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«Hay cosas que no se olvidan»

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ANDRÉ SISO /  REDACCIÓN / LA VOZ REBECA CORDOBÉS /  REDACCIÓN / LA VOZ M. S. REDACCIÓN / LA VOZ
Daniel Cruz-Salgredo perdió a su madre en el accidente del Alvia

Las víctimas del Alvia recuerdan el peor día de sus vidas

22 Jul 2020. Actualizado a las 19:48 h.

Carmen: «En el hospital, solo pensaba en guardar todos los recuerdos que tenía de mi pareja»

Carmen cogió aquel Alvia 04155 el 24 de julio de 2013 para acudir a la boda del hermano de su pareja. Ella es granadina, pero vivían juntos en Madrid desde hacía un tiempo. Él era nativo de Pontecesures, a donde acudían para el enlace. «Era un día normal, incluso vulgar. De esos que pasan y no te das ni cuenta», confiesa. Lo que iba a ser una jornada de alegría por la celebración de un nuevo matrimonio en la familia se convirtió en una tragedia. «Todavía me emociono cuando llegan estas fechas cada año. Son inevitables los recuerdos». Carmen perdió a su pareja aquel fatídico miércoles de verano. Ella, sin embargo, consiguió salir viva de aquel vagón. «Tengo muchas lagunas debido al golpe que me di. Recuerdo el miedo y la angustia, pero cuando me di cuenta ya estaba en el hospital. Allí, intenté hacer toda la memoria que pude: solo quería guardar todos los recuerdos de mi pareja que tuviera. Es lo único que me queda». Carmen recuerda, muy emocionada, cómo le cambió la vida el accidente. «Perdí a la persona que más quería. Desde entonces, me vi obligada a recomponer los pedazos que quedaban de mi vida. Fue terriblemente difícil». Físicamente, a Carmen le fue concedida una incapacidad por las secuelas que quedaron en su brazo izquierdo debido al accidente. No puede alzarlo completamente, ni puede coger pesos o hacer esfuerzos con él. «El accidente me dejó muchísimas cicatrices por todo el cuerpo, pero las peores son las psicológicas: Te marcan para siempre. Intentas evitarlos, pero los recuerdos siempre estarán ahí. Todos los tendremos siempre presentes».

Daniel Cruz-Salgredo perdió a su madre en el accidente del Alviacedida

Daniel Cruz-Salgredo Suárez: «Me quedé huérfano con 19 años»

Daniel no iba en aquel Alvia, pero una parte de su vida se quedó en las vías de Angrois: su madre. Con ella se fue también la juventud de su hijo: «Me quedé huérfano con 19 años. Tuve que dejar los estudios y ponerme a trabajar. Dejé muchas cosas de lado». El accidente lo cambió todo para él: «A nivel personal, no eres la misma persona. Entras en una depresión de la que no sabes cómo salir. Es un agujero muy hondo».

«El tiempo va pasando, es el médico del alma, pero hay cosas que siempre tienes en el recuerdo»

Daniel no quiso hacer tratamiento psicológico, pero ahora reconoce que fue un error: «Mis heridas se habrían sanado de otra manera y antes». Ahora lleva una vida normal. Tiene su familia, sus amigos y un negocio que ha abierto en Salamanca, a donde se trasladó desde su Coruña natal. Aunque admite que hay cosas que no se olvidan: «El tiempo va pasando, es el médico del alma, pero hay cosas que siempre tienes en el recuerdo. Muchas veces tienes un momento emotivo o feliz y no deja de estar lo otro ahí detrás. Da igual que sea 24 de julio o 24 de noviembre. Son fechas complicadas siempre».

Del día del accidente recuerda la tristeza, la frustración, la incomprensión, el miedo y el dolor que sintió. Dice que no quiere ver el tren «ni en pintura» por la dureza de las imágenes que se le vienen a la cabeza: «A mí no se me olvida que tuve que ir a un pabellón con 80 muertos y, entre ellos, reconocer a mi madre. Veo un tren y esos son mis recuerdos».

Sobre la actuación de las instituciones, Daniel se siente insatisfecho y frustrado. «La descripción sería lamentable», sentencia. Cree que es un tema que se tendría que haber resuelto hace tiempo y hace un llamamiento: «Por el bien de todas las personas afectadas esto se tiene que cerrar, para que podamos sanar heridas. Vamos a acabar el libro y el primer capítulo es en el juzgado». 

Isabel Formoso Coton: «Mi mente intenta olvidar»

Isabel Formoso esperaba en la estación de Chamartín al tren que la iba a llevar a su casa, a ver a los suyos, como tantas veces había hecho en el pasado. Pero aquel 24 de julio no era un día normal. Un calor sofocante, bochornoso y agobiante la asfixiaba. «Era un día raro. Algo pasaba. ¿Conoces esa sensación? Era una especie de presentimiento. Nunca le das importancia, pero aquella vez se cumplió». Cuenta Isabel que no ha podido volver a subirse a un tren desde entonces. «El viaje más largo que puedo hacer es Madrid-Santiago. Y en autobús, claro», reconoce.

«Al ver aquel desastre, pensé que no iba a salir nadie más. Era terrorífico»

Aquella curva de Angrois le arrebató la movilidad en la muñeca para siempre, y le dejó unas cicatrices - una de ellas en la pierna, muy cerca de la arteria femoral - que la acompañarán toda la vida. «“Yo sé que soy una de las que salieron mejor paradas. Lo único serio es lo de mi muñeca, pero nunca he necesitado terapia psicológica ni vi peligrar mi vida ni la de un ser querido», admite. Sus recuerdos son vívidos. Aún se puede ver en aquel vagón, observando cómo se levantaba el tren de la vía y cómo los pasajeros se despegaban de sus asientos. Después, la oscuridad. «Yo no quedé inconsciente, por eso conseguí salir rápido del vagón. Fui de las primeras personas en salir a las vías, y cuando levanté la cabeza, vi el horror. Al ver aquel desastre, pensé que no iba a salir nadie más. Era terrorífico. Fueron cinco minutos de infierno». Reconoce que, cuando se acercan estas fechas cada año, no puede evitar rememorar el peor día de su vida. «Mi mente intenta olvidar, pero no puede. Esto lo voy a tener siempre presente».

Dice que, por parte de las instituciones, ha habido una falta de sensibilidad tremenda: «Se han cometido muchos errores. 80 muertos, más de 140 heridos, pero seguimos sin un juicio en condiciones. Eso no puede ser. Ninguna institución se ha hecho cargo, y ha habido responsables que se han librado».

María Jesús Cundines Ordóñez: «Su madre murió a los tres años a consecuencia de la tragedia»

María Jesús Cundines perdió a su sobrino, Fabio, en la curva de Angrois. «Pasan seis años, pero es como si todo pasara ayer, como si el tiempo se detuviera», reconoce. Para Fabio el reloj se detuvo cuando tenía 25 años: «Eso no se te vuelve a ir de la cabeza. Es la juventud, la vida por delante. Tenía proyectos, había vuelto a estudiar, trabajaba como fotógrafo... Tenía muchos amigos. Era una persona excelente y un hijo fantástico, un regalo para sus padres».

Pero no bastó con eso. «Mi cuñada, la madre de Fabio, murió tres años después a consecuencia de la tragedia, del estrés. La reventó completamente. No resistió», cuenta. «Fabio era el sostén de su madre porque mi hermano estaba en Brasil. Era su apoyo, ella le consultaba todo y él la ayudaba en todo». El hermano de María Jesús y padre del joven fallecido había emigrado para buscar un sustento para su familia. «Mi cuñada y los niños vinieron a España pensando que era un lugar más seguro. Y resulta que en un tren seguro...», relata. «Es una tragedia muy grande. Es un piso vacío, una casa vacía. Mi hermano, que sigue en Brasil, lo lleva como puede, sin pensar». Ahora solo queda la hermana del fallecido, Sandra, que se fue a trabajar a Barcelona.

 «Estaba esperándolo en la estación, hablando con él por teléfono. Y de repente se cortó»

Cuando llegan estas fechas María Jesús recuerda aquel 24 de julio: «Yo me enteré por la televisión. Estaba viendo el telediario cuando se supo la noticia. Mi madre dijo "¿pero no viene Fabio en ese tren?" y yo le contesté "maloserá", lo que decimos los gallegos siempre. Pero aún así llamé a mi cuñada. Como no contestaba fui hasta su casa y fue cuando me dijeron que se había marchado por el accidente. Pensé que me moría. Pero no te mueres». Pero la peor parte se la llevó, otra vez, Begoña, la madre de Fabio: «Estaba esperándolo en la estación, hablando con él por teléfono. Y de repente se cortó». Aunque la tía del joven estuvo un tiempo a tratamiento, Begoña no quiso. «Se hizo la fuerte porque tenía que cuidar a su madre con alzhéimer. Mal hecho», lamenta. Admite que, pese a la terapia, «es como una herida que tienes abierta, que siempre te duele».

Se muestra indignada con el trato recibido por parte de las instituciones: «Mi sobrino nació en Brasil, tenía la doble nacionalidad, y llamaron del consulado a sus padres por si necesitaban apoyo, cosa que aquí nadie nos dijo. Se preocuparon por un conciudadano que estaba en el extranjero. Es para que se les remueva la conciencia».

Francisco Javier García Liras: «Lo único que me queda es luchar por la memoria de mi hijo»

Rabia. Es lo que siente Francisco desde hace seis años «contra todos los que pretenden ocultar la verdad y la responsabilidad» sobre lo ocurrido aquel 24 de julio. Por eso, un año más, ha venido a las movilizaciones de las víctimas desde Segovia con su mujer. Antes de entrar en Santiago, paran en la curva de Angrois: «Queremos estar un rato tranquilos en el lugar donde él se fue». Se refiere a su hijo, Curro, que «quiso venir a las fiestas de Santiago y se encontró con la muerte» cuando tenía 27 años.

 «Nos hemos quedado con la vida rota, porque nos la han roto»

«Era un chico maravilloso, lleno de vida, le encantaba viajar, disfrutaba, tenía su novia, sus proyectos de futuro...», recuerda su padre con dolor. «Nos hemos quedado con la vida rota, porque nos la han roto. Hasta el final de mi vida voy a ir minado por su ausencia. Trato de llevarlo por los demás, por por mi otro hijo, por los familiares que me consuelan, que me ayudan, que me animan. Así puedo soportarlo, pero esto es para toda la vida. No hay peor tragedia en la vida que se te vaya un hijo. Pero cuando además ves que se te ha ido cuando tendría que estar aquí si quienes tenían que hacer bien su trabajo lo hubieran hecho, todavía te repatea más», dice.

Francisco espera poder pasar página algún día: «Si hubiera ocurrido de otro modo, nosotros estaríamos tranquilos, habríamos cerrado nuestro duelo y podríamos encontrar una cierta paz. A mí lo único que me queda es luchar por la memoria de mi hijo. De él y de 79 personas inocentes que se limitaron a comprar un billete confiando en que les tendría que llevar sanos y salvos a su destino y se encontraron la muerte».

«No van a poder con nosotros porque quienes han perdido todo no tienen miedo»

Por eso, los padres de Curro, junto al resto de víctimas, van a combatir hasta el final: «No van a poder con nosotros porque quienes han perdido todo no tienen miedo. Llegaremos a la verdad. Queremos que la sociedad llegue para que se defienda y se proteja. Porque esto que le ocurrió a mi hijo le podría haber ocurrido a cualquiera. Si quienes han actuado mal se van de rositas, la sensación que van a tener es de impunidad. Eso sería terrible para la ciudadanía porque es cuando puede volver a ocurrir». En estas fechas tan dolorosas, Francisco solo quiere reivindicar una cosa: «Que por favor se sepa la verdad, que se haga una investigación técnica independiente. Lo necesitamos».

 


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