Los secretos de la biblioteca de Pardo Bazán: «Ela está neses libros, aí podes coñecela»
Galicia
Los ejemplares que aún están en Meirás guardan tesoros como frases manuscritas con letra infantil por la autora cuando tenía seis años o múltiples dedicatorias de destacados personajes de la época
22 Nov 2020. Actualizado a las 05:00 h.
Cuenta el investigador Carlos Babío que a mediados del siglo XX un representante de la Biblioteca Nacional viajó a Meirás y revisó la colección de libros de Emilia Pardo Bazán. Concluyó que no tenía gran valor «porque os libros non eran moi antigos e a maioría estaban encadernados en rústico», explica la académica Marilar Aleixandre, coordinadora de la programación con la que la RAG conmemorará el año que viene el centenario de la muerte de la autora de Los pazos de Ulloa.
El informe que defiende la declaración BIC de su legado bibliográfico demuestra que se equivocaba. La colección atesora importantes primeras ediciones, entre ellas algunas de Voltaire del siglo XVIII, y otros libros que son joyas por su escasa presencia en otras bibliotecas. Es también el testimonio de un período histórico e incluye libros que le enviaban autores hoy consagrados, pero que entonces remitían a la gallega, destacada crítica literaria, algunas de sus primeras obras, como las Rimas de 1902 de Juan Ramón Jiménez. Más de uno llegó a sus manos en forma de manuscrito y dedicado.
Pero, sobre todo, se trata de una colección personal. Y describe a quien la atesoró. «Aí está ela, son os seus libros, e cando ti podes revisar a biblioteca dunha persoa, podes coñecela», explica Xulia Santiso, conservadora de la Casa Museo de Pardo Bazán y una de las investigadoras que revisó y catalogó los volúmenes que aún quedan en Meirás.
En los estantes del mal llamado pazo está aún un ejemplar que contiene manuscrita —«con letra infantil, grande e gorda, dunha Emilia de seis anos», recuerda Santiso— la frase «Este es mi primer libro de francés». También una guía del Louvre «con tantos suliñados que case non hai letra, porque ela quere velo todo na súa visita alí», sigue contando.
«Hai unha guía do Louvre chea de suliñados, porque ela quere velo todo»
Las dedicatorias que atesoran muchos de los ejemplares revelan la relación que Pardo Bazán, intelectual de altura y pionera del feminismo, mantuvo con otros representantes de su época, y hacen de esos libros objetos únicos. Entre ellas, por ejemplo, una del maestro del Naturalismo Émile Zola, pero también otra de la sufragista americana Tennessee Claflin, la primera mujer corredora de bolsa de Estados Unidos.
Además, la variedad de temáticas presentes en su biblioteca, da cuenta de una mente extremadamente inquieta. «Hai moitos libros de ciencias, interesábanlle moito. Están, por exemplo, O reino animal de Cuvier ou Cosmos de Humboldt. Pero tamén hai libros de relixión, historia, filosofía, socioloxía, guías de viaxe, prensa... Tiña uns intereses amplísimos» apunta Aleixandre.
Libros en francés, inglés, italiano o alemán
Por supuesto, hay literatura. Mucha. Gallega, española y extranjera. Y en varios idiomas. Abunda el francés, que dominaba, pero pueden verse libros en inglés con notas de puño y letra de la autora, lo que demuestra que, cuando menos, leía en este idioma —«aprendeu inglés para poder ler a Byron», afirma Aleixandre—. Los novios de Manzoni en italiano u obras de Goethe en alemán con marcados personales de la gallega son otros componentes de la colección que muestran a la Emilia Pardo Bazán más cosmopolita.
Los casi once mil volúmenes localizados ayudan a perfilar mejor que nunca el retrato de la escritora. Ese es su gran valor. Aunque de esa colección hayan desaparecido, muy probablemente, numerosos volúmenes. «En 1910 xa ela dicía que tiña 12.000 ou 14.000 libros. Ata que morreu en 1921 tivo que acumular moitos máis», reflexiona Santiso. ¿Qué es lo que se ha perdido? La conservadora aventura que seguramente sean las primeras ediciones, galeradas y libros suntuosos que el representante de la Biblioteca Nacional echaba en falta.
*En la imagen que encabeza la noticia: Soldados retirando libros de la biblioteca del Pazo de Meirás para evitar que sean devorados por el incendio que afectó al edificio en 1978 (Xosé Castro)