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El abejero, el ave que es capaz de destruir tantos nidos de velutina como los servicios de retirada

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Un ejemplar de abejero europeo

Un equipo de la Universidad de Alcalá estudia cuántos ejemplares de esta rapaz harían falta para controlar la población de avispa asiática

17 Apr 2021. Actualizado a las 19:40 h.

Un equipo del departamento de Ecología de la Universidad de Alcalá de Henares, dirigido por Salvador Rebollo y Luisa Díaz y del que forma parte José Manuel Fernández, estudia desde hace años el abejero europeo, un ave rapaz sobre la que descubrieron que actuaba como depredadora de los panales de velutina y que, por tanto, podría convertirse en una herramienta eficaz y natural para controlar la expansión de esa avispa. Concluida la primera fase de estudios, el grupo ha emprendido un nuevo proyecto, tres años de investigación por delante con los que pretenden avanzar en el análisis del comportamiento de estas aves, su efecto sobre la población de avispa asiática y cuántas harían falta para contener la expansión de esta.

«Por medio de cámaras habíamos detectado que el abejero europeo era consumidor de avispa asiática, y comprobamos que esta ave tenía una capacidad de destrucción de nidos similar a la de los organismos que se encargan de retirarlos», explica José Manuel Fernández. Analizando los datos obtenidos llegaron a la conclusión de que, mientras los equipos que se dedican a retirar nidos de velutina actúan en zonas semiurbanas o rurales pero no alejadas de núcleos de población, el abejero podría estar operando en las masas forestales. Este dato podría indicar que la población de velutina duplica la que los organismos consiguen retirar.

cedida

Esa primera fase de investigaciones resolvió muchas incógnitas, pero al mismo tiempo abrió muchos interrogantes para los que intentarán hallar respuesta con este nuevo proyecto. «Vamos a colocar radiotransmisores para estudiar los movimientos de los adultos», explica Fernández. Estos aparatos complementarán las cámaras de los nidos, de manera que cuando los abejeros lleven un panal «sabremos de dónde lo han extraído y podremos desplazarnos al lugar de la extracción». De este modo, quieren averiguar si recogen los panales de velutina en los árboles o en la tierra, porque en los últimos años les llamó la atención que los restos trasladados a los nidos de abejero tenían residuos de tierra, de ahí que sospechen que pueden recogerlos de nidos de velutina enterrados.

Otro aspecto que los estudios realizados han demostrado ya es que, «de manera natural, la población de abejeros se ha multiplicado por tres con la llegada de la velutina», apunta Fernández. Y «la media de crías por pareja también ha aumentado: antes de la llegada de la velutina era de 0,14 crías por pareja, para pasar a ser de 1,19».

Tras la incorporación al equipo de la entomóloga Luisa Díaz, en esta nueva etapa se sumará un economista que pondrá cifras a la labor que realiza el abejero, y también un matemático, Marcos Marva, que junto a un compañero de disciplina de la Universidad de Turín, expertos ambos en modelización matemática, tratará de determinar qué cantidad de abejeros serían necesarios para mantener en niveles bajos la población de velutina.

Otra de las vías de investigación que se llevará a cabo durante los próximos meses tratará de aclarar qué estructura forestal necesitan los abejeros para nidificar y asentarse en un determinado lugar. Y también se analizará el posible efecto sobre ellos de los venenos que se utilizan para exterminar la velutina, aunque para José Manuel Fernández «siempre sería bueno retirar los nidos de velutina» una vez inactivados para evitar que el veneno utilizado siga en ellos y pueda afectar a otros animales, entre ellos los abejeros que pueden acudir a esos nidos para buscar alimento.

Una investigación realizada en las Rías Baixas

Aunque se trata de una investigación auspiciada por la Universidad de Alcalá de Henares y financiada por el Ministerio de Economía, Industria y Competitividad, el trabajo de campo se desarrolló en su primera fase, y lo hará también en esta segunda, en Galicia, concretamente en las Rías Baixas. Las comarcas de O Salnés, O Morrazo y el área metropolitana de Vigo centraron los trabajos.


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