Asesinan al preso fugado que mató en 1996 en Canarias a su mujer y a sus hijos
Galicia
Dos amigos que hizo en la cárcel, acusados de acabar con su vida y enterrarlo
28 Jan 2020. Actualizado a las 17:57 h.
El hallazgo del cadáver de Fernando Iglesias Espiño, el recluso de la cárcel de Pereiro a quien se buscaba desde que el día 13 de agosto no se reincorporó al centro tras un permiso de fin de semana, puso este jueves fin a la meticulosa actuación de la Guardia Civil.
El desaparecido tenía dinero fresco. Había heredado. Los investigadores siguieron la pista a los movimientos bancarios de este hombre de 63 años, originario de Pontevedra, en prisión desde agosto de 1996 por haber matado a su esposa y a sus dos hijos en Las Palmas de Gran Canaria. Y con la pista del dinero aparecieron Óscar G. L. y Francisco Javier G. H.. Cuando los agentes consideraron que el asunto estaba enfocado, los detuvieron.
Sospechaban que el desaparecido podría estar enterrado en una granja avícola en la localidad de Bouzas, en Maside. La tenía alquilada Javier, que conoció a Fernando en prisión y le prestó ayuda cuando este último empezó a salir los fines de semana. Lo dejaba estar en la instalación y allí pasaba las horas. Hubo, al parecer, una primera agresión, pocas fechas antes, que no dio el fruto deseado y fue enmascarada haciendo ver al lesionado que lo habían confundido con otra persona. La segunda, sin embargo, fue definitiva.
El cadáver fue recuperado después de dos días en los que la instalación, dedicada a la cría de pollos, fue sometida a una intensa búsqueda que incluyó maquinaria pesada para excavar, detectores metálicos, georradares del Ejército y hasta un dron, para vigilar en todo momento las reacciones de las caras de los dos detenidos. El cuerpo no estaba en la granja, sino enterrado a quince kilómetros, en una mina situado en los alrededores de la localidad de Senra, en el municipio de Piñor. Apareció cubierto con un plástico. La boca de la mina estaba cubierta con tierra.
Cobra forma la teoría de que la muerte se hubiera producido precisamente el fin de semana en el que se notó en Pereiro la ausencia del recluso, cuyo comportamiento se consideraba modélico, sin haber generado ni un solo incidente durante sus años de reclusión. Que hubieran sido los dos detenidos de mutuo acuerdo, que la iniciativa fuera de uno de ellos, necesitado de dinero para hacer frente a deudas, mientras que el segundo dejó hacer, es algo que se deberá determinar en la instrucción de las diligencias judiciales. Los dos implicados, sea como fuere, pasaron anoche a disposición judicial, después de que la Guardia Civil hubiera estrechado el cerco sobre ellos y tras la exitosa localización del cuerpo. El juez finalmente decidió enviarlos a prisión comunicada sin fianza, acusados de homicidio o asesinato, y robo con violencia.
El caso les había llegado el pasado noviembre y fue entonces cuando se activó un asunto sobre el que hasta entonces apenas se había avanzado. Los dos sospechosos son presidiarios. Y aunque sobre uno de ellos existe entre los vecinos la duda de una posible relación con una muerte en Alemania, son penas menores las que los condujeron a prisión. Entre algunas personas del entorno generaba temor, acaso por esas dudas, pero en otras fuentes vinculadas con la seguridad no se les vincula con delitos graves contra las personas. Para los vecinos, sea como fuere, es un alivio.
La detención de estas dos personas y el hallazgo del cadáver, que ya ha sido identificado con todas las garantías, pone fin a una situación de incertidumbre que se había prolongado más de lo habitual en situaciones de quebrantamiento de condena. La discreción que había caracterizado al fallecido no encajaba con la tesis de una fuga, que fue la inicialmente defendida por la policía.
Dinero heredado
Más recientemente, una vez que se comprobó que el desaparecido había mejorado de forma significativa su situación financiera, al haber heredado dinero tras la muerte de un familiar directo, se activaron los mecanismos para seguir la huella del dinero, lo cual acabó conduciendo hasta los detenidos. Aunque la casa se mantiene secreta, existen, al parecer, grabaciones de pinchazos telefónicos y también imágenes, obtenidas en entidades bancarias de Portugal y de una capital castellana, que ayudaron a sustentar la detención.
Para los primeros movimientos de rastreo en la granja se concedía valor a los equipos que había traído el Ejército desde Pontevedra. Que el fallecido tuviera una prótesis metálica permitía aventurar que iba ser fácil la localización. No fue así. Cuando se pensaba en extender el radio de búsqueda, en ese caso con la intervención de perros especializados, un golpe de fortuna permitió llegar a la mina. Las pesquisas sugieren que lo mataron en otro lugar y luego lo trasladaron.
Quince mil pollos muertos y un enganche ilegal al tendido eléctrico
La muerte de una persona, si llega a tener la consideración de homicidio o asesinato, es el hecho más grave, pero no será el único delito vinculado a este asunto. La luz eléctrica de la que disponía la granja era obtenida, al parecer, con un enganche irregular, pues la empresa suministradora la había cortado por falta de pago. Por otra parte, en las excavaciones realizadas en el interior para tratar de hallar el cadáver, aparecieron restos de varios miles de pollos. Se presume que los animales murieron en las mismas fechas, a mediados de agosto, a causa del calor. Al iniciar las labores de búsqueda dentro de las instalaciones de la granja y aparecer los animales, se sospechó que se hubieran utilizados las aves para ayudar a ocultar el cuerpo del recluso muerto.