El ejemplo Trabada: concentrar para ganar
Galicia
La agrupación de fincas dispara el precio del monte y convierte al concello lucense en una referencia forestal
16 Apr 2018. Actualizado a las 05:00 h.
A Daniel Villapol, el empresario que es la cara visible de la transformación forestal que ha vivido Trabada en las últimas décadas, le gusta contar una anécdota. Se remonta a la segunda de las cuatro concentraciones parcelarias que se han completado en los montes de este concello lucense, fronterizo ya con Asturias. A mediados de los años noventa del siglo pasado, durante los contactos previos a la concentración, una propietaria se mostraba reticente: «Decía que no tenía hijos y que no quería líos. Tenía varias parcelas de escaso valor. Yo le hice una oferta; le dije que pidiera precio por todas ellas y que, con la oferta que tuviera, una vez concentradas, yo se las compraba por el cuádruple». La señora le tomó la palabra. Pidió precios y se lo comunicó a Villapol, que mantuvo su ofrecimiento. Y así acordaron. La concentración se hizo y el promotor volvió a reunirse con la propietaria, ahora con una sola finca pero mejor comunicada y de mayores dimensiones. «Cuando se la quise comprar, me dijo que si no me importaba que volviera a pedir precio. Le dije que no. Y al cabo de poco tiempo la vendió por un valor diez veces superior al que tenía antes de la concentración».
El episodio resume el reportaje. Trabada es un ejemplo de gestión forestal porque ha convertido una superficie de propiedad atomizada y subexplotada en otra racional donde todos los propietarios se benefician. De hecho, hoy en día se paga más por una parcela de monte que por una de labradío. Todos tienen más que antes y por tanto todos quieren que el monte siga produciendo. Una de las consecuencias es que la rentabilidad del monte se ha convertido ya en una de las dos principales actividades económicas de este pequeño ayuntamiento y otra, que el monte no arde.
Sin reclamaciones
Lo que ha ocurrido en Trabada no se ha gestado en un año. Los contactos para la concentración arrancaron a finales de los ochenta, pero el proceso ha dejado un camino marcado. En un primer momento, los impulsores de las concentraciones implicaron a tres comunidades, pidieron subvenciones y prácticamente consiguieron completarlas a coste cero para los propietarios. No hubo problemas ni reclamaciones. Todos firmaron antes un compromiso para aceptar el reparto. La última concentración ya fue de carácter público y afectó a más propietarios que las tres anteriores juntas.
La parte de monte que todavía queda sin ordenar, un 20 % según el cálculo de los madereros, está pendiente de serlo. Cuenta la alcaldesa, Mayra García Bermúdez (PSOE), que los vecinos de estas parroquias ya han solicitado las concentraciones: «El monte es un banco sin intereses», reflexiona la alcaldesa, que añade que la actividad forestal es fundamental para la economía de sus vecinos: «Porque la mayoría son propietarios. Y aquí no tenemos industria». Consciente de esa importancia, el ayuntamiento dedica una gran atención al desbroce de las pistas forestales, una de las claves del aprovechamiento forestal en Trabada: «Están limpias al cien por cien».
Las pistas creadas con la concentración parcelaria en los montes de Trabada no animan a su tránsito con un vehículo convencional: «Están hechas todas de tierra porque descubrimos que era mucho más práctico para la circulación de la maquinaria», apunta un responsable. Así, con las intensas lluvias de las últimas semanas, las pistas están todas verdes. «En verano pueden recorrerse todas con un vehículo de tracción simple», explica Daniel Villapol: «Las concentraciones fueron adaptadas a la gestión forestal; más cercanas cuando la orografía es más difícil y más separadas donde hay menos pendiente». Además, ya fueron trazadas con aparcamientos para la madera y viraderos para que la maquinaria pueda revolverse.
En todo este proceso de puesta en producción del monte trabadense hay un protagonista: el eucalipto. Su presencia es absoluta en el concello aunque tanto a los madereros como a la alcaldesa les gusta subrayar que no solo hay eucaliptos: «También hemos querido hacer una apuesta por el turismo y, en ese sentido, tenemos tres fragas muy importantes que hemos protegido», afirma la alcaldesa. También se han tenido en cuenta reservas de caza e incluso espacios para desarrollo micológico.
Cada año salen del monte dos sueldos y medio por familia, afirma un maderero Daniel Villapol añade que los estudios de explotación señalaron que no siempre el eucalipto era la especie adecuada: «Hemos repoblado con muchas especies», dice. Y es verdad. Pero frente a los casi tres mil castiñeiros plantados en estos años, el número de eucaliptos supera los 666.000. Porque, al fin y al cabo, lo que se busca es la rentabilidad. «Si tenemos en cuenta la producción, cada año salen aproximadamente dos sueldos y medio por familia», calcula un maderero de la zona. Un vecino cuenta que la primera tala, hace 20 años, le dio para abrir un negocio en Foz. Y que ya está a punto la segunda. Tiene una extensión muy por encima de la media, claro. A todos no les cunde igual, pero lo que es indiscutible es que a todos les interesa tener al monte en producción: más rendimiento, menos incendios.