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Un tercio de los niños gallegos menores de 11 años tienen WhatsApp

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s. carreira /  redacción, santiago / la voz t. montero redacción, santiago / la voz

El conselleiro de Educación aboga por un pacto social sobre el uso de las tecnologías

28 Dec 2017. Actualizado a las 05:00 h.

La sentencia pontevedresa absolviendo a un padre por revisar el WhatsApp de su hija pone sobre la mesa un doble debate: a qué edad hay que permitir el uso de esta red social y hasta qué punto unos padres pueden revisarla. Los últimos datos apuntan a que el WhatsApp es una de las redes estrellas entre los menores. El estudio elaborado por el equipo de Antonio Rial Boubeta, del grupo de Psicología del Consumidor y del Usuario de la USC, indica que en este 2017, el 94 % de los menores gallegos tiene WhatsApp, y un 51 % está inscrito en al menos cuatro redes diferentes, como Instagram, Facebook o Twitter. La práctica totalidad de los menores tiene móvil y aunque la edad media del primer terminal está en 11 años, uno de cada tres menores de esta edad (el 33,7%) ya lo tienen, muchos como regalo de primera comunión.

Tal y como recalcaba este miércoles el conselleiro de Educación, Román Rodríguez, «a xestión dos wasaps por parte das familias é un tema que extralimita o mundo educativo, é claramente un tema de relacións familiares entre pais e fillos». Esta idea la amplían también otros expertos consultados: la responsabilidad parental es la misma en la calle que en la Red.

Por si acaso, Educación ya ha hecho parte de los deberes: «Presentamos hai pouco diversos materiais, e temos unha materia de libre configuración que puxemos en marcha este ano que é a de Identidade Dixital. Creo que posibilita dar ferramentas aos docentes e ás familias para saber ou distinguir os bos usos. En definitiva, sendo algo que transcende o eido educativo si que precisa que colectivamente deamos unha resposta eficaz a unha nova realidade social que está aí, e que temos que ter unha nova forma de entender o que son as relacións entre os mozos. E iso é algo que non podemos obviar e que temos que pór enriba da mesa para dar unha boa solución», explica el conselleiro Rodríguez, quien aboga por «un gran pacto social». Es más que político, porque «de nada vale que as familias cuestionen o uso que fan os seus fillos da Rede se lles mercan os propios medios aos seus fillos e llelos permiten ter».

La permisividad de disponer de móvil es positiva para Enrique Dans, gallego profesor de Sistemas de Información en IE Business School en Madrid y uno de los participantes en la guía de la Xunta sobre Identidade Dixital. «No facilitar el acceso al móvil a nuestros hijos -explica- supone renunciar a educarlos para el entorno en el que van a vivir». Para este defensor de las redes, «sobre la actividad digital de nuestros hijos tenemos que establecer la misma relación de confianza que sobre el resto de su vida» y, por tanto, «si no te despreocupas en el parque o cuando va a dormir a casa de un amigo, tampoco lo tienes que hacer cuando le das un móvil».

La edad es lo de menos

Lo de menos, cree, es la edad de inicio: «Hay que enseñarles a usar el móvil en cuanto dejen de llevárselo a la boca», resume gráficamente. Antonio Rial, sin ser tan radical, cree que «non é tanto cuestión de idade mínima de acceso, senón de educación, do que teñamos feito como nais e pais antes do que imos facer despois». Y También se expresa en esa línea Manuel Fernández Blanco, psicólogo clínico de la unidad de salud mental infanto-juvenil del Chuac: «La implantación de los móviles y el entorno digital es imparable, y no hay más tiempo que el que nos toca vivir», reflexiona, para añadir que «más que una edad mínima lo importante es administrar las condiciones que se ponen para el uso». Dans completa la idea al decir que «cuando le regalas un juguete a un niño no le dejas usarlo todo el rato. Con el móvil pasa lo mismo, tendrá unos momentos y no podrá interrumpir la comunicación. Si un chico o chica llega a casa de sus abuelos y ni los saluda, no es que sea un adicto al móvil, es que es un maleducado, y en gran parte es responsabilidad de sus padres».

Las estadísticas gallegas que baraja Rial Boubeta echan por tierra las pretensiones de control de Dans: solo el 27,6% de los padres controla o limita el uso que los menores hacen del móvil. Y ahí está, reconoce Fernández Blanco, la cuestión: «Uno de los principales problemas de la educación en la actualidad es que los padres se igualan a los hijos».

Porque todo es más fácil cuando se habla en teoría, como explica Juan Sanmartín, profesor del colegio Vila do Arenteiro (O Carballiño) que usa el móvil en clase: «Es una gran herramienta a la que ni padres ni profesores estamos preparados para afrontar todavía. En mis clases se usa el móvil, pero como padre me gustaría que mis hijos no lo tuviesen hasta los 15 o 16 años».

«Si se sospecha de un riesgo, es una obligación de los padres intervenir», advierte el psicólogo Fernández Blanco

Román Rodríguez recordaba este miércoles que «as novas tecnoloxías e sistemas de comunicación teñen aspectos moi positivos pero tamén algún efecto perverso», aunque para Enrique Dans no más que el riesgo de salir con los amigos por la tarde. «A los 13 años -dice el experto en redes- uno se mete en problemas seguro, pero es la forma de crecer».

En ese contexto, en el del riesgo, es cuando, en palabras de Fernández Blanco, se puede permitir ser más intrusivo con la intimidad del menor: «Es igual que leer el diario de un hijo. En este caso tiene el componente de la lógica del intercambio con otros, pero solo se debería intervenir si uno tiene la sospecha razonable de algún problema. De hecho, es una obligación y no hacerlo es una dejación del deber parental». Es lo que opina también Enrique Dans: «El uso del móvil no redefine la educación, ni siquiera necesita legislación propia con los hijos. Espiar no es recomendable nunca, pero a veces ocurre, como cuando se revisaba antes debajo de la cama, en la mochila, o los padres escuchaban en la puerta por si oían lo que uno hablaba por teléfono».

Para evitar en la medida de lo posible los riesgos, ambos expertos inciden en la importancia del diálogo más allá de la advertencia y el miedo: «No es conveniente preguntar sobre conductas de riesgo cuando no hay indicios», dice Fernández Blanco, y recuerda que nadie inquiere a su hijo de ocho años si fuma. Hacerlo, cree, provoca una quiebra de la lógica infantil y fomenta la conducta que se quiere eliminar.

Lo que está claro es que hay cierto riesgo en los contactos por Internet. Según un estudio de Isabel Dans Álvarez de Sotomayor, investigadora en el uso de las redes sociales en la adolescencia y profesora, «cuantos más contactos tiene un joven, una joven, cuanto más popular es, resulta más vulnerable», al contrario de lo que puede parecer de que «controlan más». Son quienes tienen más formación en la gestión de su privacidad los que tienen menos peligro.

En ese sentido, el conselleiro de Educación recalca que «en Galicia fomos a primeira comunidade que puxo en marcha un protocolo para detectar e previr o ciberacoso, unha situación que nos mozos cada vez é máis forte». Los datos de Rial Boubeta le dan la razón: en el 2017 el 9,4 % de los menores fue humillado en la Red y el 8,8 % reconoce que acosó a otros, cifras ligeramente mayores que hace tres años.


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