneficios de 1.242 millones de euros, un 43 % más que en el del 2015.